CAPÍTULO 13 ~ Seis grados de separación

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El sol golpeó su rostro sin piedad y él gimió, se cubrió la cabeza con la sábana, esperando así que la luz lo dejara descansar un poco más, pero enseguida el calor y el reflejo se volvieron a hacer presentes y gruñó, molesto, muy molesto. Tomó el mando a distancia, aún con los ojos cerrados, esperando que así no lo espabilara por completo la situación, y pulsó el botón para correr las cortinas con el sistema automático. Cuando el sol dejó de castigar su hermoso y angular rostro, descubrió su cuerpo debido al calor y, al sentirse un poco más fresco, siguió durmiendo.
Con su cuerpo desnudo, LeeTeuk sintió una caricia en el rostro y creyó que era el viento, pero los toques se movieron hacia la tersa piel en sus muslos. Gruñó de placer ante esa simple caricia y suspiró, aún con los ojos cerrados.
Tenía un buen físico, eso había que admitirlo, incluso él mismo lo sabía y era muy consciente de eso. Sabía que cuando caminaba ante un grupo de chicas no había una que no se diera vuelta a observar su anatomía y su sonrisa, y no sólo por ser el segundo hombre más codiciado del país, sino porque de verdad era arrebatadoramente atractivo, sexy y amable. Cuando alguien lo saludaba por la calle, él se volteaba y, con una amplia sonrisa de hoyuelo, devolvía el gesto; cuando le pedían un autógrafo (porque bien sabía él que era una celebridad), se paraba a firmarlo y a conversar con esa persona que había llamado su atención.
Sintió más caricias a lo largo de su cuerpo y notó por un formidable apretón en su firme trasero que no estaba solo en la habitación como él había creído. Reconocía a la perfección esas atenciones que le estaban dando y sabía de dónde provenían, pero no quería abrir los ojos porque temía que fueran nada más que un sueño.
- Arriba, dormilón - le ordenó un susurro muy seductor a su oído, un susurro que hizo temblar y encenderse cada terminación nerviosa sobre su tonificada y bronceada figura.
- Sólo un poco más - le pidió LeeTeuk, mientras seguía disfrutando de las caricias que le propiciaba el dueño de aquella encantadora, musical y melodiosa voz, la única persona que podía encenderlo de cero a cien en apenas segundos.
- Rápido, porque cuanto más tarde salgas de la cama, más tendré que castigarte - señaló el extraño y movió sus dedos hacia la parte delantera de los boxer de LeeTeuk, donde apretó suavemente su miembro.
LeeTeuk abrió los ojos y se le escapó un fuerte jadeo de placer ante el tacto.
Miró hacia todos lados, pero en la oscuridad de su habitación no pudo distinguir nada, ni siquiera la silueta de quien acababa de generar el enorme problema que se erguía entre sus piernas.
- Ahora termina lo que has creado - le ordenó.
Nada. Ni un solo ruido. Ni siquiera la respiración de quien lo acariciaba...
Encendió la luz de la habitación en un chasquido de dedos y se dio cuenta de que estaba completamente solo, en su cama, en su pent-house.
¿Y la persona que lo había despertado a base de sugerentes caricias?
Se había ido junto con el sueño.

Luego de haberse dado una ducha muy fría y haberse acariciado hasta el hartazgo pensando en la persona con la que había soñado, un muy malhumorado y descontento LeeTeuk se sentó en la enorme isla de su cocina a desayunar algo que él mismo había preparado.
Con la cantidad de dinero que ganaba a diario hubiera podido contratar a un cocinero por día para que le hiciera distintos platillos, pero prefería dejar esa actividad para él mismo, ya que entre una de sus grandes pasiones se encontraba la cocina. Cuando tenía oportunidad, le gustaba agasajar a sus padres con alguno de los platillos que preparaba. Amaba recibir los halagos de su madre, esa mujer de la que había aprendido todo lo que sabía en ese campo, esa misma mujer que no entendía como un hombre apuesto, inteligente, lleno de dinero y talentoso para la cocina como su hijo aún no había encontrado a la mujer de su vida.
Más de una vez le había preguntado qué estaba esperando para casarse con una de las mujeres maravillosas que le presentaba su padre. LeeTeuk siempre respondía lo mismo, que ninguna le llamaba la atención y que sentía que simplemente las atraía de él su dinero, así que él mismo se encargaría de encontrar a la persona indicada. Lo que su madre no sabía era que esa persona existía y que era un hombre, alguien a quien ninguna de esas mujeres podría igualar, ya que con él había pasado los mejores y más apasionados años de su vida y no sabía si volverían alguna vez.
Siempre se hacía la misma pregunta y no llegaba a ninguna respuesta, se preguntaba a sí mismo cómo había sido tan tonto como para haberlo perdido. No entendía por qué no lo había escuchado con atención y lo suficiente como para darse cuenta de que no le estaba mintiendo cuando le decía que si volvía a hacer las cosas como las había hecho y si se volvía a manejar de una manera tan poco pulcra, lo dejaría.
Eso le había sucedido ya que toda la vida había sido un maldito cobarde, incapaz de gritarle al mundo y a su sociedad que estaba perdidamente enamorado de un hombre y dispuesto a dejarlo todo (su fortuna, su casa, su vida de lujos, su trabajo, su empresa, todo) con tal de volver a acariciar sus labios con los del amor de su vida, con tal de volver a probar su cuerpo y sus caricias, dos cosas que lo habían torturado en ese sueño y que lo seguían torturando en ese momento, cuando terminaba de tomar el desayuno en su espaciosa y luminosa cocina.
- ¿Dónde estarás ahora y qué será de tu vida, HeeChul? – hizo esa pregunta más para sí mismo que para alguien más, ya que bien sabía que era muy probable que nunca más lo viera, aunque sí tenía muy claro que, de volver a verlo, dejaría todo por él, por el hombre que amaba.
LeeTeuk se puso de pie y dejó todas las cosas en el lavador de vajilla. Se dirigió a su habitación, donde se colocó un traje perfectamente pulcro, de color blanco. Sabía muy bien lo fuertemente sexy que le quedaba ese color y ese día en particular y después de haberla pasado tan mal en sueños, deseaba sentirse guapo y captar todas las miradas, necesitaba sentirse bien consigo mismo, a pesar de que eso no fuera ni remotamente posible tras volver a darse cuenta de lo estúpido que había sido al perder al amor de su vida unos cuantos años atrás, debido a sus miedos y al poco amor propio que sentía ya de por sí, que había terminado de evaporarse tras haber perdido a HeeChul.

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