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Dos Maestros Jedi se reunieron al día siguiente en su usual lugar del Templo, en la Sala de Las Mil Fuentes. Era allí donde solían encontrarse, y, aquel día, no podría haber sido de otra manera. En realidad, las cosas habían sido algo incómodas desde que Obi-Wan Kenobi había regresado al Templo.

Anakin parecía haber aceptado lo que había pasado, demasiado ocupado en su entrenamiento con Ahsoka como para discutir extensamente con su antiguo Maestro. Además, su personalidad usual había salido a flote: se había enfadado gravemente en un principio, pero todo había perdido importancia cuando los dos se habían enfrentado a Dooku para salvar al Canciller en Naboo.

Sin embargo, las cosas con Dhejah nunca eran tan fáciles. Kenobi no sabía muy bien por qué, pero le preocupaba más la molestia de su amiga. Al fin y al cabo, Obi-Wan seguía viendo a Anakin como su Padawan, en cierta medida. Le conocía bien, sabía que era impulsivo, y que, de vez en cuando, dejaba que sus opiniones salieran libremente por su boca.

Dhejah no era así. Aunque había sufrido un claro cambio desde que se habían conocido, seguía siendo una mujer serena. Era impulsiva, pero también pensaba (cuando era necesario) antes de actuar.

Cuando se habían rencontrado por fin, no habían hablado mucho. Kenobi la había dejado sola en su habitación tras un largo abrazo, consciente de que debían hablar largo y tendido antes de que Ernark volviera al frente. La guerra le esperaba a ella y a sus hombres, y Obi-Wan no se quedaría tranquilo hasta que arreglara las cosas con ella.

O, por lo menos, hasta que llegaran a un punto intermedio donde los dos pudieran entenderse.

Dhejah era una mujer madura, y no esperaba los reproches que recibía de Anakin de su parte.

La mujer llegó cinco minutos tarde porque había pasado la mañana con Brandar, ayudándole a estudiar, pero a él no le importó. Los dos se sentaron en un banco de piedra algo alejado de los paseos principales de los jardines, entre varios árboles coloridos con frondosas hojas, las cuales les darían algo de intimidad.

Dhejah se alisó la túnica marrón y Obi-Wan se pasó la mano por el poco pelo que tenía en la barba. Le crecía a buen ritmo, pero extrañaba esa barba larga que solía dejarse. Y el pelo... ese era otro asunto.

—¿Partes mañana? —dijo para romper el hielo.

Ella asintió sin mirarle. Llevaba el pelo suelto, pero no revuelto. Quizás se lo había cepillado.

—Al alba.

Él apretó los dientes, pensando en qué decir antes de hablar. Abrió la boca varias veces, pero no le salió nada que no pareciera demasiado rebuscado. Antes de poder pensar en algo adecuado, Dhejah volvió a hablar.

—La duquesa Satine estaba muy afligida en tu funeral.

De todas las cosas que podría haber dicho, esa era la que Obi-Wan menos se esperaba. Pestañeó, perplejo y como si volviera a tener veinte años, aún un Padawan inexperto que no sabía salir de un apuro. Se atragantó con un sonido de completa sorpresa, y meneó la cabeza hacia los lados, intentando hablar. No parecía el Negociador, al menos no en ese momento. Le solía pasar frente a Dhejah, cada vez con más frecuencia.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiWhere stories live. Discover now