c a p í t u l o 14

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Cuando abrí los ojos, todo a mi alrededor parecía borroso. No podía escuchar nada y el polvo picaba en mi garganta, apenas podía distinguir una silueta entre el humo y los escombros. Intente moverme, pero los escombros me dificultaban conseguir mi objetivo.

Definitivamente iba a matar a quien sea que estuviera detrás de todo esto.

— Celine...

Una vez que pude ver con claridad, lo primero que se encontré fue a Steve con Natasha en brazos, la cual no parecía estar consciente.

— ¿Está bien? —pregunte angustiada por en dirección a la pelirroja. Su rostro estaba sucio, y esperaba que no tuviera ninguna herida.

— Eso espero. —dice el rubio con cierta dificultad. Y no por el peso en sus brazos, sino por no encontrar una salida— ¿Qué hay de ti?

Yo alzo los hombros, sacudiendo algo de tierra de mi ropa aunque no sirva de nada y no sea lo más importante ahora.

— Bueno, hemos estado en peores. —digo refunfuñando. Y es verdad, pero no por eso me agrada— Creo que me rompí algo.

Steve sonríe ligeramente.
Después de unos minutos logramos salir. Todo a nuestro alrededor está destruido, no quedaba ni siquiera un rastro de lo que encontramos al llegar. Y en el cielo, unas luces blancas iluminaban todo el perímetro en busca de nosotros.

Sería muy estúpido enfrentarnos a ello en estas circunstancias.

— Tenemos que salir de aquí rápido. —murmure al darme cuenta de las presencias enemigas rondando en el lugar— Sígueme.

{...}

Steve no decía nada y yo tampoco. Se mantenía concentrado en el camino, y yo de vez en nada cuando volteaba hacía el asiento trasero donde yacía Natasha aún sin despertar. Deje mis pies sobre el tablero y me sorprendí al no recibir una queja al respecto. Sus hombros lucían tensos y apretaba su mandíbula cada cierto tiempo.

— No podemos seguir escondiéndonos, ¿sabes? —digo, sin dejar de ver al frente y lo escucho suspirar— Debemos hacer algo, intentarán matarnos de todos modos.

— Aún debemos descubrir de que se trata ese algoritmo.

— Si... —hago una mueca y cruzo los brazos— No me opongo a tu plan, pero bien podríamos ir y matar a Pierce en este momento. Nos ahorraríamos muchas molestias.

Steve niega, y me dedica una mirada fugaz. Esas que usa cuando no está de acuerdo con alguna sugerencia mía, sobre todo si va en contra de sus valores y todo eso.

— ¿Desde cuando hablas de matar tan a la ligera? —cuestiona alzando una ceja.

— Cuando intentan matarte tres veces, comienzas a cambiar tu forma de pensar.

Me reprendo a mi misma y sólo espero a que Steve me lance un montón de preguntas y en seguida un sermón. Lo sé, porque siempre hace eso cuando le oculto las cosas.

— Según yo, sólo han sido dos veces. —recuerda rápidamente— ¿Me dirás qué pasó?

Él espera pacientemente una explicación, pero sus manos sostienen el volante con más fuerza y yo comienzo a debatir qué tan prudente sería lanzarme del auto en movimiento en este momento. Porque Steve siempre actúa como un papá sobre protector, y sé que luce como un algodón de azúcar que no le haría daño a nadie, al menos no intencionalmente, pero también sé que cuando se enoja no es algo agradable de ver. Sobre todo si soy yo quien lo hace enojar más, además de Tony.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora