c a p í t u l o 10

6.1K 629 147
                                    

— 2 0 1 4 —

Escabullirme a mi departamento no fue fácil, no teniendo a Steve Rogers cuidándome las espaldas a cada segundo. Natasha fue quien ayudó en mi escape; mientras ellos se encargaban de descubrir la ubicación de lo que sea que estuviéramos buscando, yo debía equiparnos bien en cuanto a municiones, y hablando de una forma fácil, sólo podía conseguirlo en mi departamento.
Este trabajo te obliga a estar bien equipada en todo momento.

Era bastante irritante tener que entrar sigilosamente a mi propio departamento. Tener que asegurarme de que nadie me siguiera o estuviera a los alrededores. Incluso no podía darme el lujo de que mis vecinos llegaran a verme, justo ahora no podíamos confiar en nadie.

Fui tan cuidadosa en el exterior, que lo que menos esperaba es lo que encontré al llegar a mi destino. No sé cómo explicarlo, pero fue una sensación extraña lo que sentí aún cuando ni siquiera abría la puerta.
Para empezar, a simple vista todo era un desorden. Cosas rotas y regadas por el suelo o fuera de su lugar. Daba la impresión de que el lugar había sido saqueado, o simplemente buscaban algo que al final no encontraron.

No tuve tiempo de reaccionar o de siquiera pensar en lo que sea que haya pasado aquí. Mi respiración se cortó y un grito se quedó atorado en mi garganta. La persona que, según nuestras sospechas, había sido enviado a asesinar a Fury, era el mismo que estaba de pie en mi sala, observando la foto de James con mucha atención. Su rostro estaba cubierto, a excepción de sus ojos.
Pensé en salir corriendo, pero mis piernas se negaban a responderme. Sería estúpido creerme valiente y enfrentarme a él sin ningún tipo de apoyo.

Segundos después, mi espalda golpeó la pared con brusquedad. Mis ojos se cerraron por instinto, y al abrirlos me encontré con una mirada fría, perdida y atemorizante. Era difícil respirar con normalidad teniendo su mano en mi cuello, donde ejercía bastante fuerza además de colocar una pistola sobre mi cabeza. Si no moría asfixiada, un tiro en mi cabeza debería ser más certero.

Su mirada se dirigió a la cadena que colgaba de mi cuello. La observo por unos largos segundos y después de un rato sus ojos se abrieron aún más, y su mirada fría fue reemplazada por una de desconcierto. Mi visión comenzaba a nublarse, y poco a poco iba quedándome sin fuerzas. Él seguía mirándome, y por un segundo sentí algo familiar en esos ojos azules.

— Por favor. —alcance a decir con dificultad, y no estaba segura si alcanzó a escucharme.

Mi cuerpo cayó al suelo como si fuera una muñeca de trapo. Jale aire una y otra vez mientras tosía, mi vista fue regresando a la normalidad lentamente y cuando por fin pude ponerme de pie, él había desaparecido.

Me tomó un rato recobrar la compostura. Aún trataba de asimilar lo ocurrido. Por alguna razón quise llorar, y por otra no lo hice. Mi cuello me dolía, y viéndome al espejo podía ver unas marcas rojas en él.
Mi celular no dejaba de sonar, los nombres de Steve y Natasha aparecían aleatoriamente. Estaba segura de que si no atendía la llamaba, vendrían a buscarme y era precisamente lo que quería evitar. No quería que vieran este desastre, no quería que preguntaran y mucho menos quería escuchar los sermones de Steve donde me repetía que no debía andar sola.

Cambie mi ropa por algo que cubriera las marcas, tome lo necesario y salí tan rápido como pude. Si ese hombre pudo entrar a mi departamento tan fácil, era cuestión de tiempo para que vinieran por mi.

Una vez en el auto, trate de calmar mis nervios, mis manos aún temblaban. Pero por fin puse atención a mi celular. El mensaje de Nat se abrió automáticamente, no decía la gran cosa, sólo contenía una dirección.

{...}

No entiendo porque no pude traer mi auto. —reclame desde el asiento trasero— ¿Y en donde aprendiste a robar autos, Rogers?

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Where stories live. Discover now