XXVII

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"—¡Beraelt! ¡Ya despierta de una maldita vez!

El rubio se quejó en dormido, y giró en la cama, sólo logrando que la mujer junto a él más molesta se pusiera.

—¡Ya despierta! ¡Vamos! —le dijo arrodillándose en la cama, golpeándolo con el puño cerrado en el hombro—. Tampoco bebimos tantos para que no puedas abrir los ojos ¡Despierta!

—¿Qué demonios quieres, Dina? —gruñó molesto, sin abrir los ojos.

—¿Qué demonios quiero? ¡Había una maldita mocosa parada frente en la puerta! ¡¿No se suponía que era un lugar que nadie más conocía?

Se sentó rápidamente en la cama al escuchar aquello, alarmado.

—¿Qué? ¿Cómo era? ¿Hace cuánto fue?

—Pues, hace como veinte minutos. Y no lo sé, debía medir como un metro sesenta, cabello castaño, ojos azules.

—Demonios —gruñó saliendo de la cama, buscando su ropa.

—¿Era tu hermana? Diosa mía ¡Qué puta vergüenza!

—No, no era mi hermana, ella ni siquiera vive cerca de aquí —gruñó molesto, sin poder encontrar sus boxer.

¿Dónde diablos se los había quitado?

—¿Entonces quien era?

—Sólo ayúdame a buscar mi maldita ropa.

—Pues a mí no me hables así, malagradecido calentón —le dijo molesta—. Encima que me hiciste venir hasta este maldito lugar, en medio de la nada, en plena madrugada para follar ¡Me gruñes! Ni a mi marido le permito algo así.

—¿Sabes qué? Vete mejor, no quiero verte ni oírte ya —le dijo sin mirarla, tomando su pantalón.

—No necesito que me eches, idiota."

Entró corriendo a la zona de abordaje, e intentó que lo dejaran subir, sin poder conseguirlo. Si Zhanda quería abordar el avión, debía comprar un boleto.

Frustrado, y sin dinero, ya que no había llevado, no le quedó más que dejar ir el vuelo, el regresaría a Kanat'ma en su propio auto.

—Oye, niña, llámame cuando escuches este mensaje ¿Sí? Déjame explicarte lo que pasó —le dijo enviándole un audio.

¿Cómo iba a saber que Giselle regresaría a Eritma?

***

La jovencita bostezó mientras se dirigía a la parada del autobús, para poder ir a clases. El día anterior había sido realmente agotador, no volvería a hacer una cosa así jamás

Estaba por quitarle el envoltorio a un dulce, cuando un auto estacionó frente a ella.

—Giselle, al fin te encuentro. Sube, te llevo hasta tu colegio, y hablamos de paso.

—Gracias, señor Athana, pero tomo el autobús todos los días.

—Lamento lo que viste, no sé con exactitud que fue, pero déjame explicarte-

—No te tiene que explicarme nada, al contrario, le pido disculpas por entrar a su casa sin permiso. Y por favor, dele mis más sinceras disculpas a su mujer, si hubiese sabido que ella estaba allí, jamás habría entrado.

—Ella no es mí mujer, es sólo una chica que vino a hacerme compañía. ¿Quieres subir? No me gusta hablar de este modo —le dijo molesto.

Ella miró hacia atrás, comprobando que el autobús ya estaba a unas calles de allí.

—Gracias, pero ya está por llegar.

—Bien, ve a clases, hablaremos cuando salgas entonces.

Ella lo miró a los ojos, y luego negó con la cabeza.

—No tengo nada que hablar con usted, señor Athana —le dijo tomando su tarjeta para poder viajar—. Qué tenga buen día.

—Giselle.

La jovencita le hizo una seña para detener el autobús, y el rubio suspiró. Habían avanzado un paso muy grande con ella, y ahora volvían otra vez al primer escalón.

Ahora volvía a ser el "Señor Athana".

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora