Simplemente no podía. Su simple compañía se sentía tan amena, a pesar de que ninguno estuviera soplando palabras por la boca, era agradable. 

—Lamento lo de ayer, Astrid —confesó arrepentido. Comenzó a pasar sus dedos lentamente por su cabello, mientras miraba hacia abajo. Alzó la vista—. De verdad, si hubiese tenido su número le hubiese avisado que estaba en plena discusión con los jueces y que lamentaba no poder ir al café que yo mismo invité. Pero simplemente... John Allamand es un asno.

—-Tal vez es su reflejo —dijo Astrid, en un murmullo un tanto audible.

Al parecer las palabras salían y no se detenían. Avergonzada se levantó de su puesto, ignorando la presencia de Connor, el cual estaba caminando detrás de ella. Olive salió rápidamente impidiendo que Connor la acompañase hasta la cocina. Sintió como Claire la miraba con desprecio, pero siguió caminando hasta su casillero, de el cual sacó su bolso y retiró su delantal.

Dio un suspiró y se despidió de las personas que quedaban, saliendo apresuradamente para no ser detenida por Connor Hurst. Al salir de la cafetería sintió unos reconfórtales brazos deteniéndola y haciendo que volteara.

—Dios mío —exclamó Astrid. Sintió el corazón en la garganta y una delicada capa de color carmesí en sus mejillas.

;Cuando será el día que termine de ponerme roja por todo!

Connor rió suavemente, de una manera tan reconfortante que podría quedar escuchando su risa por el resto del día y olvidarse por completo del mal rato que pasó la noche anterior.

—Astrid, me gustaría hablar... Si no fuese mucho pedir —Astrid negó, y miró como las manos de Connor estaban posadas en su cintura. Las apartó rápidamente y acomodó su sweater.

—Si quiere puede caminar a mi lado, no se lo negaré es una vía pública claramente, pero si quiere —repitió— camine a mi lado y no diga nada.

Connor miró con gran incertidumbre a la chica. Seguía con sus ojos azules clavados en los suyos esperando una respuesta por parte de él. Era bastante tierna, tenía su nariz levemente roja como si fuera invierno y a través de aquella imagen las ideas desprendieron de su mente cual noche de sueños eterno, sentía que los copos de nieve caían en medio del verano, sin saber porqué le resultaba tan tranquilizante imaginarla en pleno invierno.

En cuanto ella empezó a caminar la siguió, como si un hilo invisible halara de él hasta Astrid. Fue la primera en hablar.

—Lamento haberle llamado asno, aunque no fuera explícito. No debí haberlo hecho después de todo lo que usted hizo por mí, fue impulsivo y muy estúpido —dijo—. Estaba enojada por lo que sucedió la noche anterior. Suelo ser un orgullosa cuando se trata de cancelar algo y lo que me hizo la noche anterior me hirió. Lo admiro bastante y no esperaba que me hiciera aquello —Connor levantó su dedo para poder hablar, pero Astrid siguió—. Si piensa que debe conocerme, no lo haga y tenga en cuenta que solo soy una fotógrafa y... aunque suene feo, no necesito de su caridad.

—Astrid, yo de verdad quiero conocerte. Al igual que tú a mí, te admiro bastante. ¿Crees que si otra persona me hubiese enviado fotografías la habría aceptado en Louvre? No la hubiese aceptado. Porque seguramente no era una persona realmente apasionada como tú, o por el mínimo hecho de no ser tú —aclaró Connor, paseándose de un lugar a otro buscando sus palabras—. Astrid, eres magnífica y créeme que no le doy esta oportunidad a cualquier persona. Quiero y necesito conocerte. Me interesa conocerte. No quiero que pienses que lo hice por John Allamand, descarta eso inmediatamente. Lo hice porque me enamoré de tus fotografías y no podía creer que una fotógrafa tan jóven fuera capaz de ello. Esa es la verdad, Astrid. Y todo es cierto —finalizó con una sonrisa en su rostro y sus labios secos. Tenía su ceño levemente fruncido y su respiración era pesada.

Across ParisWhere stories live. Discover now