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Cuando un niño de la casa de acogida era adoptado, todos los demás lo despedían en el pasillo de la puerta de entrada agitando pañuelos blancos

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Cuando un niño de la casa de acogida era adoptado, todos los demás lo despedían en el pasillo de la puerta de entrada agitando pañuelos blancos. Felix había despedido a muchos niños durante el tiempo que llevaba viviendo ahí, notando como siempre eran los niños más grandes quienes jamás cruzaban esas puertas con una nueva familia. Entonces comenzó a temerle a la idea de quedarse en la casa de acogida por siempre, pues aunque le encantase vivir con otros niños y jugar juntos durante horas, la idea de tener una familia era aún más tentadora.

Entonces un día aparecieron los Lee y se adoraron desde el primer momento. El proceso de adopción duró algunos meses que parecieron eternos, pero luego de tanta espera Felix fue despedido por sus amigos que agitaban pañuelos blancos para celebrar que había encontrado una familia. En ese entonces tenía cinco años recién cumplidos.

—¿Y a Minho le gustan los superhéroes? —preguntó jugando con la figura de acción del Hombre Araña que sus nuevos padres acababan de regalarle como obsequio de bienvenida.

—Mmm, la verdad es que no tanto. —sonrió su madre desde el asiento delantero. —A Minho le gustan más los peluches y las muñecas, pero estoy segura de que jugará a los superhéroes contigo si se lo pides.

En cuanto entraron al vecindario cerrado, Felix admiró cada casa grande y preciosa intentando adivinar cuál sería la suya. Se sentía tan emocionado de ver su habitación, de conocer a su hermano...

Al abrir la puerta de la casa, un niño de cabello castaño saltó del sofá y corrió hacia él, y sin decir una palabra lo abrazó con un cariño que Felix jamás había sentido en su vida. En ese momento, supo que amaba a su hermano sin siquiera conocerlo bien aún.

—Me llamo Minho y voy a ser tu hermano mayor, porque tengo seis —sonrió el niño mostrando la ausencia de sus dientes frontales y levantando seis dedos para mostrar su edad. Con cuidado, Minho tomó su mano y lo guió escaleras arriba. —Yo decoré tu habitación. Tiene una alfombra de gato, y muchos peluches y una lámpara de nave espacial y dejé algunos dulces bajo tu almohada pero no le digas a mamá porque no le gusta que comamos muchos...

Durante el resto de la tarde sus nuevos abuelos le contaron muchísimas historias y regalaron algunos juguetes, comieron cosas deliciosas que estando en la casa de acogida jamás pensó siquiera en probar y él y Minho jugaron hasta quedar exhaustos. Esa era la vida que Felix había soñado siempre, y no podía sentirse más lleno de alegría. A la hora de dormir, su madre lo arropó hasta el cuello en su cómoda cama nueva y besó su frente. El cansancio y la felicidad hicieron que Felix cayera dormido de forma rápida, ansioso por despertar para volver a jugar.

—¡Mamá, mamá! —se oyó en medio de la noche, y Felix despertó sobresaltado ante el volumen del grito. Se quedó congelado, sintiéndose asustado y sin saber cómo reaccionar; el grito provenía desde la habitación de Minho ¿Qué podría haberle ocurrido? De pronto se oyeron los pasos apresurados de sus padres y sólo entonces se atrevió a saltar de la cama e ir hasta allá para ver qué ocurría.

Dealer | ChanHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora