Capítulo 9

112 40 0
                                    

Cuando mi reloj marcó las diez y veinticinco de la noche, supe que era hora de volver a casa. Los talones me dolían mucho y quería descansar un poco, no sé, quizá pasarme todo el día siguiente en mi casa, en mi cuarto, sin hacer nada, quizá escuchando música o viendo películas con mis padres que ya habían salido a vacaciones desde el sábado y sabía que les iba a encantar la idea de pasar tiempo conmigo. Pero principalmente, quería llegar antes de las once. Ni un minuto antes ni un minuto menos.

Conociendo a mi madre estaría despierta esperando por mí en el sofá, como la noche de fiesta en casa de Finch.

—¡Hay que ir a la rueda de chicago!

—¿Ahora? —me desinflé al preguntarlo, no pude evitarlo, yo ya estaba planeando irme a casa. Alex me miró y asintió. Parecía una niña pequeña sonriendo y pegando brinquitos, así que no pude negarme.

Cuando el tipo nos puso el seguro de la pequeña cabina, Bryce inmediatamente puso sus manos en la barra metálica y tomó una pesada inhalación. Fue hasta ese momento que noté que no era muy fan de las alturas.

Yo estaba recostada al respaldar mirando lo que pudiera, aunque bien y ya lo había visto la primera vez que me subí con Alexandra y Verónica.

Mis manos volaron al frente, justo a la barra, cuando la cabina se tambaleo agresivamente de adelante hacia atrás. Eventualmente nos dimos cuenta de que la rueda entera se había estancado y las luces se apagaron. No me asusté, pero si que me puse nerviosa.

—Demonios.

Giré el rostro hacia Bryce y solté un risita nerviosa y sorprendida.

—Es la primera vez que te escucho decir una palabrota —mi comentario no le hizo mucha gracia, pues Bryce se quedó quieto todavía y miraba impaciente hacia abajo estirando el cuello.

—¿Qué habrá sido eso?

—¿Una falla? La resolverán pronto, no te preocupes. Aléjate del borde y no mires hacia abajo.

Bryce me prestó atención esa vez y se alejó del borde y se recostó al respaldar. Inhalación en silencio, pero exhaló en voz alta.

—No pensé que le tendrías miedo a esto.

—¿A la altura? —me miró— Bueno, todos le temen a algo —se removió en el asiento con incomodidad—. ¿Tú a qué le temes?

No tenía que pensarlo mucho. Le tenía miedo a las arañas, a mi madre cuando se enfadaba, a los perros ajenos y quizá un poco a las aves. Pero sabía perfectamente que Bryce no se refería a ese tipo de miedo.

—A la muerte —respondí sin titubear—. Me aterra perder a las personas que amo.

No me gustaba hablar de mis miedos. No me gustaba recordar que mi madre y mi padre algún día dejarían de existir y que me quedaría sola si el ciclo de la vida era justo y ellos morían primero. Tampoco me gustaba alejarme de mi ignorancia y recordar que la vida no es una vida, sino un instante. Que estábamos de pasada, que yo estaba de pasada y me moriría algún día. Que perdería a mi abuela y a Alex en algún momento, así como ya muchos lo habían hecho ya. Como mi padre.

Sentí un intenso pánico al tocar el tema en esa ocasión.

—¿También le temes a eso? —pregunté cuando se quedó callado. Sacudió la cabeza, pero su mente se hallaba en un lugar distante.

—No. No le temo —respondió—. Creo que las personas deben cumplir un ciclo y ese ciclo ya está escrito. No podemos hacer algo al respecto.

Te mentiría si te digo que su seguridad no me daba miedo y envidia en partes iguales. Se escuchaba tan tranquilo, como si ya lo hubiera aceptado tal cual. Quise aceptarlo también, porque quizá dejaría de vivir con ese miedo.

Quizás mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora