❀┇❝ U n o ❞

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Lia JiaHeng nació en la mejor posición que un "bastardo" como él, tendría, podría vivir con los lujos que solo él sentía merecer. Los crisantemos aquel día estaban en su mejor punto, su madre lloraba de felicidad y su padre era ejecutado; mientras que el pequeño de cara barnizada en rosadas tonalidades, chillaba sin saber realmente porque, solo sentía la necesidad de hacerlo. Su madre lo apretaba contra su pecho al ver lo pequeño que era, y sin embargo, lo grande que sería en el futuro. Lia JiaHeng nació un seis de noviembre en los años dorados del reinado de Zhang, siendo bendecido por la flor que le vió nacer; alegría, perfección y eternidad.

No había pasado más de un año cuando sus primeros pasos se hicieron ver de manera tan sofisticada que parecía increíble que fueran sus primeros andares; sus palabras ya habían sido pronunciadas más antes, pero no solía decirlas mucho, como si nunca las hubiera aprendido a decir. Su edad tan tierna le permitió aprender todo lo básico en matemáticas, astronomía, su madre le enseño a cocinar, y aunque no le salía muy bien, no podría decir qué era incomible. Los años pasaban y pasaban, cada día el pequeño de largos y negros cabellos, tan sedosos como las mismas emperatrices deseaban, ojos achinados color cafe oscuro bajo las pobladas cejas que le daban el aspecto intimidante que todo hombre desearía tener; una altura superior al normal, un metro ochenta y la belleza que le fue dada desde nacimiento; se volvía un hombre ante las miradas de los esclavos, las princesas y los emperadores que solían conocerle por sus maravillosos conocimientos. Lamentablemente sus padres le habían condenado a la soledad por algo de lo cual él ni siquiera entendía muy bien del todo.

Lia JiaHeng cumplía aquel día soleado de noviembre, sus veinticuatro años, un esplendoroso traje azul le cubría el cuerpo, arrastrándolo elegantemente por los suelos del palacio real, mostrando ante todos aquellos marginados en fealdad, lo que era tener porte y educación bajo un enorme y deslumbrante rostro perfecto. Su traje azul de seda no era lo único que se destacaba de él aquel día, ni tampoco aquella coleta y mechones largos y negros decorando amablemente su rostro, mucho menos la belleza que podría presumir si quisiera; aquel día era su cumpleaños y festejarían el increíble labor de JiaHeng en los tratados con los reinos vecinos y su increíble labor como maestro del primogénito de los Zhang, JiaShuai, el cual se encontraba vistiendo un traje similar a el suyo, solo que este tenía bordados de oro especiales para el, su color era negro y su corte era aún más fino, JiaShuai, quien hacía poco había cumplido los veintitrés, se encontraba a lado de Jiaheng, animandole a hablar más, pues el chico de vestido azul no era de muchas palabras.

-El pequeño JiaShuai tiene razón Heng.- le miro el emperador. JiaHeng, sin perder su expresión seria, levanto la mano con elegancia y negó.

-No me gustan las palabras innecesarias.- dijo, bajando su mano y colocándose en su pose inicial. Todos en la sala rieron por lo increíblemente serio del hombre, sin embargo, el emperador quería hacerlo ser más efusivo, pues sentía que la culpa le carcomía en su interior al ver a JiaHeng tan evasivo y frío cuando no había negocios de por medio. Y quizá sí que era su culpa, pues lo había sentenciado a no poder casarse ni amar a ninguna joven debido a la traición que su madre había cometido. La lamentable mujer había ido a rogarle demasiadas veces que preferiría la muerte que ver cómo su pequeño no podría amar con libertad, pero la decisión estaba hecha. Especialmente porque la emperatriz lo había dicho de esa forma.

-Mejor comamos, ¡Esto esta delicioso!- intervino JiaShuai al ver la mirada que su padre y su mejor amigo compartían. Ambos asintieron y la comida paso en tranquilidad, claro, sin la voz tan melodiosa del buen JiaHeng, quien degustaba sus alimentos en completo silencio. Cuando llego la hora de irse, JiaHeng despidió a todos con agradecimientos y pesadas reverencias, sin embargo, estaba feliz, pues era la hora que más le gustaba, la de dormir. Aquella hora en la que solo era él y su mente, aquella que le llevaba a esos lugares que los libros describían mientras él tomaba una mano imaginaria que le llenaba de amor, sin rostro, sin cuerpo, solo el sentimiento embriagador del amor sin saber que el amor aún no lo ha tocado.

︙❛ Un panda a domicilio ❜ ┇ ❝ Taoris ❞Where stories live. Discover now