Capítulo IX

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No resultaba fácil seguirle el rastro, pues la chica no permanecía demasiado tiempo en un lugar concreto. Cada dos años se mudaba a otra ciudad, se cambiaba de instituto, de casa y de apellido. Lo único que siempre dejaba intacto, era su nombre. Quizás porque le gustaba, o simplemente porque le recordaba a su antigua vida. Jane, aparte de ser rápida, también era inteligente, y nunca daba un paso en falso. No tenía móvil, ni ningún aparato electrónico con el que pudiera ser localizada, y en la base de datos era un fantasma, lo cual complicaba aún más su búsqueda. Era el único que había sido capaz de seguirle a donde quiera que fuese. Y después de tanto tiempo, tenía que encontrarme con ella. Y para eso, tendría que hacerle salir de su escondite. Metí la nota dentro del sobre y lo cerré. Le di la vuelta, y con una caligrafía perfecta, escribí su nombre en él. Sólo su nombre.

De día el bosque no parecía tan imponente y tenebroso. Crucé el viejo puente de madera del riachuelo y me adentré entre enormes árboles hasta dar con el nuevo hogar de Jane. Con un rápido movimiento, me escondí tras el tronco de un pino al ver que un chico salía justo en aquel momento de la casa. ¿Cuándo había decidido socializarse? Era la primera noticia que tenía de que se veía con un chico. Esperé hasta escuchar cómo se alejaban los pasos hasta desaparecer. <<Vía libre.>> Me puse la capucha y me acerqué con cautela. Cuando llegué al porche, me agaché haciendo crujir la madera bajo mis pies. Tenía que ser rápido si no quería que me descubriera. Metí la carta por el fino hueco que había debajo de la puerta y me marché. A la vuelta, reflexioné sobre lo que acababa de hacer, me había arriesgado demasiado yendo allí a plena luz del día. Si por casualidad Jane hubiera salido afuera, me podría haber reconocido y todo mi plan se habría ido al traste.

Lo único en lo que pensaba era en correr y no mirar atrás. Hasta que algo, o mejor dicho, alguien, me hizo parar en seco en mitad del bosque. Unos metros por delante de mí, dándome la espalda, se encontraba la persona que había estado correteando por el techo de mi casa días antes. Iba vestido con la misma ropa oscura y con la capucha puesta.

-¡Eh, tú!- le grité desde la distancia.

Éste, no movió ni un solo músculo. Di varios pasos hacia delante, pero volví a pararme al ver que alzaba la mano poco a poco hasta llegar a su cabeza. Me mantuve quieta, vigilando todos sus movimientos. En el momento justo en el que se quitó la capucha, sólo vi humo, y después, su cabeza, había desaparecido.

Mi propio grito me despertó. Agarré las sábanas con fuerza para asegurarme de que estaba en mi habitación, a salvo. Me había vuelto a quedar dormida.

Los días fueron pasando, las hojas de los árboles empezaban a cambiar de color y empezaba a hacer más frío. En cuanto a la relación entre Ben y yo, había mejorado notablemente; quedabamos después de las clases para estudiar en la biblioteca del instituto, comíamos juntos en el comedor y se podía decir que eramos oficialmente...amigos.

Ben sacó las llaves del bolsillo del pantalón y abrió la puerta de su casa.

-Adelante.- se apartó para cederme el paso.

Me adentré varios pasos, y enseguida vino su padre a saludarnos:

-Buenas tardes chicos, ¿qué tal os ha ido en el instituto?

-Hola, papá. Bien, como siempre.

-Y tú, Jane, ¿qué tal todo?- me preguntó con una sonrisa.

Aléjate de míWhere stories live. Discover now