Capítulo VI

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Cerré los ojos y me cubrí la cara con las manos. De repente, empecé a notar las puntas frías de acero en la frente, mandíbula, cuello, costillas, muslos...se presionaban contra mi cuerpo, pero...no sentía dolor. ¿Qué estaba pasando? Las lágrimas empezaron a cesar a medida que sentía cómo las paredes se alejaban poco a poco de mí. Aparté las manos de mi rostro y no pude contener un grito ahogado al ver cómo había dejado aquello. Los puntiagudos pinchos eran más bien metal aplastado...aplastado por mi cuerpo. Pero...¿cómo?

Saqué la cabeza del agua e inhalé todo el aire que pude.

-Rick.- dije con un hilillo de voz.

Esa era la persona que tanto daño me había hecho, el único que jamás pensé que sería capaz de hacerlo. Pero de todo lo malo se aprende. Gracias a él, comprendí que no se puede confiar en nadie. Y si todo el mundo te defrauda alguna vez, yo, no les daría la oportunidad de hacerlo.

Para cuando desperté del mundo de mis pensamientos el día se había convertido en noche y la única luz procedía de la luna, que se filtraba por la enorme ventana. Suspiré, quité el tapón y me levanté. Cogí una toalla y me la enrollé en la cabeza. Cogí otra, me sequé el cuerpo, me tapé con ella y recorrí el pasillo hasta llegar a mi cuarto. Abrí la puerta y oí un crujido que me llamó la atención. Me quedé inmóvil, con la mano en el pomo y agucé el oído. El silencio volvía a reinar. <<Imaginaciones mías...>> Pulsé el interruptor de la luz, pero éstas, no se encendieron. Lo pulsé varias veces más. Nada. Me di media vuelta y comprobé si las del pasillo funcionaban. Tampoco se encendieron.

-Menuda mierda.- gruñí.

Me dirigí al salón para solucionarlo, y cuando abrí el cajetín de la luz, volví a escuchar ruidos sobre mi cabeza. ¿Eran pasos? ¿Quién podía estar paseándose a esas horas por el tejado de mi casa? Meneé la cabeza. <<Probablemente sea algún animal...>> Me acerqué sigilosamente a la puerta de la entrada y me puse de puntillas para ver por la mirilla hacia el exterior. La luna brillaba encima de los altos pinos del fondo arrojando un poco de luz sobre el oscuro bosque. Todo parecía tranquilo. Cuando me iba a dar por vencida, una pierna que colgaba del techo apareció de la nada frente al pequeño agujero por donde yo miraba, después la otra, y por último, el intruso pegó un salto para bajarse del tejado aterrizando en el porche. No pude distinguir de quién podía tratarse, pues me estaba dando la espalda e iba de pies a cabeza vestido con ropa oscura camuflándose así con el entorno. El pulso se me aceleró, ¿podría oír latir mi corazón estrepitosamente desde ahí? Quería alejarme de la puerta e ir a esconderme a algún sitio, pero mis piernas no respondían. Cerré los ojos y apreté los labios con fuerza. <<No puede hacerte daño.>> Los abrí, preparada para enfrentarme al intruso, pero quien quiera que fuera la persona que se había colado en mi terreno, desapareció sin dejar rastro. Las luces del pasillo se encendieron. La luz había vuelto.

Al día siguiente Ben faltó a primera hora, y por poco no le dejaron entrar en la siguiente clase.

-Siento llegar tarde, ¿puedo entrar?

La señorita Michelson le fulminó con su mirada de unapalabramásytearrancolacabeza y le hizo un gesto afirmativo con la cabeza para que entrara.

-Gracias.

Se internó en el aula cabizbajo y se sentó en su pupitre, a mi izquierda. La profesora de física prosiguió con el temario, y en cuanto nos dio la espalda para escribir algo en la pizarra, posé mis ojos en el recién llegado. Algo le había pasado. La media sonrisa que llevaba siempre dibujada en el rostro había sido sustituida por unos labios temblorosos, que era lo único que se dejaba ver, ya que el flequillo le cubría la mayor parte de la cara. Le miré de arriba abajo: llevaba la camiseta medio metida medio sacada del pantalón, la chaqueta azul marino sucia, con manchurrones oscuros y las zapatillas negras...¿era barro lo que tenía en las suelas? Fruncí el ceño y tragué saliva. ¿Había sido él? ¿Me había seguido hasta mi casa? ¿Por qué? ¿Para qué...?

-¡Jane! Despierta.

Parpadeé rápidamente varias veces y de repente, sentí los cuarenta y ocho ojos de todos mis compañeros clavados en mí, a excepción de Ben, que seguía mirando al suelo.

-Lo siento.

-Ya tendrás tiempo de mirarle a Ben todo lo que quieras en el recreo, ahora, presta atención a mi clase y por favor, siéntate recta.- hizo una pequeña pausa mientras me enderezaba en la silla. -Y si tengo que volver a llamarte la atención, te irás directa a la calle. ¿Queda claro?

-Sí.- respondí avergonzada.

Cuando las clases se acabaron, me levanté de mi sitio y salí tras Ben, que se había marchado a toda prisa. Tenía preguntas que hacerle, y no me iría sin respuestas. Había conseguido hacerme perderle de vista durante la hora de comer, me había estado intentando evitar todo el día, y ni siquiera me había mirado ni dirigido la palabra durante las clases. Pero lo llevaba claro si se pensaba que iba a librarse de mí tan fácilmente.

-¡Ben!- le llamé siguiéndole de cerca. Éste siguió con paso firme su camino ignorándome, por lo que aceleré el paso y le cogí del brazo en el momento justo en el que se disponía a abrir la puerta de su coche.- ¿Podemos hablar?

-Mañana.- respondió él sin siquiera mirarme a la cara.

-No. Ahora.- dije tajante. Metió la llave en la cerradura de la puerta y la abrió. -¿Por qué me seguiste ayer hasta mi casa?

Nada más salir aquellas palabras de mi boca, el chico se quedó inmóvil en el sitio. <<Te pillé.>> Suspiró y se limitó a decir:

-¿Podemos hablar mañana? No estoy teniendo un buen día.

-¿De qué vas?- dije furiosa. -Te cuelas en mi casa, cortas las luces, me das un susto de muerte y encima de que vengo a hablar contigo a buenas, tienes la cara dura de decirme que estás teniendo un mal día. Te lo voy a repetir una vez más, pero no lo pienso volver a hacer. Segunda oportunidad: ¿Qué coño hacías ayer a la noche en el tejado de mi casa?

Cerró la puerta y se giró lentamente hacia mí. Abrí los ojos como platos sorprendida de ver aquello...¿Qué le había pasado en la cara?

Aléjate de míWhere stories live. Discover now