I. THE THIEF AND THE WITCH

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EL LADRÓN Y LA BRUJA

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LA mujer de cabellos oscuros profirió una risa entre dientes al ver desde la distancia como su fiel compañero saqueada los objetos valiosos de los pueblerinos distraídos por el espectáculo de un mercenario en medio de la plaza de Puerto Halcón.  Acomodó sus manos a cada lado de su cintura y dio un par de golpes en el suelo de madera con sus botas.

Uno de los pescadores se acercó hasta la conocida figura e inclinó su cabeza como muestra de respeto. Rheda se incómodo ante tal acción y espero que se recompusiera para hablar sobre los negocios que ambos tenían pendiente.

―Lamento comentarle, mi señora, que los barcos han zarpado hace más de dos lunas y de un tiempo hasta aquí han habido muchos conflictos con los vikingos― informó el hombre con cierto temor.

Si bien era cierto, la Bruja del Caos había pasado a la historia desde su huída de la Abadía de los Paladines Rojos y lo único que quedaba tras la faceta de aquel demonio era una jóven que velaba por su propia supervivencia moviéndose entre los pueblos de Camelot como un fantasma, pese a ello, las personas aún guardaban respeto hacía aquella leyenda por el miedo que inculcaban sus oscuros orbes.

―¿Hace cuanto tiempo?― quiso saber demostrando su típica indiferencia.

―¿Disculpe?

―¿Hace cuanto tiempo han tenido conflictos con los vikingos?― volvió a preguntar de manera más  específica.

―Dos inviernos atrás― confesó el hombre estrujando el mandil entre sus manos nerviosas. Rheda las rodeó con las suyas y le dedicó una mirada comprensible.

―Lo que peligra es su protección, tenemos un acuerdo y realmente me gustaría que usted lo cumpliera.

―Mi señora, por favor deme más tiempo para pagarle sus servicios― suplico el pobre pescador con los nervios a flor de piel.

La respuesta de la muchacha se vio interrumpida cuando un ruido fuerte resono por la plaza, dirigió sus ojos al lugar del impacto y se encontró con la figura de su compañero Fay frente a dos jóvenes desconocidas.

―¿Intentas robarme?― exclamó la que parecía ser mayor. Rheda apretó los dientes al fijarse en las miradas indiscretas de los pueblerinos y apresuro su andar en la dirección de loa hechos cuando el mercenario que anteriormente entretenía al público tomaba a su compañero de los hombros.

―¿Sucede algo, Froilán?― fingió falso desconcierto al estar frente a los presentes. El hombre de tez oscura dejo caer ambas manos a sus costados retirando el agarre y Rheda entrezalo su brazo con el del aludido.

Posó su mirada sobre las desconocidas con la neutralidad que la caracterizaba y evitó sonreír cuando la muchacha baja de cabellos naranjas golpeó la costilla de su amiga con un gesto de terror en su rostro. El aroma de Inefables se presento en el aire y la guerrera le dedicó una fugaz mirada a su compañero.

―¿Es usted la mujer de este ladrón?― las cejas de la jóven bruja se alzaron con incredulidad escuchando el tono altanero con el que la otra desconocida hablaba. Dejo salir una risa ante la suposición y negó con la cabeza estirando su mano desocupada hacía ellas.

―Mi nombre es Rheda.

Los labios de la Inefable se entreabrieron ante la sorpresa y un jadeo salió de la garganta de la muchacha de cabellos naranjas. La bruja sintió satisfacción al ser reconocida y las comisuras de sus labios se alzaron dejando ver dos pequeños hoyuelos en sus mejillas.

―¿Les haz robado algo a estás jóvenes, Froilán?― está vez giró su cabeza hasta el blondo que entrecerro sus ojos aparententemente ofendido y negó con su cabeza―. ¿Cuál es el problema, entonces?

―Ninguno, mi señora. Disculpe la molestia― habló por primera vez el mercenario saltando en defensa de las desconocidas que permanecían estáticas en su lugar. Rheda realizó un ademán con sus manos para que el trio se retirará de su vista y así fue, claro que quien se encargaba de alejar a las muchachas era el hombre de tez oscura.

―¿Qué obtuviste?― cuestionó  demandante hacia su compañero, éste  la miro detenidamente mientras ella seguía con su atencion puesta sobre el camino recorrido por las Inefables.

―Nada valioso. ¿Qué tal te fue con el pescador?

―No tenemos oro ni un pasaje seguro al Oeste― no falto el toque de amargura que decoro su voz.

Dejo salir un suspiro rendido para seguido encaminarse a los caballos que habían dejado fuera del pueblo y acarició su pelaje al subirse sobre el suyo. Su compañero iba a repetir la acción cuando de reojo vio que el cuerpo de la joven se balanceaba sobre el lomo del animal, se apresuró en posicionarse a su lado antes de que ésta cayera.

Rheda sintió un malestar recorrer su cuerpo e imágenes aleatorias se movieron por su mente indicándole el lugar y momento en el que su presencia era requerida. Cerró los ojos aferrándose a los brazos del blondo en un vano intento por apaciguar el dolor que sentía.

―¿Es la maldición de nuevo?― le pregunto el varón cuando los ojos de ambos chocaron. Ella negó.

―Merlín requiere de mi presencia.









La lluvia caía y el cielo temblaba en el momento en que la Bruja del Caos se adentraba a la oscura torre en la que el gran mago residía. Bajo su capa al llegar frente a la puerta de madera y espero paciente a que el hombre al otro lado la recibiera en sus aposentos.

Recorrió la estancia con sus ojos cuando Merlín le cedió el pasó y curiosa se acercó a una mesa de madera donde un par de libros yacían abiertos. Reconoció el dibujo de la espada Excalibur en los textos y recorrió con su índice el contorno de la imagen.

―¿Sabes lo que dicen sobre ti? Dicen que perdiste tu magia― mascullo la muchacha colocando su atención sobre el hombre mayor―. Me rehusaba a creer esas historias, pero he de confesar que ahora lo dudo.

―Se aproxima una guerra.

―Vivimos una guerra cada día, Merlín.

―Una guerra entre los Fay y la Iglesia― aclaró el hombre manifestando su preocupación.

―Los Paladines Rojos― la voz de la jóven salió en un susurro imperceptible.

―Y mi hija.

LEGENDS ↓ cursedWhere stories live. Discover now