Lars X: Detrás del velo

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Yrfa y su grupo estaban tardando demasiado y tenía un pésimo presentimiento. No me podía quedar tranquilo mucho tiempo y, aunque mis heridas ya habían sanado, sentía que me faltaba el aire todo el tiempo.

Vatias había sido un gran apoyo. Se había quedado conmigo todo el tiempo sin decir una palabra, pero eso era suficiente para que no me sintiera tan solo. El niño tenía una extraña sensibilidad y parecía que su propio sufrimiento lo había hecho más empático con los demás.

Sin embargo, ni siquiera su actitud consoladora era suficiente para calmarme, y cuando escuché que tocaban la puerta, el corazón me dio un vuelco. Por un instante, toda mi preocupación se esfumó y abrí la puerta con una sonrisa, completamente convencido de que las noticias que me traerían serían positivas.

La expresión del soldado me sorprendió, pero aún así sabía que Daria estaba bien. Cualquier otro escenario era simplemente imposible.

—Capitán Índigo, temo comunicarle que su Vastroo, Dariarastra Alinastre, ha sido asesinada por los atirios que la capturaron. El teniente Yrfa...

Me sentí aturdido y me convencí a mí mismo de que acababa de escuchar mal el mensaje.

—Soldado, hable claro, si no lo hace podemos tener un malentendido. Repita lo que dijo y no se confunda, por favor —dije con voz autoritaria sintiendo que mi cuerpo se tensaba. El soldado me vio extrañado y dudó por un segundo, pero luego volvió a hablar.

—Entiendo el impacto de la noticia, am irio, pero me temo que es verdad. Yrfa salió con un pequeño grupo de fardianos y volvió solo y bastante malherido. Ni siquiera pudieron traer el cuerpo de...

—¡No lo digas! —grité sin poder contenerme—. ¡No sé qué piensa Yrfa jugándome esta broma, pero no tiene ninguna gracia! ¿Dónde está ese imbécil? ¡Llévame con él ahora!

—Lo siento, am irio, el teniente está muy mal y Lord Morscurus me pidió expresamente que no permitiera que usted lo viera...

—¿Morscurus dijo qué? —pregunté indignado—. ¿Por qué demonios ordenaría eso? ¿Está burlándose de mí, soldado?

—No, para nada, am irio...

—¡Quítate de mi camino! ¡Iré a ver a Morscurus yo mismo!

—Pero, am irio...

Lo aparté de mi camino con un empujón y salí casi trotando de la casa. Estaba completamente fúrico y sabía que algo andaba mal. ¿Por qué los atirios habrían de secuestrar a Daria y luego asesinarla sin siquiera hacer el mínimo intento de negociación? Además, ella había salvado a Ace. Daria hubiera utilizado eso a su favor sin duda, no era ninguna tonta.

Entonces recordé la actitud de Ace durante el combate y no pude evitar pensar que era posible que alguien tan consumido por la ira ya no supiera lo que era el perdón. Después de todo, intentó matar a Daria cuando yacía herida frente a mí...

Caminé con más velocidad y pronto me encontré dentro del castillo. Tomé a un guardia por el cuello y este me miró asustado y sorprendido.

—¿Dónde está el virrey?

—Con el Consejo de Guerra en el tercer piso, donde siempre se reúnen...

Lo lancé a un lado y continué mi camino. Subí las escaleras de dos en dos y llegué bastante rápido a la sala. Ignoré a los guardias que estaban frente a la puerta y entré sin pensar dos veces en las consecuencias.

Lord Morscurus y Viderius se levantaron de sus asientos en cuanto me vieron y calmaron a los otros dos miembros del Consejo de Guerra, que lucían muy indignados por mi intromisión.

El Halcón y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora