Ace IV: Volviéndolo a pensar

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El humo en mis pulmones no me dejaba respirar, pero luego de exhalarlo, el aire limpio regresó a mi pecho. Me costó entender lo que acababa de pasar, pero luego de calmar la mente un poco, vi que estaba de nuevo en aquel sótano húmedo en el que había despertado hacía un rato. Gili y Lucio estaban sentados frente a mí, y detrás de ellos había otros atirios observándome con detenimiento.

—Respira con calma —dijo Gili.

—¿Ahora entiendes por qué no puedes ir solo? —reclamó Lucio—. Nos necesitas, Ace. Y nosotros a ti —añadió esperando que esta vez accediera a su propuesta anterior.

Me mantuve en silencio unos segundos, calmé mi respiración y traté de levantarme, pero el dolor que me aquejaba invadía cada zona de mi cuerpo y mi mente aún amenazaba con apagarse. Gili le hizo una seña con la mano a uno de los atirios detrás de él. Este salió de la habitación.

—¿Quién era él? —pregunté con voz rota—. El soldado al que me enfrenté... ¿Cómo se llama?

—Lars Índigo —dijo Gili con voz neutral—. Es un capitán de las tropas fardianas, un Medar y la mano derecha de Morscurus.

Sus palabras me obligaron a levantar la cabeza. Miré a Gili, y luego pasé mi mirada a la de Lucio.

El atirio que se había ido regresó con un tazón de madera en sus manos. Pasó entre sus compañeros y se acercó a mí en silencio. Me acercó el plato a la boca para que bebiera su contenido.

—Bebe eso, te ayudará —dijo Gili.

El líquido era amargo y dejó mi garganta peor que el humo que había tragado. Tosí y boté una parte al suelo.

—Es un extracto de pelaje de vide. Te aliviará el dolor por un rato, no podemos dejar que te desmayes —agregó Lucio.

Lucio le hizo una seña al atirio para que me diera el resto del medicamento. Lo bebí hasta dejar el tazón vacío y recosté mi cabeza por un momento. Poco a poco, las zonas de mi cuerpo se fueron entumeciendo y el dolor se desvaneció casi por completo. Comencé a sentir mis extremidades de nuevo sin nada que me molestara en demasía. Me levanté hasta quedar sentado sobre la cama.

—¿Te sientes mejor? Es un tipo de sedante, pero no te dejará inutilizado. Tu dolor desaparecerá por varias horas y tus heridas se aliviarán más rápido... —continuó el farcro.

—Para llegar a Morscurus, necesito vencer a Lars primero. ¿Cómo hago eso?

Mi voz empezaba a recuperarse. Gili y Lucio se miraron con preocupación. Los atirios que estaban presentes comenzaron a murmurar entre ellos.

—Precisamente por eso te necesitamos —contestó Lucio—. Lars es extremadamente fuerte y hábil. Siempre está diez pasos delante de nosotros, como si se anticipara a cada uno de nuestros movimientos.

—Tuviste suerte de salir con vida. Muy pocos sobreviven a la espada de Lars —agregó Gili.

—Para derrotarlo necesitas amigos. Nosotros te ofrecemos eso —dijo Lucio extendiendo su mano hacia mí.

—Nosotros no somos amigos, sé la diferencia —dije mirando a Lucio a los ojos. Él bajó su mano y frunció el ceño—. No es personal —agregué—, simplemente, no confío en nadie, porque la única persona en la que confiaba ya no está.

—¿Atala? —preguntó Gili.

Escuchar su nombre se sintió como si me clavaran un cuchillo en una herida abierta.

—¿Cómo conoces ese nombre?

—Lo repetiste una y otra vez mientras estabas inconsciente... —contestó Gimli con un tono compasivo.

Suspiré pesadamente y traté de continuar como si nada sucediera, pero lo cierto es que mi pecho se sentía apretado y me costaba respirar.

—Lo único que quiero es recuperar su cuerpo y darle a Morscurus lo que se merece. No me interesa otra cosa —afirmé una vez más.

—No tienes que ser nuestro amigo entonces, Ace —respondió Lucio—. Puedes aceptar nuestra ayuda para cumplir tu misión y nosotros podemos usar la tuya para cumplir la nuestra. Luego puedes seguir tu camino.

La idea de continuar mi cruzada en solitario no salía de mi cabeza, pero en el fondo sabía que iba a fracasar si tomaba esa decisión, especialmente si volvía a encontrarme con ese tal Lars.

Mientras pensaba, una mariposa entró por la ventanilla del sótano y se dejó iluminar por el haz de luz que nos permitía vernos las caras. Fue bajando poco a poco con un aleteo delicado mientras yo la observaba. Los atirios, sin darle importancia al insecto, me veían en silencio esperando a que cambiara de opinión. La mariposa aleteó un par de veces más y se posó sobre mi pie. Abrió y cerró sus alas con calma, como si no temiera nada. No sé cómo lo logró, pero esa pequeña criatura calmó mi alma por un instante.

—Ayúdenme a recuperar el cuerpo de mi esposa y a vengar su espíritu —dije sin desviar mi mirada de Lucio.

Él y Gili sonrieron y Lucio me dio la mano para sellar el trato.

—Ahora necesito saber todo sobre ese Lars —comenté impaciente.

—Si vas a enfrentarte a uno de los fardianos más poderosos de Gargos, vas a necesitar entrenamiento, amigo mío —dijo Gili.

—¿Y quién de ustedes será mi entrenador? —pregunté iluso.

—Ninguno —contestó Lucio—. Tu entrenamiento será diferente al del resto de los atirios. Tú debes ser entrenado por un Medar.

—¿Y dónde está ese Medar? —pregunté.

—Neville no está lejos, pero debemos partir cuanto antes —dijo Lucio sin dar lugar a peros.

Suspiré esperando haber tomado la decisión correcta y miré mi pie en busca de aprobación, pero la mariposa ya no estaba.

Suspiré esperando haber tomado la decisión correcta y miré mi pie en busca de aprobación, pero la mariposa ya no estaba

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El Halcón y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora