CAPITULO I : La novia.

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"–Sin duda alguna. Ya hemos convenido que seremos la pareja más venturosa de la tierra. ¿Estás contenta, Jane? ¿Te gustará tener a Darcy por hermano?

–Mucho, muchísimo, es lo que más placer puede darnos a Bingley y a mí. Y tú, ¿le quieres realmente bastante? ¡Oh, Elizabeth! Haz cualquier cosa menos casarte sin amor. ¿Estás absolutamente segura de que sientes lo que debe sentirse?"

Orgullo y Prejuicio, Jane Austen.

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Sus zapatitos forrados de satén blanco colgaban delicadamente de sus pies. Ella los balanceaba, lentamente, mientras terminaban de maquillarla. Sentada ahí, sobre el taburete alto, suspiraba impaciente a que la señora Couffaine terminara su trabajo.

¡Qué día más largo! ¡Qué mañana tan cansina! Habían insistido sus padres en que ella saliese lista desde su casa en el céntrico distrito XVIII parisino, lo cual implicaba que todo el enjambre de amistades femeninas revolotearan a su lado, ya sea para ayudarla en el baño, a ponerse el vestido, a calzarse o por último, a maquillarse.

¡Algo viejo! y el velo de la abuela Gina apareció sobre su delicado peinado recogido con delicados ondulaciones recién hechas.

¡Algo azul! y la joyería de zafiro, pendientes y colgante, cortesía del novio, brillaron ostentosos sobre su blanca piel.

¡Algo nuevo! y su vestido blanco, de la firma Agreste, lucía exuberante sobre su delicada forma.

¡Algo prestado! y la diadema de las Vanily, trasmitido de generación en generación, aseguró el velo sobre su cabeza, dándole un toque regio acorde con la ceremonia propuesta.

Bufó exasperada ante tantos preparativos, ¿acaso nadie había pensando en la angustia que la carcomía? ¿en la ansiedad que la agobiaba? Estaba intranquila y ella sabía porqué. Quería casarse, y ya!

¿No importaba más el amor antes que cada preparativo? Si por ella fuera, estaría casada desde hace mucho. Pero la familia, siempre insistente, terminó por convencer a los novios y entonces se organizó una boda fastuosa, en plena primavera, parcialmente al aire libre, con doscientos invitados, dos orquestas, una pista de baile, recepción, champagne a raudales y cinco platos para alimentar a todos. Y una calesa para la novia, por supuesto.

Suspiró, ya cansada de todo. ¿No entendían que necesitaba verlo ya? Mirarlo a los ojos y susurrarle su amor, sus promesas de fidelidad y de buena fortuna, rogando al destino por una larga vida a su lado, con sus penurias y tristezas, con sus alegrías y bendiciones. Lo necesitaba ya, necesitaba verlo.

Cuando decidió mandar al diablo a todos, la señora Couffaine emitió una leve exclamación, sumamente rara en ella y dijo: "Oh, lala, la novia más bella acaba de nacer". Y era cierto.

Mucho tiempo después, se comentaría lo hermosa que estuvo Marinette Dupain- Cheng el día de su boda, lo nerviosa que estuvo cuando dijo "sí, acepto" y el candoroso beso que compartió con el novio cuando el celebrante lo indicó.

Pero ahora, se incorporó súbitamente, haciendo tambalear el velo y la diadema, se acercó al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación y entonces, solo entonces, dejó que el alivio y la alegría la invadieran. Estaba lista.

Giró sobre sí misma, radiante y feliz. 

- Ya es tiempo, entonces- habló. Su padre y el resto de amigos, asintieron. Uno a uno se fueron despidiendo con la promesa de volverla a ver ya sea en la ceremonia o en la recepción. Ella les agradeció con una sonrisa y con una mirada dulce. Su madre tomó sus manos y las besó.

La boda -  MLB.  ****Felinette****Donde viven las historias. Descúbrelo ahora