Capítulo 9: Protector

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El hospital se había convertido en un total infierno en menos de cinco segundos, una guerra campal se había instalado en la habitación doscientos diez del tercer piso. Verde contra rojo, masculino contra femenino, conejo contra tigre… creo que entendieron.

—No puedo hacerlo, entiéndelo —rogaba un nervioso peliverde.

—¿Qué significa eso de que no puedes, eh? —la rabia en su voz no hacía más que aumentar— No es tu primera vez ¿ Por qué no puedes simplemente hacerlo, Pelusa?

—Podría matarte o dejarte muy lastimada, no me lo perdonaría si eso pasara —sus ojos empezaron a humedecerse con el atisbo de dramáticas lágrimas.

—No lo volveré a repetir imbécil ¡Llama a la maldita vieja! —gritó con todas sus fuerzas, si no estuviera vendada de pies a cabeza seguramente hubiese sacudido a Midoriya hasta el cansancio.

—Estás excesivamente lastimada, si ella usara su kosei en ti habría consecuencias —explicó el menor—. No la llamaré.

Y con esas palabras la discusión terminó, Yune se dio cuenta de dos cosas; una era que Midoriya le había plantado cara negándose a su petición y la otra era que cuando él se ponía serio su voz salía más masculina ¿Siempre hablaba así o era ahora que ella lo notaba? Más importante ¿Qué hacía ella notándolo?

—Pero ella te curó… Agh, bien —se resignó de mala gana la pelirroja girando su cabeza en la dirección contraria a Midoriya.

Solo eso bastó para que la habitación quedara en un rotundo silencio, incluso el pecoso se sorprendió de que ella aceptara su negativa, aunque duraron un aproximado de media hora discutiendo el asunto, incluso Saruki decidió salir de la habitación para darles espacio.

—Sabes que debo ir –expresó en voz baja la chica—. Persiguen a los mukosei, debo hacer algo.

Izuku la entendía, la comprendía más de lo que Yune pudiera imaginarse, pero sabía que era riesgoso. El kosei de Recovery Girl era sin lugar a dudas un arma de doble filo, si bien sanaba a las personas en un tiempo insuperable, también las dejaba sin la más mínima energía. Podía imaginarse que si era usado en Yune, quien tenía el noventa por ciento de sus huesos rotos, las secuelas serían adversas. No iba a permitir que eso pasara, pero sabía que no podía quedarse de brazos cruzados por mucho tiempo mientras algo grande estaba pasando en las calles.

—Creo que deberías dejarlo —su voz salió débil, no quería decirle eso a la pelirroja, pero no había otra opción debido a la condición física de esta—.Puedo hacer las cosas a partir de aquí.

Yune giró su cabeza tan rápido que llegó a sentir su cuello doler, de seguro había escuchado mal lo que Midoriya le había dicho ¿Le estaba pidiendo que abandonara todo? ¿A ella? Ridículo.

—Voy a culpar a tu falta de sueño y fingiré que no me has dicho eso —siseó amenazante, le estaba dando la oportunidad al chico de redimirse, algo que ella nunca hacía.

—Hablo enserio, Yune, no deberías continuar en esto —suspiró, nunca pensó que diría las mismas palabras que una vez fueron usadas con él—. No puedes hacerlo.

La incredulidad era el sentimiento que en ese momento albergaba Yune, no podía creer que precisamente él estuviera diciendo eso. Es verdad, la suerte no le había favorecido con los últimos encontronazos ¿A quién no le ha pasado alguna vez? Sin embargo no era razón para dejarlo todo de lado, aquello se había vuelto algo importante, incluso personal. Además ella no era del tipo de personas que se rendían ante el primero, segundo o tercer obstáculo; había pensado que Midoriya se había dado cuenta de eso.

—¿No puedo hacerlo? ¿Qué te hace pensar eso Midoriya? —buscó los iris ajenos, debía verlo a los ojos—¿Lo dices porque soy mujer o porque soy una mukosei?

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