Capítulo 3: Los héroes también compran

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Han pasado exactamente dos semanas desde mi suspensión, siendo sincera pensé que sería mucho peor, pero no ha sido así, honestamente no extraño volver al trabajo, no quiero decir que no quiera ser policía, pero poner multas, recordar leyes de tránsito y dirigir el tráfico digamos que no es lo mío, no me apasiona, algo que he hecho muy fácil de notar.

¿Cuándo fue la última vez que hice algo que me apasionara?

No lo recuerdo o simplemente no he hecho algo así. Tal vez si sintiera la adrenalina de una persecución, la presión, la intriga de resolver algo oculto, encontraría en ello algo digno de mi pasión. Ah, solo pensar eso me emociona.

¡Pero ese grandísimo hijo de su sociable madre, que es mi superior, no me permite hacerlo y de paso me suspende!

Calma Yune, como siempre te dice Do, no sucumbas ante la ira, me suspendió por una buena razón.

¡Y una mierda de buena razón, tanto le costaba a ese pedazo de pelusa verde decirme ¨Oh soy un héroe por eso no puedo salir ¨ o simplemente pudo no haberse parqueado en esa zona!

—¡Estúpido señor Tsukomi, estúpida pelusita con pecas, estúpidos todos! —maldigo sentada aun en posición india y con los ojos cerrado, el olor a incienso llega hasta mis fosas nasales, tenía el objetivo de calmarme, pero por lo que veo no se ha logrado.

—Yune te he dicho que no ofendas a tus semejantes —me regaña Do sentado a un lado mío en la misma posición—, creo que la meditación no es lo tuyo.

Al instante adquiero una pose más relajada y apoyo mi mentón en mis manos que están posicionadas en mis piernas aun cruzadas.

—Es que me enoja tanto, el que se equivocó fue él, no yo.

—No le eches toda la culpa —me regaña—, usaste métodos innecesarios para con él, pobre muchacho.

¿Pobre muchacho? ¡Pobre yo!

—Además pensé que te había agradado —me mira por fin.

—No es que me haya agradado, solo me es fácil de tolerar —aclaro.

—Entiendo.

Al ser una persona que padeció de problemas de ira, lo primero que me enseñó mi psicólogo es la tolerancia y el modo de usarla. Debo entender a las personas como son y respetarlas. Exceptuando a Saruki, tío Yuzo y Do, yo catalogo a las personas de dos formas diferentes: fáciles de tolerar y difíciles de tolerar.

Los fáciles de tolerar son esas personas a las que les permito sentarse al lado mío e intercambiar de vez en cuando alguna que otra conversación, nada más. Ese es el caso de Midoriya.

Y los difíciles de tolerar son aquellas personas con las que no quiero ni siquiera compartir el aire, me dificultan mucho la tarea de controlar mi ira. Por suerte, con los pocos casos que me he topado he logrado contenerme y no echar por tierra todo lo que he avanzado.

—No crees que es hora de que dejes eso –vuelve intervenir Do con una mirada preocupada, yo se la devuelvo aun sin entender de qué está hablando—, lo de las personas tolerables y poco tolerables.

—No —le respondo, mi tono de voz salió más duro de lo que en verdad quería.

—Yune, Yuzo y yo no estaremos aquí siempre, quisiera irme sabiendo que no te dejé sola, que te quedas con una familia —me toma de las manos suavemente y me mira a los ojos suplicante.

—Aún falta mucho para que ese día llegue…

—Eso no lo sabes, nadie lo sabe —aprieta mis manos—. No me conformo con que el único placer que hayas sentido es el que te da tu orgullo.

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