Capítulo 15 - Algo inesperado

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Mi padre fregaba los platos de la comida mientras mi madre y Yuna charlaban sin parar.  Durante toda la comida Ken y yo habíamos estado en pleno silencio, de vez en cuando nuestras miradas coincidían, ero Ken la apartaba con rápidos movimientos.

De verdad que no entiendo como hemos acabado en esa vergonzosa situación, pero aún ahora siento mi corazón estremecerse por ello y a mis mejillas enrojecer.

- Oye chicos, necesito que vayáis a comprar algunas cosas para luego cuando vengan vuestros amigos. – nos dice mi madre.

- ¿Ahora? – preguntamos los dos.

- Si, ahora.  Son las cuatro pasadas ya está abierto el bazar y no tenemos patatas para picar.

- Me dijiste que teníamos de todo. – me queje levantándome de mi silla.

- Haberlo comprobado tu chica. – dice mi madre fingiendo un tono de enfadada pero que estaba claro que estaba bromeando. – Deja de rechistar e id rápido.

- Me iré a cambiar de ropa, ahora vuelvo. – dije dejándolos atrás hablando entre ellos.

Me vestí con lo primero que pille del armario, que consistía en un pantalón negro corto, una camiseta roja y unas sandalias.  Volví a la cocina y todos estaban en sus sillas en silencio.

- Ya podemos irnos. – comenté cogiendo el monedero que mi madre había dejado en la mesa. – Hasta ahora.

El ruido de los coches al menos contrastaba con el silencio que teníamos entre los dos.   Tenía que hacer algo para romper esta incomodidad que se había creado, pero por mucho que pensara no sabía qué hacer.  Mi mente solo quería saber el motivo de su reacción, o al menos ver si concordaba con lo que pensaba.

Ken sacó el móvil y escribió un mensaje algo corto.  Parecía más dispuesto a crearle atención al aparato que a mí.

- Ken… - susurro tímidamente. – Esto… Lo que ha pasado…

- Es aquí. – me corta sin descaro entrando en el bazar.

Bueno, supongo que esto es lo que hay, ya no tengo fuerzas para insistir, me siento débil y cansada de esto.  No puedo hacer que vuelva una persona que quería, esta es la misma persona pero con dos años las personas cambian.  Y eso es lo que debo aceptar.  Aunque lo llame Ken ya no tiene validez, eso no hará que vuelva mi gafotas risueño.  No tiene caso que me infunda en falsas esperanzas que no van a llegar a ningún lado, aunque es muy difícil que eso cale en mí, pues aún creo firmemente que tengo razón en lo que pienso y aunque me sienta débil no desisto en mi lucha.

- ¡Akane! – me llama Ken chasqueando los dedos frente a mis ojos. - ¿Qué patatas prefieres?

- ¿Eh? La que sea me da igual.

- La roja me gusta más. – dice guardándola en la cesta que lleva.

- ¿Por qué levas una cesta?  Solo necesitamos unas patatas.

- Tu madre me ha encargado un surtido de galletas, refrescos y más patatas.

- Entiendo… -digo resignada, ya me habla con normalidad, pero eso implica que no le presta atención a lo sucedido.

Cogemos una Coca-Cola  y nos movemos al estante de las galletas donde Ken se debate entre un gran surtido de variedades como si la vida le fuera en ello.

- ¿Puedes escoger una de una vez? – pregunto asqueada de llevar tanto rato frente a las mismas cajas. – tenemos que llevar aquí casi quince minutos.  A este paso llegaran antes los chicos que nosotros.

- No exageres.  De todos modos aún tenemos que pasar por otro sitio.

- ¡Venga ya!  ¡Ken, llegan a las 5!  ¡Tengo que arreglarme todavía!

- Que quieres que te diga, yo solo cumplo órdenes.

- Bien, pues nos quedamos con estas galletas. – digo agarrando las primeras que pillo.

- Pero las otras son mejores… - se queja Ken.

- Haber sido más rápido.  Venga a la caja.

Después de una horrible cola pagamos y salimos de nuevo a la calle para ir al sitio que dice Kentin.  No me ha contado mucho acerca de dónde vamos, solo dice que su madre tiene que reservar hora en un sitio y tenemos que ir a guardársela en cuanto antes.  La hora en mi móvil marca las 4:50.  No llegamos a casa antes de las cinco ni por asomo.

- ¡Por dios Kentin!  ¿No puedes ir un poco más rápido? – estallo perdiendo la paciencia.

- Calla, no recuerdo donde es… - dice mirándome bastante perdido.

- Me estas tomando el pelo. – el niega con la cabeza y mira alrededor. – Dime donde vamos, tal vez yo lo sepa.

- Espera, creo que es por ahí.

Arrastro los pies tras él dando vueltas por las calles como tontos, paseamos sin rumbo y en círculos.  He pasado por la misma calle de casitas blancas unas tres veces.  Estoy muy cabreada con él.  De repente le suena el móvil y se detiene en seco.

- ¿Quién es? – pregunto llena de curiosidad.

- Nadie. – dice cortante. – Vamos esta vez tiene que ser la definitiva.

Damos una vuelta cambiando completamente el rumbo que hasta ahora habíamos tomado y acabamos frente a un edificio alto.

- ¿Aquí?

- Si, es la oficina de un abogado.

- ¿Para qué quiere tu madre un abogado?

- No tengo ni idea. – dice encogiéndose de hombros sin preocuparse nada por el asunto.

El conserje nos abre la puerta y subimos en ascensor hasta la planta 14, la última para ser exactos.

Paseamos por los pasillos forrados de alfombras rojas hasta que Kentin se detiene en una puerta, no puedo evitar fijarme en el hecho de que no hay ninguna placa con el nombre del abogado ni nada por el estilo.

Kentin pica al timbre, se oyen unos ruidos al otro lado pero nadie abre la puerta.  Vuelve a picar con más insistencia hasta que decide picar con los nudillos en la puerta y esta se mueve ligeramente.

- Está abierto… - dice remarcando lo ya visto.

- Habrán matado al abogado y se han dejado la puerta abierta al salir huyendo. – bromee haciendo una de mis teorías descabelladas.

- Es una muy buena teoría, entremos a comprobarlo. – me dice dedicándome una de sus hermosas sonrisas.

Abre la puerta del todo y ambos entramos en la habitación que está en absoluta oscuridad.  Las luces se encienden de repente y…

- ¡¡Felicidades!! – gritan todos mis amigos, Yuna y mis padres tirando confeti por la habitación.

Permanezco inmóvil frente a ellos, alucinando con la situación.  No me lo esperaba en absoluto, aunque si te lo planteas bien todo el día ha sido muy raro.

- No me digas que ya lo sabías… - dice mi madre.

- Para nada.  Ni siquiera lo he sospechado.  Muchas gracias a todos. – digo casi con lágrimas en los ojos de la impresión que me ha causado la maravillosa sorpresa.

Estoy emocionada y muy feliz, no contaba con algo así.  Pensaba pasar mi decimoctavo cumpleaños picoteando en casa con mis amigos.  No algo tan espectacular como esto.  Mis amigos me empezaron a felicitar uno por uno y a darme besos, todos reíamos y disfrutábamos del momento que me estaban regalando.

La sombra de Ken [CdM FAnfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora