19. Tras despedirse, una confesión

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La luna había elegido ocultarse tras las nubes y ni una sola estrella parecía haberse rebelado a mostrarse sin el satélite en el cielo así que aquella, era una noche fría y oscura de finales de noviembre, perfecta para esconder la vergüenza de un hombre humillado a quién ni el título de príncipe parecía librar de la etiqueta de ladrón. Dando una mirada al palacio a sus espaldas, Ten se recordó que había prometido no llorar, suficiente tenía con marcharse tras haber sido acusado injustamente y no pensaba perder el orgullo y la dignidad que aún le quedaban.

No había nadie en la entrada para despedirle, ni guardias ni personal del palacio, mucho menos el príncipe o alguno de sus amigos, dolía saber que la única persona acompañándole era el chofer asignado para llevarlo al aeropuerto pero, de alguna forma extraña, Ten prefería que fuese de esa forma, al menos, ser valiente era sencillo si se estaba solo. Miró una vez más el palacio y recordó las esperanzas y sueños con que había llegado (siempre le había gustado SeHun y mientras pudo quedarse, creyó haber estado haciendo algo bien con su alteza) antes de decirles adiós.

— ¡Ten, espera! ¡Ten! — lo llamaron, a nada de subir al auto para salir del patio. No había necesidad de preguntarse quién sería la persona pidiendo por él y aunque hasta ese momento prefería marcharse sin encontrarse con nadie, el tailandés no pudo evitar girarse para ver a LuHan corriendo hacia él, tan apurado que golpeó su cuerpo con fuerza en el momento en que se lanzó a abrazarlo.

— ¿Q-Qué estás haciendo aquí? — le preguntó Ten, al oído, sintiéndose temblar bajo sus brazos que lo aferraban con fuerza. Le costaba respirar tras haber corrido pero eso no mermaba ni un poco sus deseos por estrecharlo contra sí y no dejarle ir.

— No podía dejar que te fueras, no así, no de esta forma — le respondió LuHan, apartándose un poco para verlo a los ojos — Yo sé lo que vi en tu habitación pero sé también que no importando las pruebas, tú no eres un ladrón. Sé que tu corazón es tan puro como tu sangre y sé, malditamente sé que si te hubiera dejado ir sin decirlo, no habría sido un verdadero amigo para ti.

Sus palabras iban acompañadas de la fuerza de sus dedos sosteniendo sus hombros y el peso de su mirada, tan firme y poderosa que parecía como si el aro dorado que rodeaba el iris de sus ojos se incendiara. Había sinceridad, fuerza y tanto, tanto cariño que Ten no pudo más. Las fuerzas con que se había armado para resistir hasta estar en el avión lo abandonaron, su rostro cayó a la altura del pecho de LuHan mientras el llanto lo opacaba todo, igual que el sonido de sus sollozos. El rubio le sostuvo sin pensarlo, lo abrazo todavía más fuerte y le acunó entre sus brazos hasta que se tranquilizó.

— Un príncipe no debe llorar, alteza. Por favor, no deje que el llanto arruine su hermoso rostro — le dijo, pasando los dedos por sus mejillas — Es imposible pedirte que te quedes pero, Ten, si te marchas esta noche, quiero que lo hagas como haría un rey. Quizás soy cruel por mencionarlo justo ahora pero no puedo evitarlo, estoy seguro que de no ser por esto... tú...

— No, no me mientas, LuHan. Si eres mi amigo, no me dejes ir creyendo una mentira — le pidió el tailandés — Sabía que me engañaba al imaginar que el príncipe me elegiría... Nunca tuve su atención de la forma en que lo deseaba, sus ojos jamás me miraron con tanta intensidad y sus sonrisas, joder, jamás podría provocarle tanta alegría como la que tú le brindas con solo entrar a la habitación. ¿Y tú lo sabes, no? ¿Sabes que él te ama como un hombre ama a otro, verdad?

— Lo sé — aceptó Luhan sin atreverse a mentir — Yo... Yo también lo amo, Ten. Perdón sí parece que lo arrebaté de tus brazos, tú... Eres un príncipe y yo... Jamás mereceré amar a SeHun...

— ¿Es en serio? ¿Me dices eso después de llamarle por su nombre? — se burló Ten y le pegó con el dedo en la nariz — Para empezar, no me arrebataste nada. Él nunca fue mío y ahora entiendo, que jamás lo habría sido. En segundo lugar... No seas tonto, LuHan, no te niegues a entregar el corazón cuando su alteza ya ha puesto el suyo en tus manos, no te prives de encontrar la felicidad por pensar en tu hermana porque créeme, ella no pensaría en ti estando en tu lugar.

El rey [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora