4. Secreto con la Luna

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El bullicio que reinaba en el salón estaba comenzando a fastidiarlo cuando la oportunidad de huir se presentó y LuHan la aprovechó deslizándose a través de la puerta que conducía a una pequeña terraza, bordeada por los jardines más hermosos que hubiera visto alguna vez. Un estrecho sendero se asomaba entre estos así que el rubio continuó deambulando sin saber que al final de lo que parecía un largo camino, habría de encontrarse con aquel maravilloso lugar.

En lo alto del cielo, la luna brillaba iluminando el pabellón y el viento soplaba moviendo las ramas de los árboles de cerezo y las hojas que minaban el suelo bajo sus pies.

La paz que tanto había anhelado mientras se halló encerrado por las cuatro paredes que albergaban a la multitud, finalmente lo embargó y libre de la incomodidad que toda la velada había cargado consigo, LuHan tuvo la idea de que ese era el primer y único sitio que realmente había llegado a gustarle del palacio. No era como si la vida en aquel sitio fuera mala, al menos no se lo había parecido en los días que llevaba ahí, pero tampoco podía compararse con el ambiente que reinaba en la mansión Biàn, el lugar donde él había crecido, siendo su toque de familiaridad y seguridad los que le convertían en más que un hogar y no sólo en un lugar donde pasar la noche y disfrutar de deliciosos platillos.

Apostaba que su hermana no estaría pensando igual, después de todo, Irene estaba demasiado fascinada con la mera idea de respirar el mismo aire que el príncipe heredero, como si el aire de su tierra fuera diferente al que Oh SeHun inhalaba.

Pensando en su hermana, recordó la razón por la que una invitación al palacio se había hecho presente en su hogar. No se había realizado algún anuncio formal durante el tiempo que llevaban en tierra extrajera pero no era necesario decirlo con todas sus letras para saber que la nana de Irene había tenido razón. La semana de ritos sagrados oficialmente había terminado (cerrando la despedida para las almas que en el Reino de Corea se practicaba desde varios siglos atrás y que LuHan había encontrado sumamente hermosa y especial), el reino entero estaría esperando a recibir noticias sobre la sucesión al trono y en vista de que su príncipe todavía no contraía nupcias o daba muestras de hallarse inmerso en alguna relación, resultaba casi obvio que la fiesta en honor a la Élite fuese sólo una excusa para que el futuro rey eligiera al hombre o mujer que desposaría.

Teniendo en el salón a sólo lo mejor de la sociedad, las posibilidades con que el heredero al reino contaba no parecían ser mínimas, pues todos ahí lucían decididos a hacerse con el favor y la gracia de su alteza, sin embargo, en su rato como invitado y silencioso observador, LuHan se había dado a la tarea de divagar sobre quienes entre todos los reunidos podrían aspirar en verdad a permanecer en el palacio cuando la celebración llegara a su final.

El juego, entretenido y hasta cierto punto divertido, le llevó a reducir las opciones hasta que sólo seis o siete hombre y mujeres quedaron dentro de los seleccionados, pues compartían edades (siempre dentro de los veinte años), educación y personalidades que en algún momento, resultarían compatibles con el trono que aguardaba por ellos.

No le sorprendía darse cuenta que su hermana se hallaba entre ellos, siendo no sólo una opción deseable a mantener en cuenta sino también, una de las candidatas más fuertes que LuHan pudo encontrar entre las mujeres reunidas en la fiesta. Las características que el rubio veía en ella y que a sus ojos la convertían en una aspirante idónea al cargo de reina (la belleza, las astucia y el halo de sofisticación, su crianza para convertirse en señora y matriarca de su casa, incluso la fascinación que profesaba al príncipe heredero), bien podrían ser de ventaja para que Irene consiguiera lo que quería o, en el peor de los casos, ser la razón por la que ambos hermanos tuvieran que volver a casa.

Sin darse cuenta de lo metido que estaba en sus pensamientos hasta que una presencia a sus espaldas lo obligó a girarse para advertir a donde había llegado mientras se dejaba arrastrar al mundo que creaban sus propias ideas, el rubio se encontró frente a frente con un hombre impresionante al que un par de segundos le dejaron reconocer como el príncipe heredero.

El rey [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora