16. Los mitos del tigre y el dragón

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La esencia amistosa y animada que solía reinar durante los desayunos con el príncipe se había esfumado de una mañana a otra, no parecía que así fuera porque los invitados se esforzaban por mantener la farsa pero SeHun no era tonto y fue a notarlo pocos días después de que todo hubiera comenzado.

Sabía que la partida de dos princesas confirmaría las sospechas de muchas personas pues aunque la Élite permanecía en su casa creyendo que el futuro rey seleccionaba a su círculo de confianza, los candidatos a convertirse en su pareja deberían haber atado cabos y comprendido lo que sucedía, del mismo modo que el Consejo, que ya comenzaba a hablar de su próximo matrimonio como algo que debía ocurrir pronto si el príncipe deseaba ostentar la corona. No podía culparlos, después de todo, ellos tenían razón y el tiempo sin que un Rey ocupase el trono estaba comenzado a despertar ciertas inquietudes entre personas influyentes a lo largo y ancho de todo el Reino.

Intentaba no sentirse presionado por los comentarios y la situación que se vivía lejos del palacio y de la capital, aunque el hecho de que sus invitados parecieran apenas tolerarse no parecía ayudarlo, creía que la tensión entre los príncipes se debía a la idea de verse entre ellos como partícipes de una competencia y llegaba a sentirse mal porque lo que menos deseaba era volverlos enemigos en un juego que, a decir verdad, ya no tenían que jugar pues SeHun había elegido ya al que sería su pareja de vida y compañero en el trono y ese, no era ni Ten, ni BaekHyun, ni la señorita Joo Hyun.

— ¿Se encuentra bien, alteza? — preguntó el chico tailandés, haciéndolo volver a la realidad y darse cuenta que todas las miradas se mantenían fijas en él. Ten sostenía el platón donde habían servido pastelillos para el desayuno y le ofrecía el último de estos, en un acto considerado que no parecía agradar a LuHan, sentado junto a su hermana.

— Estoy bien, perdonen mi torpeza, la verdad es que estoy algo distraído — les dijo, disculpándose con Ten y con el resto por haberlos preocupado. Declino tomar el pastelillo y no se perdió el momento en que LuHan sonrió con la mirada emocionada porque de todos los príncipes, era el que más dulces consumía. Creyó que lo tomaría pero BaekHyun fue más rápido, llevándoselo a la boca después de guiñarle el ojo a su ciervito.

— ¿Mucho trabajo, SeHun? — le preguntó Irene, a su derecha.

Sonreía dulcemente y le dedicaba la misma mirada embelesada de cada mañana, se mantenía erguida y con ambas manos apoyadas en el regazo, todo lo contrario a su hermano, quien se olvidaba de todo en cuanto probaba el azúcar y más de una vez le regalaba la imagen de un pequeño niño con glaseado embarrándole los labios. No cabía duda que eran demasiado diferentes y por segundos, lo hacían pensar que ello era debido a la sangre sin parecido que les corría en las venas. Mientras Irene alardeaba del líquido puramente blanco (como las plumas de la garza que representaba a su familia) en su interior, siendo demasiado parecida a un papel en blanco, LuHan hacía gala del rojo encendido (pero común) que poseía, manteniendo siempre coloreadas sus mejillas y ofreciendo al mundo una imagen radiante y casi perfecta.

Se dio cuenta entonces que Irene lo había llamado por su nombre, una libertad que nadie en el palacio poseía, excepto LuHan, a quién él mismo se lo había pedido y quien disfrutaba hacerlo cuando estaban solos, sin ojos perversos mirando en su dirección. Los otros, aunque estaban jugando, también lo notaron y si antes la tensión entre ellos parecía cosa de su imaginación, en ese momento el príncipe comprendió que esta era mucho más fuerte de lo que había creído en un inicio.

— He estado ocupado, sí — le dijo a Irene, con suavidad — Aunque nunca demasiado atareado como para recordar mantener el protocolo y el lenguaje formal con mis invitados, Lady Biàn —

— Le ruego me disculpe, no me di cuenta de mi imprudencia — se apresuró la chica a disculparse, luciendo verdaderamente avergonzada. SeHun aceptó sus palabras y volvió a concentrarse en beber su té. Parecía que el cálido ambiente no volvería a instalarse entre ellos hasta que una idea le pasó por la cabeza y como muchas veces antes, el príncipe agradeció a la organización, prudencia e inteligencia de la Sra. Kim.

El rey [Hunhan] TERMINADAWhere stories live. Discover now