14. Susurros en las caballerizas

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Supo al verlo girarse y comenzar a irse que si en ese momento le dejaba marchar, estaría apartando horriblemente a la única persona en el mundo que lo había hecho sentir tan vivo como nunca antes y tan, tan feliz que no creía haber conocido lo que realmente significaba la palabra hasta la noche que lo encontró a él, a medio sendero en el pabellón de los cerezos. No era la clase de hombre que se dejaba dominar por los arrebatos pero en ese momento, a SeHun no se le ocurrió idea mejor que sujetar a LuHan y hacerlo volver, acortar toda la distancia que los separaba y besarlo.

Llevaba días deseando poder hacerlo, tardes enteras imaginando lo que sería sujetarle por la estrecha cintura y sentir su piel rozando la suya, llenarse de su calor al sentirse estrechado y pegar la nariz a la altura de su cuello sólo para olisquear la dulce fragancia que emanaba de él, había pasado las mejores noches anhelando saborear los pequeños labios rosados que el hombre poseía hasta saciarse de ellos y volver a hacerlo, una y otra vez, hasta que fuese suficiente. Ahora que lo estaba haciendo se daba cuenta de algo: jamás se cansaría, nunca tendría suficiente de LuHan.

Estaba seguro que al besarlo de una forma tan imprudente y arrebatadora conseguiría que el príncipe entre sus brazos se sacudiera hasta zafarse de su agarre y que entonces recibiría una bofetada, un puñetazo a la cara o tal vez una patada en fuera a saber qué lugar pero en lugar de eso... Yendo contra todas las probabilidades que el pelinegro pudiera haber imaginado, LuHan se había resistido a besarlo tan sólo unos segundos, había intentado escapar casi sin fuerzas para conseguir lo que buscaba y al no poder o no querer hacerlo de verdad, había cedido y elegido corresponder al que sólo podía ser el verdadero deseo de su corazón.

Sus finas manos sujetaban con fuerza la tela de su camisa, los dedos le oprimían la base a cada segundo que pasaba con mucha más fuerza y sus labios parecían haber encontrado la sincronía para seguir el ritmo de los de SeHun. Lo besaba casi tan desesperadamente como el futuro rey a él, buscando más a cada movimiento y saboreando hasta el mínimo espacio dentro de su boca, la lengua le acariciaba los dientes de vez en cuando pero la mayor parte del tiempo parecía disfrutar jugando con la del más alto. No podría negarlo incluso si se esforzara porque todo en él respondía a gritar que gozaba de compartir aquella caricia tan íntima con el hombre que le sujetaba.

Entonces lo escucharon.

Kyung Soo, el hombrecito encargado de las caballerizas, entraba justo en ese momento al lugar y sus pasos parecían dirigirse directamente hacia donde ellos. No solía molestarlos mientras duraban sus prácticas de equitación así que seguramente sólo iba de paso, LuHan detuvo sus besos al escucharlo acercarse y se apartó sólo unos segundos para que sus ojos encontraran los del príncipe, tenía las mejillas encendidas, el cabello desordenado y respiraba con dificultad, lucía precioso y durante una fracción de tiempo, su belleza hizo que SeHun se aturdiera al punto de dejar de pensar. El aro dorado que rodeaba sus irises parecía brillar con mucha mayor fuerza, lo que inevitablemente mantenía aturdido a su alteza y le impedía siquiera parpadear.

Oyó nuevos pasos y sin pensarlo dos veces, los arrastró a ambos al mismo cajón que Zafiro. La yegua debía quererlos demasiado porque en lugar de quejarse y relinchar, movió los cuartos traseros para hacerles espacio y apenas llegaron al fondo regresó a su posición, dejando cubiertos sus cuerpos de la vista de cualquiera que apareciera por el pasillo. Las pisadas de Kyung Soo se escucharon sólo unos momentos, el tiempo suficiente para indicar que había dejado el pasillo atrás y fue cuando el silencio se instaló que LuHan se dio cuenta de lo que pasaba.

Había besado al príncipe (técnicamente el otro lo había besado primero, pero daba igual). No se había apartado cuando tuvo la oportunidad y al contrario, había cedido y disfrutado del acto, pidiendo más y más porque en un lugar profundo de su cabeza, el cerebro había enviado la señal al resto de su cuerpo, dejando en claro que aquello que tanto anhelaba su corazón podía y debía ser. Honestamente, no se sentía satisfecho (los besos del príncipe tendrían que comenzar a ser considerados una droga de alto nivel aturdidor) y como si eso no fuese suficiente... Estaba apretujado al fondo de un establo con su alteza abrazándole la cintura, toda se presencia haciéndole marear y olvidarse de pensar con claridad.

El rey [Hunhan] TERMINADAWhere stories live. Discover now