Capítulo 10

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Capítulo 10 – La manada de Arizona

Resultó que el lugar que mencionaba Tutti si existía. La Iglesia Bautista Ríos del Desierto se encontraba a 15 minutos en coche de nuestro objetivo. En un lugar algo apartado de la carretera principal se encontraba Plomosa, un lugar habitado por unos cuantos humanos y la última zona antes de la manada de Arizona. No había una manera amable de decir lo siguiente, el lugar era una tierra desierta para la manada. No había siquiera un pino donde un gato se afilara las uñas, tan solo montañas, piedras y arbustos ásperos rodeaban todo el territorio de Plomosa. Nada que ver con los enormes pinos y los bosques en casa.

Le pedimos a nuestra chofer que nos dejara en ese lugar tan desolado y que luego regresara al hotel donde solo ella pasaría la noche, no tenía intenciones de llamarla o pedirle que nos buscara. La humanidad de Tutti nos haría ver débiles a los ojos de estos lobos. Así que, con nuestras pocas pertenencias y bajo el potente sol del verano arrancamos otra vez a pie entre las rocas y plantas desérticas. A diferencia de nuestra última caminata esta no sería tan larga. Parece ser que la policía no era tan estricta con la entrada y salida en la manada, no habíamos visto ningún retén o a un oficial custodiando los caminos de entrada. Tal vez el buen Lesnar si era el único pesado con sus patrullas fuera de mi manada.

Para cuando divisé una de las primeras casas de la manada estaba sudando y la piel me quemaba por el sol, no había visto en todo este tiempo ni un solo árbol para escalar. Lo primero que me llamó la atención del lugar fueron las casas, varias lucían despintadas, tal vez por la intensa exposición al sol. Compartían los colores cálidos de sus fachadas, pero no eran parecidas en lo absoluto. Al igual que la nuestra en California se veía un enorme camino principal que seguramente llegaba al corazón del lugar y a la casa principal o del Alfa.

Enfrente de mí y sin aviso alguno, Jackson se detuvo antes de que se escuchara, el viento nos trajo el sonido agudo de un silbido. Jack levantó una mano y chifló de regreso, cuando nos acercamos a las casas varias cabezas se asomaron por las ventanas y tres figuras salieron detrás de una de estas. Frente a nosotros se encontraba el Alfa de Arizona y sus escoltas. De tamaño promedio pero un cuerpo extremadamente trabajado, El Alfa Romero intimidaba a otros lobos con el puro grosor de sus brazos. Caray, yo estaba impresionada de lo bien que le quedaba la camiseta, si doblaba sus bíceps tal vez la rasgaría. Tenía una piel más morena que la mía o la de Tayen, seguramente porque pasaba todo el día bajo el sol del desierto. Él era uno de los Alfas más jóvenes en América, y apostaba que tenía que utilizar cada herramienta que pudiera a su favor y su físico era uno, todo en él proyectaba fuerza y disciplina.

-Ya'ateh Jackson hijo de Esquilo -su sonrisa parecía sincera, su voz hasta juvenil- ¿Has traído a tu compañera?

-No es mía, ella también es hija de Esquilo.

-Ya'ateh a ti también.

-Soy Madonna, gracias por recibirnos Alfa Romero.

-Debieron hacer una larga caminata hasta aquí, vamos, vamos, sigan caminando que ya casi están en mi casa.

El Alfa nos dejó entrar a su territorio sin más preguntas, y tomando en cuenta que no nos esperaba era una buena señal que no nos hiciera esperar bajo el abrazador sol. No pude evitar repasar a los escoltas que lo acompañaban, lucían más bajos que él. Uno de ellos casi de mi tamaño, pero todos compartían un físico brutal. Cuando nos adentramos por el camino principal y pude ver a los lobos locales me di cuenta que tanto hombres como mujeres tenían en su mayoría un cuerpo producido debido al entrenamiento.

MADONNA - La Cruda ManadaWhere stories live. Discover now