7-Rumores:

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Después de la muerte de Vale pensé que las cosas en mi vida no podrían ponerse peor. Quien pierde un ser querido tiende a caer en ese error. Sin embargo, la vida me tendría preparadas varias sorpresas...

¿Quién hubiera pensado que la ausencia de mis amigas cambiaría por completo mi forma de ser? En el colegio no tenía ganas de hablar con nadie, caminaba sola por los fríos corredores y apenas prestaba atención en clase. Varios profesores me llamaban la atención y, ¿saben qué?, ni me importaba. ¿Qué importaba saber matemáticas cuando estabas dentro de un infierno? ¿Qué importaba conocer los tiempos verbales cuando las palabras se ahogaban en mi garganta sin poder salir?

En casa el tiempo de paz entre mi mamá y José pronto terminó. Nunca supe exactamente el motivo o quizás no hubiera un importante motivo sino insignificantes diferencias que ganaron valor. Es muy extraño cuando algo tan simple como una comida cruda puede terminar con una mujer golpeada y desmayada en el piso de la cocina. Y como ese evento se sumaron varios más, como una cadena interminable de desgracias.

La relación que mi madre mantenía con el sujeto terminó por ser un problema permanente entre nosotros. Incluso hubo un episodio que incluyó a mi pequeño hermano. José poco soportaba los niños y no tenía escrúpulos en "castigar" a los ajenos. Aquello fue lo poco que necesitaba para enfrentarme a ella de una manera que nunca me consideré capaz.

— ¡Estoy harta! ¡Tienes que terminar con él!

— Generalmente es...

— ¡Mira cómo dejó a Manu! ¡Le pegó tanto en la cola, que no se puede sentar! ¡¿Cómo pudiste permitirlo?! —Estaba fuera de control. Mi hermanito lloraba agarrado a mi cintura, diciendo que le dolía la cola.

— Manu fue muy irrespetuoso con él. Le respondió mal y lo insultó, Ana, y alguien tiene que ponerle límites sino dentro de poco será incorregible —lo defendió.

— ¡¿Y por qué él?! ¡Ni siquiera es nuestro padre!

— ¡Pero es como si lo fuera! —me gritó enojada.

Comprendí en ese momento que estaba poniendo por delante a José de sus hijos.

— ¡¿Y cuándo te pega?! ¡¿También es para corregirte?! —le grité con lágrimas de rabia en los ojos.

No me respondió, ¿qué podía responder?

— Te guste o no, Ana, José es parte de nuestra vida ahora. Quizá en un futuro... espero que cercano... nos casemos. Será una salida honrosa para los tres.

— ¿De qué hablas? ¿Casarse? —pregunté horrorizada.

— Claro, esa es la idea.

En ese preciso momento sonó el timbre de casa y advertí que era el mismísimo tipo. Furiosa corrí hasta la puerta para gritarle que no se atreviera a tocar a mi hermanito nunca más, no obstante mi madre me detuvo del brazo.

— No le digas nada. Nunca seas irrespetuosa con él —No era una orden ni había amenaza en sus palabras, sólo un miedo que se parecía mucho al terror. Mi mamá, ahora lo entiendo, intentaba advertirme. ¿José sería capaz de golpearme a mí también?

— Bien, no diré nada —le susurré furiosa, mientras soltaba mi brazo de su agarre—. Pero si vuelve a tocar otra vez a Manu, le llamo a papá para que nos venga a buscar.

Me di la vuelta y tomé a mi hermanito de la mano, que estaba mirándonos sorprendido. Luego nos encerramos en mi habitación. Lo abracé durante un largo rato hasta que no pudo seguir quedándose quieto. Fue hacia la puerta e intentó abrirla, sin embargo estaba con llave. Me miró perplejo.

Ojos GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora