5-Valerina:

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Como dije antes, había pasado ya una semana. José y mamá se aparecían a cada rato de la mano como si nunca hubiesen tenido problemas. Verlo me daba náuseas... No obstante, le había prometido a mi mamá que no le diría nada y que lo trataría con el respeto de siempre. En realidad ni siquiera le hablaba. Y a qué se debió este cambio, se preguntarán; pues ya se imaginarán... Mi mamá le pagó lo que le debía y se reconciliaron. El idiota le tenía más cariño al dinero que a mi pobre madre, sin mencionar que gracias a él estuvimos comiendo arroz una semana.

Por otro lado, en el colegio las cosas mejoraban. La madre superiora no había tenido más motivos para reprenderme, el cura me había hablado amablemente una vez y uno de los profesores me había felicitado por mis progresos. Estaba feliz... Aunque en los pasillos no habían dejado de llamarme bruja, sin embargo mis dos amigas me daban las fuerzas para soportar las burlas. Ahora decían que tenía los ojos grises del demonio y que estaba poseída... ¡Qué estupidez! Ya no me enojaba, más bien me causaba gracia. Sin embargo, comenzaba a preocuparme mi amiga Valerina, realmente la molestaban mucho... y no entendía por qué...

Uno de esos días, justo en el medio del recreo, iba distraída y choqué con Roxi.

—Perdón.

—¡Oh, es la bruja! Ten cuidado, Roxi —dijo Pamela, alzando la voz. La gente que nos rodeaba se dio vuelta a mirarme. Me sentí el centro de atención.

Melina y la aludida comenzaron a reír. La primera siguió con el chiste y logró que me enojara. Recordé las palabras de Sofía y tuve una idea...

—Sí, mejor ten cuidado, Roxi.

—¿Ah, sí? —dijo, de forma desafiante.

—Sí, podría largarte un maleficio —manifesté, enfrentándola y con voz bien alta para que oyeran todas las demás—. Tienes un cabello muy lindo, podría hacer que se cayera.

Las murmuraciones comenzaron a invadir el pasillo.

—No te atreverías —afirmó, dando un paso hacia delante. Su rostro quedó a unos centímetros del mío.

Entonces, traté de darle a mis palabras un tono enigmático y comencé a vociferar:

—Demonios provenientes del inframundo, ¡Vengan a mí!...

—¿Qué haces...? —susurró Roxi, perpleja y con un miedo en los ojos que no me esperaba. Sentí como a mi espalda mis dos amigas reían.

—Por el poder del agua, el aire, la tierra y el fuego... ¡Hagan que Roxi pierda el cabello!

Dicho esto me abalance hacia ella y le agarré el pelo. Roxi gritó asustada y retrocedió... En ese momento esperé oír risas, no obstante una voz suave sonó a mi espalda.

—Señorita, Moretti, sígame. —Una monja se había acercado a nosotras sin que lo notáramos.

¡Estaba en problemas!... Ya en la dirección intenté explicarle a la madre superiora que había sido un chiste, que todo era inventado, sin embargo no se puede hablar con una mujer que te hace callar todo el tiempo. No quería oír. Terminó llamando a mi mamá, que tuvo que venir a buscarme otra vez. Segunda advertencia, le dijeron, la próxima me echaban del colegio.

—¡Llevas sólo una semana aquí, Ana! ¡¿No te da vergüenza?! —me gritó furiosa, cuando íbamos en el auto.

La calle estaba congestionada e íbamos a paso de hombre.

—Fue sólo un chiste... ellas empezaron.

—¡Te dije que tuvieras cuidado con esa monja!

—Lo siento, mamá... No lo pensé bien.

Ojos GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora