26-Sospechas:

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No voy a detenerme a contarles minuciosamente lo que ocurrió luego de aquella huida de casa y de la revelación. Muchos de ustedes se lo imaginarán. El interrogatorio fue intenso. Sin embargo, ni los gritos de mamá ni las palabras hirientes de José lograron sacarme la verdad. Aquel decidió estrenar su cinto, por supuesto que en mí, ya que mi hermanito no había tenido nada que ver con la huida.

— ¡Ana, ven aquí! —gritó mientras subía la escalera. No debió hacerlo ya que puso en evidencia sus intenciones.

Al verlo con el cinto en la mano corrí a la habitación y cerré la puerta con llave. José chocó contra esta, lanzando un montón de palabrotas. No logró abrirla y tampoco fui tan estúpida como para dejarme embaucar por sus palabras melosas.

El día siguiente lo pasé encerrada, durmiendo. Intenté comunicarme muchas veces con Marcos para advertirle lo que ocurría, pero él no me respondió nunca y acabó por apagar el celular. Mirando el anillo que me había regalado, por primera vez me cuestioné si realmente le importaba. Estaba ausente cuando más lo necesitaba y parecía no importarle. Nunca antes me había tratado así... era muy extraño. No lo comprendía. Las lágrimas caían de mi rostro inconteniblemente. ¿Y si había dejado de gustarle?... ¡Pero no era posible! Ese anillo me lo había dado tan solo unos días antes. Sabía que al día siguiente comenzaría de nuevo las clases y lo vería en el colegio. Este era el único consuelo que me quedaba.

— ¡Ana, abre la puerta! —golpeó mamá, entrada la noche. No había salido de allí desde la noche anterior y se notaba en su tono de voz la preocupación que sentía.

— No.

— ¡Mañana tienes que ir al colegio! ¡Ve a bañarte! —gritó molesta.

— ¡Vete! —Lancé un libro contra la puerta.

Escuché pasos que se alejaban y me quedé más tranquila. No pensaba bañarme, seguramente José me atacaría al salir. Estaba más segura allí.

Al día siguiente me levanté muy temprano, me cambié y preparé todo tratando de no hacer ruido. Aún estaba oscuro cuando traspasé la puerta del cuarto. Si el colegio aún no estaba abierto, esperaría en la entrada. Sólo deseaba escapar a mamá y a José. Aunque sabía, muy dentro mío, que no lo podría hacer por mucho tiempo más.

Al cerrar la puerta me escuchó mi hermanito, ya que apareció por el pasillo cuando intentaba llegar a las escaleras. Me llamó susurrando, estaba asustado también pero, enojada por el lío en que nos había metido, le grité "traidor" y le di la espalda.

El autobús tardó en aparecer y cuando llegué al colegio, el portero recién estaba abriendo las puertas. Me sonrió y me dejó pasar. En el tablero de anuncios encontré los horarios de todos los cursos y, de esa manera, me pude enterar de que el profesor Brown daba la última clase a unas alumnas de tercer año. Sería fácil alcanzarlo al finalizar el día.

— Otra vez por aquí, bruja —dijo alguien a mi espalda. Era Pamela.

— ¿Qué quieres?

— Qué mal humor... ¿Así que tienes novio?

La miré sorprendida. Pamela comenzó a reírse con ese gesto burlesco que la caracterizaba.

— Ya me parecía que era mentira.

Pamela me hizo un gesto de asco y pasó por mi lado. Pronto llegó al corredor de las aulas.

— ¡Espera! —Corrí tras ella.

Doblé la esquina y la detuve del brazo.

— ¿Cómo sabes...? Quiero decir... ¿Por qué crees que tengo novio?

Ojos GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora