CAPÍTULO 2: "NOCHE DE PESADILLAS"

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Intenté tranquilizarme. Intenté controlar mi respiración, pero iba jodidamente deprisa. Entre el tocamiento de Mario y el mensaje que acababa de recibir no entendía cómo mi corazón podía seguir vivo.

Dejé el mensaje en visto y miré si ya había cargado la dirección ip del twit de Anonymous. De repente el cursor empezó a deslizarse por la pantalla sin que yo le diera órdenes. Levanté las manos para revisar que yo no era la que movía el cursor. Así lo confirmé. Empecé a asustarme. Miré a la cámara de mi portátil. Por suerte estaba tapada por una pegatina opaca. Vi que el cursor se acercaba a la cruz de la esquina superior derecha de la pantalla.

- Mierda - intenté recuperar el control -. No, no, no... - murmuré viendo cómo la flecha ya estaba encima de la cruz. Click. El cursor que se movía solo pulsó a la cruz. Todos los datos borrados. Ya no podía saber cuál era la ip - ¡Joder! - chillé.

Me llevé las manos a la cabeza e intenté respirar con normalidad. ¡Vamos Harriet! Puedo solucionarlo. Sí...

Noté de repente una vibración y miré al lado. El LED de mi móvil estaba brillando en verde. Un WhatsApp. Suspiré esperando lo peor y efectivamente lo peor me había enviado un mensaje.

"Espero dejar de ser a quien buscas" ponía. Me enfadé.

"No te metas en mi portátil" escribí con furia en cada pulsada al teclado del celular.

Escribiendo...

"No te metas en mi vida"

¿¡PERDONA!?

En mis venas recorría sangre que hervía. En el fondo sabía que tenía razón. Era yo la que estaba intentando meterme en su privacidad. ¡Pero me fastidia! ¡No haberte puesto públicamente en las redes sociales!

Apreté los dientes y llené mis mejillas de aire caliente. Mi manera de enfadarme es infantil. Soy de las que ponen morritos y se cruzan de brazos.

Anonymous me envió otro mensaje:

"Qué mona que estás cuando te enfadas" me asusté y volví a mirar la cámara de mi portátil. Tapada. ¿Cómo...?

Bajé la mirada de nuevo en mi teléfono y vi la cámara selfie. Volví a enfadarme e insulté con el dedo del medio a la persona que me estaba mirando. Puse un cojín encima de mi celular y busqué en todos los cajones del escritorio pegatinas opacas. Al encontrarlas las puse en las dos cámaras de mi móvil.

Parecía estúpida con las pegatinas puestas. Eran amarillas en forma de estrellitas. Pero por suerte no iba a ver más a mis amigas mientras permaneciera encerrada en casa por la cuarentena por lo que nadie se reiría de mis pegatinas de estrella en el móvil.

Volví al portátil y activé el antivirus. Mientras esperaba a que mi ordenador se liberase de Anonymous decidí ponerme el pijama.

Me levanté y saqué la ropa de debajo del cojín. Miré desconfiada al celular y lo escondí en un cajón. Giré el portátil y busqué con la mirada más aparatos que pudieran grabarme desnuda. Cuando sentí que el perímetro era seguro me quedé en ropa interior. Mientras me ponía los pantalones del pijama observé por la ventana.

Mi habitación quedaba en una segunda planta, era imposible que nadie me estuviera espiando por ahí. Sentí un escalofrío y junté las cortinas. ¡Vaya! ¡Ahora soy una paranoica! Me giré para coger la camiseta del pijama y vi que la puerta de mi habitación estaba abierta.

Mario estaba plantado delante de la puerta. Me miraba el cuerpo. Puto pervertido. Me tapé el sujetador con las manos y me sentí incomoda. Estaba paralizada.

- Vete - llegué a decirle. Pero mi voz era insegura y eso a él lo alimentaba.

- Tu madre ha bebido un poco y ya está durmiendo

- Vete - le repetí, pero soné igual de insegura. Mis ojos querían llorar pero no delante de Mario.

Él empezó a dar pasos hacia a mí y yo retrocedí hasta chocarme con el escritorio. Me sentía pequeña, aterrada, como cuando tenía 5 años y perdía a mamá en un gran centro comercial.

Mario siguió avanzando hasta que quedó a unos escasos centímetros de mí.

"Por favor, déjame" recé en mis pensamientos. Pero Mario no quería parar, lo estaba pasando bien el imbécil.

- Tienes un cuerpo esbelto - me susurró mientras pasaba su dedo por mi cabello y bajaba la mirada hasta quedarse observando mis manos que tapaban los pechos -. Pero aun tienes que perder grasa en los muslos.

No soy una persona gorda, ni siguiera soy de peso medio, siempre he sido flaca y he pesado menos de lo que debería. Pero no parece que tenga anorexia. Tengo mis puntos de grasa. Nunca me he sentido mal por mi cuerpo pero Mario lo estaba consiguiendo.

- ¿Cariño? - se escuchó la voz de mi madre des de su habitación. Por la voz se notaba que estaba ebria y que acababa de despertarse.

- Buenas noches Harriet - Mario acercó sus asquerosos labios a mi cara y yo cerré los ojos asustada. Luego noté como me besaba la mejilla izquierda. Como si mi cara fuera suya, como si fuera su territorio. No quise volver a abrir los ojos. Me hundiría en un pozo de miseria si lo hacia y miraba a Mario.

Unos segundos después del beso escuché la puerta de mi habitación cerrarse. Entonces me atreví a abrir mis ojos azules.

Vacío. Silencio. Mario ya se había ido y ahora sólo quedábamos mi impotencia y yo.

Solté el aire que había contenido cuando Mario estaba cerca de mí y caí rendida al suelo. Lloré pero intenté no hacer ruido. Mi móvil empezó a sonar pero no tenía fuerzas ni ganas de contactar con nadie. Me quedé unos minutos en el suelo tumbada, derrocada, dejando caer las lágrimas en la moqueta e intentando que nadie me escuchase.

Después de quedarme dormida un rato en el suelo, me desperté y me incorporé. Llorar siempre es tan cansado. Mario podía lograr quitarme toda la energía. Fui cansada hasta la cama y me puse la camiseta del pijama. Mientras me quitaba con las manos las lágrimas restantes en mi cara miré por encima los mensajes que me habían llegado.

El numero desconocido. Anonymous. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y miré lo que me había dicho. Habían muchos mensajes desesperados.

"¿Harriet? ¿Quién es el hombre que ha entrado? ¿Qué te ha hecho? ¿Estás bien? ¡Harriet! Puedo oír todo. Llama a la policía. ¿Harriet? ¿Estás bien? Escucha, hay gente que puede ayudarte. ¿Es tu padre? ¿Quién es?" me sorprendió la preocupación en sus palabras. Sentí la necesidad de despreocupar a esa persona contándole lo ocurrido sin dramatizar, como si se lo contase a un amigo o a mi pareja.

"Tranquilo" envié.

"El hombre se llama Mario, es el novio de mi madre" después de pulsar al botón de enviar me pregunté por qué le estaba contando eso. Pero de igual manera me sentía un poco más aliviada. Me di cuenta de que había leído el mensaje.

"Es un asqueroso pero no debes preocuparte" escribí rápidamente.

"Claro que me preocupo Harriet, he estado todo este tiempo escuchando a través del micro, te has pasado una hora llorando y luego has estado otra hora sin decir nada" envió seguidamente. ¿Una hora más otra hora? Eso son muchas horas. Estaba confundida así que miré el reloj del celular y vi que ya eran las 3 de la mañana.

Anonymous, que supongo que era del mismo país que yo, se había pasado la noche asegurándose de que estuviera bien.

Quizás sí que hace cosas buenas el imbécil que me hackeó el portátil.

Anony-loveWhere stories live. Discover now