IX - El robo

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El robo

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El robo

El relinchar de los caballos ambientaba la granja mientras los cuervos graznaban alrededor del tejado. Una casa de madera pintada de gris presidía aquel nublado rincón a las afueras de un pueblo a dos horas y media de distancia andando de Ansó y cuatro en carruaje desde el internado.

Con sus cuernos y alas escondidas bajo su piel, sus rubíes convertidos en unos ojos grises y su media melena recogida en una coleta, Luzbell se aproximaba a la casa, vestido con un gabán negro sobre una camisa de mangas abullonadas.

La noche anterior, tras haber dejado a Ceres inconsciente sobre el lecho, pudo sentir los restos del alma de Elías a la lejanía, en los establos, pero por alguna razón que desconocía, era el último lugar donde podía detectar su aura. Era como si estuviera oculta. Perdió largos minutos tratando de identificarla, ni siquiera era capaz de concluir si había ascendido o no.

El no ser capaz de hallar respuesta comenzaba a impacientarlo y a generarle inquietud. Sobre todo, teniendo en cuenta que ni sus restos se encontraban donde debían. Jamás le había sucedido una situación como tal; era el rey del infierno, lo suficientemente poderoso como para encontrar cualquier alma humana que se propusiera y devolverla a la vida. Aquello comenzaba a resultar sospechoso, apestaba a caos, más teniendo en cuenta que se trataba del familiar de una humana con poderes. Poderes que ella ignoraba poseer y hasta Luzbell desconocía su procedencia. Era lógico que su curiosidad hubiera despertado.

Por tal razón, decidió hacer una de sus actividades favoritas: disfrazarse de humano y, junto a ella, engañar. Sonsacarle la información a la gente y tentarles a pecar era una de las cosas más divertidas de viajar al mundo humano. Requería de labia y actuación, a veces incluso suponía retos, por eso le resultaba de incomparable entretenimiento, a excepción, claro, de coleccionar y corromper almas.

Llamó a la puerta con el nudillo y esperó en una pose erguida, con sus manos agarradas por detrás. No tardó en abrir una mujer de cabello negro y ojeras marcadas, que cargaba con un bebé que no cesaba de llorar.

Miró a Luzbell de arriba abajo antes de preguntar de un modo hostil.

—¿Quién es usted y qué quiere?

Él hizo una reverencia mientras mostraba una falsa sonrisa.

—Buenos días, señorita —La mujer enarcó una ceja al ver que se refería a ella en esos términos—. Lamento molestarla. Me preguntaba si podría ayudarme a localizar a un conocido que, si no me equivoco, estuvo trabajando para ustedes.

Se mantenía con el ceño fruncido mientras meneaba al pequeño con el fin de calmarlo.

—¿Se refiere a aquel mozo de cuadra maleducado? —inquirió molesta—. Después de casi un año trabajando aquí, un día se fue sin previo aviso. Nos dejó con mucho trabajo y sin tiempo para encontrar un alguien que se ocupara de sus labores.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ