III - El fuego

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El fuego

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El fuego

Tardó varios minutos en recomponerse. Seguía procesando ese sueño con Elías mientras que odiaba no despertarse de aquel en el que aún se encontraba. Se dio una bofetada en la mejilla, pero continuaba allí de pie con su vestido rasgado y la pared pintada.

"¿Y si no era un sueño?" Se preguntó.

Pensar que el demonio la estaba acechando fue hacer realidad un miedo que siempre había tenido. Se arrodilló a los pies de la cama, envolvió su mano con un rosario y comenzó a rezar desesperada.

—Líbranos del mal —murmuraba.

Un repiqueteo en la puerta de su habitación interrumpió sus plegarias. Se puso en guardia con sus latidos acelerados, rememorando la pesadilla con Elías.

—¿Quién? —preguntó sin abrir.

—Soy yo, Rebeca. ¿Vamos juntas a clase?

—Sí, dame un minuto.

Se apresuró a cambiar aquel rasgado vestido, también tuvo que cambiar su corsé, pues se encontraba parcialmente arañado. Ese minuto que le dijo a su amiga se acabó convirtiendo en quince mientras se recolocaba el corsé y se peinaba el cabello.

Rebeca volvió a llamar a la puerta.

—¿Ceres?

—Sí, ¡perdona! —Entreabrió la puerta y asomó la cabeza, no quería que su amiga viera lo que había escrito en la pared—. Me he quedado dormida —mintió—, salgo ya.

Cerró y terminó de ajustarse un moño que se había hecho. No había tenido tiempo a hacérselo mejor, pero al menos lo llevaba recogido.

Salió del cuarto y observó a Rebeca con un vestido azul claro, su melena rizada peinada con otro moño, aunque este mejor que el de Ceres, luciendo su flequillo. Portaba unos libros bajo el brazo.

—¿Cómo es que te has quedado dormida? —cuestionó sonriente—. Bueno, supongo que eso es bueno, quiere decir que ya estás empezando a dormir mejor.

Su amiga no podía ir más desencaminada.

—Puede ser, aunque no las tengo todas conmigo. Creo que es hora de intentar volver a la normalidad.

Rebeca entrelazó su brazo al de Ceres mientras echaban a andar por el pasillo que dirigía a las escaleras.

—Así es mi querida amiga. La vida sigue y nosotras con ella. Es hora se continuar aprendiendo cómo ser una buena esposa.

Las clases que se impartían para las mujeres eran, sobre todo, del hogar. Si bien aprendían matemáticas y enseñanzas básicas, a ellas se les enseñaba cocina, jardinería y similares. Al contrario que a los hombres, que recibían matemáticas avanzadas, geometría y literatura, aunque todo se miraba con lupa desde el arzobispado.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora