—Yo, pues...mi padre murió en un accidente automovilístico cuando tenía 16 años, y desde ese entonces mi madre cayó en una profunda depresión, y ahora le han diagnosticado alzheimer. Es tal el grado de su enfermedad que no me recuerda...  — Pequeños sollozos se hacían notar en la castaña.— Pero ahora ella está en un centro psiquiátrico, no me necesita, y yo dejé de hacerlo hace mucho...

Los dos muchachos miraron con pena a la pareja, deseándoles todas sus condolencias.

Marshall le dio un pequeño codazo a Gumball, en el que este lo miro confundido, pero su mirada decía todo y el peligrosa pudo entender lo que su pareja le decía.

—Nos preguntábamos si...querrían venir con nosotros, a nuestro mundo...

La pareja levanto su cabeza, emocionados, con un toque de esperanza en sus ojos.

—¿En-en serio?

—Pues claro que sí, podrían empezar una nueva vida, además es todo lo que tenemos para darles y agradecerles por su ayuda.

Wade y Justine asintieron sonrientes.

Pero antes de que pudiera suceder otra cosa, Justine fue directo a un montón de hojas de árbol con la intención de esparcirlas por el cuerpo de la mujer, pero cual fue su sorpresa al darse cuenta que donde hace unos minutos estaba el cuerpo, no había mas que tierra, raíces y hojas...

—¿Ha...desaparecido?

Nadie dijo una sola palabra.

Gumball miraba atentamente todo lo que pasaba a su alrededor, la cabeza le daba vueltas y no podía concentrarse bien en lo que hacía.

Por eso, se sentó rápidamente en las rocas que conformaban la base de la fuente y se tiró como un niño en un tobogán.

Marshall le gritó pero no hubo caso, Gumball ya se había ido.

Al no oír ningún ruido hueco, invito a Wade a ser el segundo en tirarse.

Este con miedo acepto y se tiró con un grito aterrador, que luego de unos segundos fue callado.

—Ve tú, Marshall.— Dijo Justine con manos temblorosas, quería ser la última en despedirse de su mundo.

El azabache asintió y con la ayuda de Justine se tiró aún con Fionna en sus brazos.

La castaña una vez que Marshall había desaparecido, apoyo sus manos aún temblorosas sobre la construcción de piedra, agachó su cabeza algo cansada y susurro unas palabras inaudibles.

Se dio la vuelta y miro al cielo, no sabía que podría encontrarse en ese nuevo mundo, así que quería tener una última vista del mundo en el que había nacido y también en el que le arrebató lo más importante para ella.

De un brinco se sentó en las duras piedras, y aguantando la respiración se tiró, dejando escapar un pequeño grito agudo.

Su último suspiro en la existencia terrenal.

(...)

—Aggh...que puto dolor...

Una historia más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora