—Hitoshi... —llamó a su compañero y él volteó a verlo—. Está vivo...

Dulcemente tomó al pequeño entre sus brazos, y ellos se sonrieron a pesar de las muecas tristes en sus rostros.
Tienen una terrible mezcla de emociones ahora mismo. Por una parte, se sienten inmensamente felices, pues el niño está a salvo... pero la parte restante, la que incluye el sacrificio de una madre al arriesgar su propia vida para preservar la de su hijo, cubriéndolo de la caída y escombros con su propio cuerpo para evitar que resultará herido, les parte el alma.

—No veo ninguna herida visible, pero trata de no moverlo mucho —aconsejó.

El pelirrojo asintió, viéndole alzar el cuerpo sin vida de la mujer, y le siguió cuando comenzó a caminar alumbrando, de vez en cuando, hacia arriba en busca de una salida.

—Será difícil salir de aquí, ¿tienes algún plan?

—Pues... la única manera es por arriba, per-... —casi volvió a chocar contra su compañero, este se detuvo abruptamente, sin terminar de hablar—. ¿Qué sucede?

—¿Escuchas eso?

Eijiro guardó absoluto silencio, intentando oír algo.

—No, ¿qué?

—Son... ¿explosiones? Suena com-...

Hitoshi fue interrumpido por un estallido que sonó, bastante fuerte, justo sobre sus cabezas.
Eijiro, otra vez, actuó rápidamente y le obligó a retroceder; cubriéndolo tanto a él como al niño en sus brazos en el momento exacto en el que el techo —que no era más que tierra y escombros— se abrió.
Ambos parpadearon varias veces cuando una brillante luz, muy familiar por cierto, atravesó el agujero y al instante se extinguió.

—¡Bonjour messieurs, qué bueno es verles a salvo! —sonrió Yuga, que por medio de una de las cintas de Hanta descendió junto a Katsuki, quien en el instante en que sus pies tocaron el suelo, corrió sin dudarlo hacia su esposo.

—Suena como Bakugo —completó su frase anterior Hitoshi, rodando sus ojos, feliz de verles allí.

No tenía idea de cómo carajos les habían encontrado, pero eso era lo de menos.

—B-Blasty —pegó sus frentes.

—Idiota, ¿cómo te atreves a asustarme de esa manera? —se sonrieron, pero la curvatura en los labios del cenizo lentamente se borró cuando vio el cuerpo que cargaba Hitoshi, y en un parpadeo su mirada viajó hacia el niño—. ¿Está bien?

—Eso queremos creer... Espero que el sacrificio de su madre no haya sido en vano.

—No lo será —aseguró—. Rápido, salgamos de aquí para llevarlo con el equipo médico.

Los tres asintieron y Yuga ayudó a Hitoshi a posicionar el cuerpo de la mujer sobre una camilla, por la que fue cuidadosamente elevada con ayuda de las cintas de Hanta y el kosei de Ochaco. Mismo accionar repitieron con el pequeño, y por último con los héroes.

—Ah... ambos están bien —Kyoka se acercó rápidamente a Hitoshi y a Eijiro, abrazándose sin dudarlo.

—Llévalos con cuidado —murmuró Hitoshi a Rikido, quien asintió y llevó los cuerpos sobre las camillas, con ayuda de Ochaco, hacia las carpas.

—Lo lamento, Eiji. No pudimos mantenerlo en la casa —se apresuró en disculparse Toru, con Momo a su lado. Koji permaneció en el hogar para evitar frustrar más al pequeño Hisa.

Ambas heroínas lo intentaron, pero en el momento en el que Katsuki observó en las noticias al edificio sucumbir ante los sismos y caer, con el padre de su hija dentro, simplemente no pudo quedarse viendo; sus pies se movieron por sí solos y corrió al lugar sin importarle nada.

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