Capítulo 72-Incertidumbre.

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Vicenta observaba todo en completo silencio, sin saber que decir o por donde comenzar, la habitación estaba hecha un completo desastre, los trozos de las vajillas estaban por todas partes, era como si hubiesen jugado a lanzarlas contra el piso.

—Asi que tontamente.—Negaba con la cabeza sin poder creerlo.—por amor a Dios Cristina, que paso aquí, ni María me hizo este tipo de cosas cuando estaba pequeña.—Dijo tratando de entender que había pasado en ese lugar.—¿Es que a caso antes de reconciliarse se pelearon?.

Cristina se sonrió con nerviosismo, daba gracias a Dios de que por lo menos había arreglado un poco la cama, si no las evidencias serían más que obvias, había intentado recoger todo pero a quien iba a engañar, ella simplemente no había nacido para ese tipo de cosas, igual la iba a descubrir.

—Bueno.—Sin saber que decir.—de verdad fue un accidente, nosotros...yo.—movia las manos con nerviosismo.

Vicenta la miraba fijamente, sabía que le estaba mintiendo, la conocía muy bien, algo raro había pasado, pero era mejor no buscarle una explicación a algo que seguramente no querría saber después.

—Mejor no digas nada, creo que prefiero no saberlo, si así van a ser las reconciliaciones de ahora en adelante, entonces mejor no lo hagan.—Comenzaba a ordenar todo.

Cristina se rió suavemente ante las palabras de Vicenta, valla reconciliación de ese día, ella si deseaba que fuesen de esa manera tan...salvaje.

—Que te digo.



A no muy lejos de ese altercado, Federico se encontraba caminando por la hacienda junto a Kendra, todo parecía estar tranquilo o por lo menos hasta ese momento lo estaba.

—¿Estas seguro?.—Se detuvo frente a él mientras se cubría del sol con una mano.—Mira no creas que no me alegra porque si, si tú eres feliz entonces yo también lo soy, pero siento que le estás haciendo las cosas muy sencillas, se que no es fácil, yo más que nadie se por todo el sufrimiento que has pasado a causa de todo...este desastre.—le sonrió.—además, se que ya me gane un lugar en su lista negra.—agregó.—y no la culpo, no nací para caerle bien a todo el mundo.

Federico suspiró pensando en todo lo que le decía la rubia mujer.

—Kendra ya he pensado en todo eso, estoy cansado, agotado de llenarme la cabeza de tantas cosas, no es tan sencillo como tú crees, la amo, es la mujer de mi vida, la madre de mi hija y próximamente va a darme mi segundo hijo.—Dijo un tanto ilusionado, que bonito se sentía decirlo.—siento que esta es nuestra última oportunidad para intentarlo, o no sé si es mi terquedad por seguir aferrándome a ella, pero si estoy haciendo esto es porque de verdad quiero creer que ella me ama, quiero que me lo demuestre, las cosas no serán así de fáciles como tú crees, pero debo cuidarla, lleva un hijo mío dentro de ella y mientras eso suceda, yo estaré aquí para hacerla feliz, que nada se interponga.—Se justificó seguro de lo que decía.

—¿Y el divorcio?.—Indagó con una rara sensación.—¿Se lo dijiste? Ella tiene que saberlo.

—Ya lo sabe, no se lo tomó muy bien que digamos, era de esperarse.

Kendra se removió un tanto ansiosa.

—Y bien, que piensas hacer con eso entonces, ¿Ya no te vas a divorciar no?.

—Ya no tiene caso, ¿Sabes algo que yo no?.—Preguntó sin más mirándola fijamente.

—Si, de hecho, los documentos llegan en un par de días.—Dijo apartando la mirada.—dijiste que querías que se concretara lo antes posible y eso hice.—Volvia a mirarlo.—aunque habían ciertos temas que tenías que notificarle a Cristina.

Federico suspiró con fuerza con un montón de pensamientos encima.

—Ya no será necesario, por lo menos hasta ahora no.

Kendra buscaba en su rostro algún sentimiento oculto, lo conocía.

—¿Crees que esto no podría funcionar cierto? Tienes dudas.—Afirmó con seriedad.

—Mentiria si te dijera que no, porque si las tengo.—Afirmo con pesar.—pero es porque me da terror que el día de mañana valla a encontrarme con quién sabe que sorpresita.

—Mejor aleja esos pensamientos tan negativos que no le hacen ningún bien a nadie, todo va estar bien, yo sé que si.—Lo tomaba de un brazo para caminar junto a él.

—Habia olvidado que eres bruja.—Dijo graciosamente.

—Muy chistoso tú, pero si, quizás si.

Federico le palmeo la mano mientras caminaban.

—Que tal te pareció el paseo de esta tarde.

Kendra se rió con suavidad.

—Maravilloso, no tengo palabras para agradecerte los momentos tan agradables que paso contigo, necesitaba de esto, ahorita estuviese hundida hasta el gorro con una depresión tremenda, en una esquina de mi departamento llorando y comiendo chocolate.—Le sonrio y le guiñó un ojo.—No es verdad, no es mi tipo, además de que el muy mal agradecido tampoco vale la pena, por el único hombre que he llorado es por mi papá y era porque le hacía mis buenos berrinches para que me dejara salir.

—¿Y funcionaban?.

—No.

Los dos se rieron mientras seguían su camino, algunos paraban a observarlos por curiosidad o simplemente para admirar a la mujer que  merodeaba la hacienda con el patrón, cualquiera diría que mantenían algo más allá que una amistad, y más de uno lo murmuró, no pasaría desaparecido.

La oscuridad comenzó a inundar el lugar, anunciando que pronto la luna haría acto de presencia, Federico subió las escaleras buscando a su mujer, llevaba un par de horas sin verla, además de que tenía un par de asuntos que platicarle.

—¿Mi amor?.—Le llamo cerrando la puerta tras de sí, y para su sorpresa la encontró mirándose en el espejo, estaba de perfil observando los pequeños cambios en su cuerpo, su corazón se aceleraba, era su segundo hijo, fruto del amor que sentía por ella y al que amaría tanto como lo hacía con ella.—ya comienza a crecer.—Comento sonriendo a más no poder, acercandose a ella para abrazarla.

Cristina se dejó abrazar mirándolo a través del espejo. Se sentía plena, feliz de poder tenerlo con ella, era una dicha que disfrutaría a más no poder, merecian ser felices.

—Y estoy feliz de poder vivir esto contigo.—Recostaba la cabeza en su pecho mientras que el le besaba una mejilla.—gracias.

Federico negó y la apretujó contra él.

—No me agradezcas Cristina, este pequeño merece tenernos juntos.—Ella giraba entre sus brazos para mirarlos a los ojos.—yo nunca te dejaría sola.

Cristina le regaló una sonrisa llena de amor, se acercó a su boca y lo besó con ternura.

—Te amo.—Él la envolvía entre sus brazos.—este bebé es nuestra bendición, seremos muy felices.—Decia contra sus labios.

—Mi Cristina, que no te quepa la menor duda ya hemos pasado por mucho, ya es hora.—La beso con suavidad por algunos segundos.—Tenemos que hablar.—Solto calmo.—Creo que aún hay ciertas cosas que aclarar.

Cristina lo miro intrigada.

—¿De que quieres hablar?. De verdad quieres hacerlo ahora?.—Le hacía muecas, sentía que se iba a enojar y ni siquiera sabía la razón.
















Lo se, está cortito, pronto les actualizo el próximo ❤️ Saluditos.

¿Porque Debo Quedarme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora