Lars VI: Un ser maligno

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—¡No, por supuesto que no! —exclamé tratando de rearmar los argumentos que había estudiado cuando vivía en el castillo y que había extraído de las cientos de conversaciones que tuve con Morscurus al respecto—. Hay cosas que no se le pueden hacer a los esclavos, como agredirlos de forma que no puedan cumplir su propósito.

—Pero ¿quién determina el propósito, Lars? —insitió Daria—. Si yo determinara que el propósito de este niño es ser arrojado por esa ventana, ¿estaría cumpliendo su ‹‹propósito›› si lo asesino o no?

—¡No! —respondí sin entender por qué Daria soltaba ejemplos tan exagerados—. Tiene que ser algo que dé gloria a Gargos, que sea por el bien mayor.

—Vamos, Lars, tú sabes que eso es bastante vago —luego se acercó a mí y me miró directamente a los ojos—. Mírame a la cara y dime que no sientes que eres mejor que todos ellos. —señaló al niño sin apartar su mirada de mí—. ¡Porque yo sí lo siento! ¡O por lo menos lo sentía hasta hace poco! Eso que dices ha hecho que toda mi vida haya pensado que, sin importar qué decisiones tomara, por lo menos tenía el consuelo de que siempre sería mejor que cualquier esclavo.

Miré los ojos marrones de Daria y pude experimentar su frustración y la decepción que sentía sobre sí misma, pero también sobre mí. En ese momento, mi confusión se enredó con un enojo orgulloso. Yo pensaba como Morscurus, y admitir que Daria tenía razón sería lo mismo que pretender que el virrey estaba equivocado.

—Si nos hemos sentido así, es porque no entendemos el verdadero sentido de los esclavos; no somos como Lord Morscurus. ¡Tú eres una farcra! La dignidad de los esclavos es una idea tan antigua para tu especie, que cuando nació, los mordares todavía se conocían como humanos y habitaban todos juntos en la Superficie. ¿Estás diciendo que sabes más que todos tus ancestros?

—No todos mis ancestros —respondió Daria—. Si quieres darme lecciones de historia, valdría la pena que recordaras que los atirios, prácticamente, han existido desde siempre. ¿No se oponen ellos a los esclavos?

—Se oponen a ‹‹ser esclavos›› —respondí—. Si los atirios tomaran control de Gargos alguna vez (como ya ha sucedido), volverían esclavos al resto y se vengarían de lo que sufrieron mucho peor que cualquiera de los soldados de la cantera. Ellos no entienden el valor de un esclavo, y por eso se rehúsan a serlo ellos mismos.

—No lo sé, Lars —dijo Daria dándose la vuelta, visiblemente fastidiada por mi insistencia—. Creo que si alguien me tratara como a ese niño, me sentiría muy bien con que le dieran un poco de su propia medicina.

De inmediato capté el doble sentido y supe a dónde quería llegar Daria.

—Exacto, Lars, ¿piensas decirme que Nodo y sus secuaces tenían más derecho a ser libres que este niño? ¿No te hace cuestionar la forma en que funciona Gargos?

Estaba pensando qué responder cuando reparé en que el niño tenía los ojos abiertos, aunque su rostro todavía lucía cansado y su cabeza sudaba por la fiebre. Daria también se dio cuenta y se apresuró a ponerse a su lado. Sin embargo, el pequeño se asustó ante el repentino movimiento de la farcra y se echó hacia atrás, protegiéndose con las manos.

Daria se arrepintió de su torpeza y le mostró las manos y una sonrisa.

—¡Tranquilo, todo está bien! —exclamó—. ¡Estás con amigos! Yo soy Daria y ese tonto que está ahí es Lars. ¡No tienes por qué temer!

El rostro amigable de Daria pareció relajar un poco al niño, que por primera vez empezó a observar el lugar en el que estaba. La mirada maravillada que puso hizo que mi corazón se estrujara. Se notaba que jamás había imaginado que podía existir un lugar tan ostentoso como ese.

El Halcón y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora