23장

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Arte:

Actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido.

William abrió los ojos y analizó la escena: sangre en su cabeza, manos y abdomen, vidrios en su rostro y dos chicos muertos en el auto. Uno estaba a un lado suyo y el otro, en la parte de atrás. Miró la hora de su reloj de muñeca y chasqueó los dientes. Lo que estaba viendo le pareció espectacular y hermoso. Era arte para él. Se rio y se quitó el cinturón de seguridad que le estaba apretando con fuerza el hombro y parte del abdomen. Escuchaba a lo lejos murmullos y llantos mientras que las sirenas de las ambulancias y patrullas se acercaban para auxiliarlos. Escupió sangre y, finalmente, cayó de costado sobre el cadáver del muchacho que se encontraba a un lado de él y sobre los vidrios del parabrisas. Gruñó por enterrarse un gran pedazo de cristal en la mano.

— Mierda —decía mientras que trataba de levantarse sin joderse más de lo que estaba.

El mareo que le provocaba la contusión en la cabeza le estaba provocando ver personas que ya no existían: sus padres y sus hermanos pequeños. Lo veían con furia y coraje.

— ¿Por qué me ven así? —preguntaba mientras que trataba de salir del coche. Su hermano pequeño estaba de cuclillas mirándolo con rabia en los ojos—. Komma bort, Chartrand, Komma bort! —exclamaba.

— Tranquilo, estamos aquí para ayudarlo ­­­—decía una joven paramédico de ojos celestes de cabello rubio. Su hermano pequeño lucía como aquella mujer. Su confusión estaba justificada por ella.

Vem är du?

— ¡Muchachos! ¡Ayúdenme a sacar a este muchacho! ¡Está alucinando!

Y como si la fotografía familiar estuviera en frente de sus ojos, comenzó a recordar los últimos momentos que estuvo con toda su familia. Lo pequeño que había sido su hermanito y lo egoísta que había sido su hermano mayor. A ese hijo de puta lo odiaba bastante.

Esa tarde, Jonathan William, había hablado con su amada madre, Agata Lindström, para quedar en un trato que a ella le iba a encantar; él se iba a encargar de la cena. Ella aceptó sin haberlo pensado dos veces. Ella, en cambio, sabía que su hijo había tenido unos cuántos problemas de conducta con la familia y, pensó, que ese acto de bondad era una forma de disculparse con todos ellos, pero lo que Agata no sabía era que el joven Jonathan iba a jugar con sus nuevos juguetes que descubrió en los libros de su padre, Chartrand Jakobsson. Su padre era un químico y, en su gran biblioteca, había cientos y miles de libros que Jonathan pudo haber tomado para leer como un chico de su edad, sin embargo, decidió tomar uno de ellos y uno de los que estaban muy bien escondidos por parte de su padre: un libro que hablaba sobre sustancias tóxicas. Al pequeño sueco le encantó y se lo llevó directo a su habitación y lo devoró en pocos días, acto seguido, comenzó a leer química y cómo hacer que las sustancias tóxicas funcionaran. Cuando terminó de leer química, se fue a un libro que hablaba sobre los ácidos, uno de sus favoritos; y así fue como el joven castaño oscuro se interesó tanto en este material que lo llevó a otro nivel: a la praxis. Constantemente se paseaba cerca del laboratorio de su padre y se robaba algunas cosas no sin antes tomar las precauciones debidas. Fue autodidacta y aprendió de la práctica y el error. Miraba a su padre y miraba el cómo le resultaban las cosas. Un día, cuando Jonathan tenía diez años, su padre lo invitó a su laboratorio a observar el cómo funcionaba una bomba casera. El joven quedó estupefacto. Ese día supo que su padre era una persona importante que tenía un trabajo importante y que lo que hacía era importante, ¡todo era importante! Después su padre lo llevó afuera a usar la pequeña bomba hecha con químicos. Había hecho un gran estruendo y Jonathan había brincado de la emoción. Lo que había visto había sido maravilloso y algún día lo iba a hacer.

Cualquier Cosa #WOWAWARDS2K19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora