9: Suspensión

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Solía ser una chica de mal carácter, pero con una gran paciencia. Me consideraba alguien fuerte que no podía ser herida por nadie ni física ni emocionalmente, ni siquiera con el recuerdo de mi madre. Sin una vulnerabilidad, valiente, poderosa, sin que nadie hiciera tambalear mi estabilidad. Sin depender de nadie. Pero llegó él.

Él era alguien con quien quería estar, cada segundo a su lado se sentía como un sueño. La seguridad que creí tener no era nada comparada con la que él me bridaba. Compasivo, respetuoso, atento, preocupado, calmado y todas las virtudes que podía tener un joven de 18 años.

No lo había visto y no tenía miedo de su apariencia, de hecho, no me detuve a pensar en ningún momento el respecto. La presión en el pecho que sentía cada vez que me llamaba y ese ardor en la garganta cuando me tocaba hablar, me indicaban que esto no era normal. Lo que el chico hizo para llegar a mí fue de lo más poco común que he visto en mi vida. Con todos estos antecedentes pensaba que podría aspirar a tener un poco de su afecto.

En 6 semanas se había ganado a pulso un lugar en mi corazón. Ese es Sendoh. El capitán del equipo de Ryonan. Uno de los chicos más populares del distrito. Él fue quien se burló de mí y de mi fragilidad, una fragilidad que no estaba expuesta antes de su llegada.

Las reflexiones nocturnas son las más brutales, ya llevaba dos días sin dormir bien.

No tenía fuerzas para asistir a clases al día siguiente, pero de todas maneras fui. Kaede me vio salir de la casa con una cara de tumba. Me miró y quiso preguntar algo, pero se quedó callado. Yo, por mi parte, lo saludé y me fui sin pedirle que nos fuésemos juntos. El día fue tortuoso, no podía dejar de pensar en Sendoh y si realmente había hecho todo eso para alimentar su ego o por diversión, eso no estaba de acuerdo a todo lo que había conocido de él. No aceptaba que todo fuese una mentira.

- ¡Johnson! – Gritó Midori desde la esquina del patio acercándose - ¿Qué sucede Johnson? ¿Algo pasó en tu hermosa vida? – se burlaba.

- Dejame Midori, no estoy de humor. - Contesté.

- ¡Por supuesto que no vas a estar de humor! - Empezó a gritar frente a todos. - Primero Rukawa, el chico más popular de la escuela te rechazó, y ahora... ¿Sendoh? Pero si es el chico más popular de Ryonan, cómo creíste que te iba a aceptar, por eso saliste corriendo mientras llorabas ayer.

Seguía burlándose mientras yo solo la miraba, esta vez sí me estaban humillando, pero no me importaba nada. Ella continuó.

- ¿No vas a decir nada? Eres tan patética. Te tomas atribuciones que nadie te ha dado. Eres una pobre extranjera que piensa que puede tener todo lo que nosotros tenemos. ¿Por qué no mejor vuelves a tu país? Y ni te molestes en despedirte de Rukawa, solo eres una molestia.

- Kaede ni siquiera sabía de tu existencia hasta que detuvo tu mano el otro día ¿no es cierto? – Le contesté. Ella quedó paralizada con pregunta.

- ¡Deja de llamarlo así! ¡No eres nada para él!

- ¿Tú que sabes de nosotros? ¿Acaso él te lo contó? ¿Son grandes amigos?

Volvió a detenerse un momento para responder.

- Jamás podrían ser familia, y si lo fueran entiendo lo avergonzado que está de ti, eres una vulgar, seguro que Sendoh vino él mismo a rechazarte para que dejaras de fastidiarlo.

- Cállate, Midori, no sabes lo que dices. - Me contenía, debía comportarme bien.

- Sí, lo sé. Jamás podrás ser alguien en este lugar, ni siquiera tus padres están contigo, por eso te dejaron viviendo sol...

No soporté más sus palabras, hacía rato que ya había sobrepasado todo límite. Callé sus palabras con un golpe en la quijada. El golpe fue tan fuerte que Midori cayó al piso quedando inconsciente. Esto sucedió frente a todos.

Las chicas murmuraban, los chicos me miraban con asco y Haruko... ella me observaba a los lejos con miedo. Salí corriendo hacia el gimnasio. Mientras corría me topé con Hanamichi y los muchachos. Ellos intentaron detenerme, pero yo solo quería estar sola. Me senté en la entrada del gimnasio a llorar.

Al cabo de un rato, una maestra me encontró y me llevó a la sala de la directora. Midori estaba allí con una venda en la quijada, le había quedado de color morado. Se quejaba ruidosamente del dolor.

- Señorita Johnson, no podemos permitir ese tipo de comportamiento en este establecimiento, me temo que tendré que llamar a su padre, que estará muy decepcionado de usted.- Dijo la directora.- No debería juntarse con esos criminales de segundo año.- Concluyó.

Midori se reía por lo bajo.

La maestra Yukio marcó a mi padre. Él contesto enseguida y le contaron de una manera distorsionada todo lo que había ocurrido. No dejaron que rectificara la versión.

- ¿Es esto verdad, Stella?

- Sí. - dije mientras todos me veían incriminándome.

- Lo siento, pero tendremos que volver a Florida mañana mismo.

- No, papá... no, eso no, por favor.

- Está hecho, esta tarde voy a buscarte y nos vamos a Tokio para partir mañana.

Si sentía un poco de arrepentimiento, ya no era así. Esperé y me retiré de la habitación. Midori me miró triunfante. Busqué a Haruko y le dije que yo era una mala influencia para ella y que no quería ser más su amiga. Ya no importaba ni ella, ni los chicos, ni Kaede, ni... Sendoh. No los quería perder pero no había opción.

Fui a casa y empecé a hacer las maletas, pero un pensamiento cruzó por mi cabeza.

"Hazlo otra vez".

No lo pensé dos veces, dejé mi teléfono sobre la cama y arreglé mi mochila con algunas cosas necesarias y huí al barrio bajo. No sería la primera vez que lo hacía, no era mi primer viaje sola. 

Tomé el tren que me llevó al barrio sur. Caminé por éste tratando de encontrarlo. Entré por una calle oscura, entre aquella penumbra se asomó un joven, quizás de mi edad con intenciones de asaltarme. Aquí vamos de nuevo. Me amenazó con un cuchillo, pero le tomé la mano con fuerza, haciéndole soltar el arma, luego le di un puño en la cara y cayó al piso. Antes que se levantara, una voz dijo:

- ¿Qué te he dicho sobre asaltar, Ryu? En el hogar tenemos todo lo que necesitamos.

Lo había encontrado. Era Gin, mi antiguo entrenador. Se dio cuenta que lo reconocí. "Ryu" se levantó sin decir nada y se fue.

- ¿Qué haces por acá, niña rica?- Continuó Gin.-  Te dijimos que no volvieras.

- Necesito ayuda. - Respondí.

Una chica salió de la oscuridad diciendo:

- Ya es tarde para eso, Stella. - Dijo mi nombre en tono sarcástico. – Ya no eres parte de nosotros.

- También es un gusto verte, Katora.

Stella 🏀 *SlamDunk*Kde žijí příběhy. Začni objevovat