Este no es mi sitio

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Domingo por la tarde, hacía un sol resplandeciente y el cielo estaba despejado, pero eso poco importaba para Ian, tumbado en su cama, sin hacer, con las sabanas por los suelos y la almohada torcida, no tenía intención alguna de arreglarla, total, solo el dormía en ella y no sentía la necesidad, aun de dejarla ordenada, al igual del resto de su habitación, todo estaba hecho un caos, aunque siempre se justificaba con un "dentro de este caos tengo mi orden"

El cuarto de Ian no es que fuera muy pequeño, pero tampoco muy grande, tenía una cama antigua, individual con las patas y el cabezal de madera oscura, tallada a mano, un capricho de su madre que él había decido respetar, esta estaba situada bajo una gran ventana, al joven le gustaba despertarse con la luz del sol y las noches más despejadas se las pasaba mirando las estrellas, incluso cuando llovía mantenía la persiana levantada, el sonido de la lluvia le ayudaba a dormir.

Justo al lado de esa cama tenía una mesita, de la misma madera y color que el cabezal de la cama, con dos cajones, uno para la ropa interior y la otra para los calcetines, aunque también solía esconder ciertas revistas de contenido adulto, era el único lugar en el que ni su madre ni la señora de la limpieza miraban. Sobre la mesita, un despertador con forma de pingüino, una pequeña lámpara y dos o tres libros esperando ser leídos y cubiertos por una pequeña capa de polvo, con tantos trabajos de clase no había mucho tiempo para dedicar a la lectura.

Justo al lado de la mesita, a unos cinco centímetros de separación tenía un escritorio sencillo, color negro, sobre este un ordenador portátil, una impresora y unos cuantos libros más, junto a este escritorio había otro, pero en ese no se podía observar nada de material de estudio, en vez de eso; un televisor, un par de videoconsolas y unos cuantos juegos.

El armario estaba situado justo al lado de la puerta, que normalmente estaba abierta, Ian no es que tuviera mucho interés por la ropa, tenía la justa y necesaria, a parte de los uniformes de prácticas y poco más.

Su plan para lo que quedaba de domingo era no hacer nada, ni siquiera había empezado a pasar a limpio todos los datos obtenidos de la paciente, cada vez que intentaba ponerse a ello, recordaba la cara de su enfermera y las fuerzas le abandonaban, por lo que al cuarto intento decidió desistir, seguía sin encontrar sentido a aquel maldito rotatorio.

El sonido del teléfono móvil le sacó de su ensoñación, bostezando descolgó sin ni siquiera mirar quien le llamaba, se puso el aparato en el oído izquierdo y respondió a la llamada

- ¿Si? - pregunto con un tono agotado y perezoso

-Ian? Soy Carlos, ¿qué estás haciendo ahora? - sabía perfectamente que su amigo no estaría haciendo nada por lo que no podía escapar.

-Nada, estoy tumbado en la cama perdiendo el tiempo ¿Qué haces tú?-

-Proponerte ir a tomar algo, paso a por ti en diez minutos así que vístete- Carlos no dio opción a replica, la llamada terminó e Ian no tuvo más remedio que levantarse e ir hacia el armario para ponerse algo de ropa, puesto que no sería buena idea salir a la calle con el pantalón del pijama.

Bajo de la cama, rascándose el vientre con la mano izquierda mientras que con la derecha abría la puerta del armario, para sacar lo primero que se encontrase, el interior estaba bastante desordenado.

Diez minutos más tarde se encontraba en la entrada de su casa, con las manos en los bolsillos y bostezando de nuevo mientras esperaba la llegada del coche de Carlos, que poco tardó en aparecer, tocando el claxon para llamar la atención de su perezoso amigo

-Vamos Ian, sube, el rato que pasamos aquí plantados no lo hacemos tomando birras- antes incluso de terminar la frase de Carlos, Ian estaba dentro y con el cinturón abrochado

Cuatro SemanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora