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Aldea de Mar Camping

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Aldea de Mar Camping


La mañana del sábado y muy temprano Nieves se despabiló aún entre los brazos de Eros. Con cuidado y sin hacer ruidos fue saliendo del colchón para emprolijarse el pelo y haciéndose un chunguito en alto y buscarse ropa limpia para ponerla dentro de un bolsito extra que había traído y lo necesario para darse una ducha. Miró el reloj pulsera fijándose que para ella estaba bien el horario ya que era posible que nadie estuviera despierto todavía y tampoco ocuparían las duchas.

Era muy reacia a las duchas públicas y peor se ponía con los baños públicos, por tal motivo y por otros evitaba los campings. Le dejó una nota y salió de la carpa.

Quince minutos después cuando Fifi ya se encontraba bajo la ducha reparándose del frío con el agua caliente que caía sobre su desnudo cuerpo, Eros se despertaba y no escuchó ruidos fuera de donde todavía estaba. Subió un poco la cremallera de la entrada y asomó la cabeza sin ver a nadie. La metió dentro dejando un poquito abierta la carpa solo para que se ventilara y vio la nota sobre la valija.

He ido a darme una ducha.

La mente del mecánico comenzó a trabajar a toda velocidad cuando ideó una travesura y sonrió de oreja a oreja pensando en lo que llevaría a cabo.


•••


La joven mujer había terminado de cerrar el grifo y secado con la toalla. Se había puesto la ropa interior y salió del cubículo para dirigirse al banco de madera donde había dejado el bolsito con su ropa. Abrió más los ojos al ver que estaba vacío y que ningún bolso de color fucsia estaba allí donde lo había puesto. El pánico se apoderó de ella porque era imposible que se lo hubiera olvidado en la carpa hasta que recordó la nota que le había escrito al Guarro estando él durmiendo y cuando entrecerró los ojos con furia y apretó los labios en señal de rabia se apretó con fuerza el nudo de la toalla contra su cuerpo y salió disparada de las duchas para encaminarse hacia la carpa.

Abrió la entrada con enojo en sus manos para tener en frente de sus ojos el bolsito.

―¿Buscabas esto? ―su risa de haber cometido el delito fue de satisfacción.

―¡Eres un idiota! ―gritó ardida―. ¡Jamás te creí tan nabo! ―explotó pegándole un sopapo―. No me gusta que me hagas esas cosas, Eros.

―Ya basta, que no te he hecho nada.

―Lo has hecho. Caminé prácticamente en pelotas desde las duchas hasta la carpa y todo ―apretó los dientes furiosa y sujetó su pelo desde la parte frontal―, porque al señor se le cantó en hacerse el gracioso y sacarme el bolso donde tengo la ropa ―le sacudía la cabeza.

―¡Ay Fifi! ¡Me estás lastimando! ―gritó él también tirando a un costado el bolso y sujetando su muñeca para que aflojara el apretón del pelo.

La lista del hombre (casi) Perfecto ©Where stories live. Discover now