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Dos días después

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Dos días después...


Nieves y su madre se encontraban en la cocina conversando, más bien esta primera quejándose del comportamiento asqueroso que tenía el perro del mecánico y peor aún de él mismo, porque se reía de ella en la cara.

―En vez de quejarte como siempre, ¿por qué no preparas un lemon pie y se lo regalas? ―sugirió su madre mirándola.

―¿Estás loca? No cocinaré para él.

―No cocinas en general, que es diferente. Pero digo... ya que hablas tanto, ¿por qué no gastas esa energía para prepararle un lemon pie? El hombre no te quiso cobrar el arreglo, sería bueno de tu parte que le regales una tarta.

―¿Me viste cara de cocinerita? ―preguntó molesta.

―Te veo cara de pretenciosa, mi amor. De verdad te digo lo de la tarta. Podrías hacerle una y llevársela.

―Nunca he hecho algo así.

―Con buscar una receta en internet, y seguir los pasos, es fácil. Solo debes estar atenta a la cocción.

―¿Me ves en la cocina, mamá?

―Claro, te veo como la cocinerita del mecánico.

―Por favor, no lo digas ni en broma ―abrió más los ojos quedándose sorprendida por las palabras de su madre―. Creo que sería una de las peores cosas que me tocaría vivir.

―¡Ay Nieves! No seas una extremista, a veces tengo ganas de darte un sopapo con lo asquerosa que te pones.

―Es la verdad.

―Deja de decir tonterías, mira ―observó su reloj pulsera―, todavía es temprano, si te pones a prepararlo ahora, para la hora de la merienda podrás llevárselo. ¿Qué dices? ―esta vez miró a su hija―. Vamos, no seas tan dura, eres una jovencita.

―No soy tan jovencita.

―Bueno, pero lo pareces. Sobre todo, cuando te pones caprichosa ―clavó la vista en ella―. Anda... levántate y te guío en cómo hacerlo.

Su madre la tomó de la muñeca y la tironeó para que se levantara del sillón, a regañadientes caminó detrás de ella. Al cabo de tres horas la tarta de limón estaba lista, luego de que Nieves se quemara un poco los dedos y se cortara las yemas con el cuchillo cuando cortaba los limones.

―Qué cocinera experta has resultado ser, cariño ―dijo su madre bromeando.

―Me encanta cómo tienes ganas de burlarte de mí ―habló con enojo.

―No mi amor. Debes aprender más cosas, te has pasado la vida haciendo poco y nada en la cocina, es tiempo de que sepas defenderte, por lo menos lo básico.

―¿Crees que lo necesitaré? ―arqueó una ceja.

―No lo sé, pero todo puede cambiar ―le respondió con una sutil risita.

La lista del hombre (casi) Perfecto ©Where stories live. Discover now