—Impresionante, ¿no? —Escuché detrás mío. Antes de voltear a ver quién era, el infiltrado apoyó ambos antebrazos a mi costado. Vi que tenía un vaso en la mano y la pulsera marrón que había visto antes.

—Veo que eres amante de las vistas asombrosas —dije mirando al frente. Primero, el acantilado y, ahora, el balcón de su departamento.

—Se podría decir que sí —respondió Derek también con la vista en el panorama.

Me asomé por el balcón y vi la calle. Efectivamente estábamos muy alto.

—Podrías lanzarte —sugerí volviéndome hacia él—. Ya sabes, para que te diviertas un poco.

Empezó a reír y una sonrisa se formó en mi rostro.

—Tengo otras formas de no aburrirme, Sally —dijo despreocupado.

En primer lugar: ¿qué hacía para no aburrirse? No podía ser única a quien eso le sonó raro. En segundo lugar: Sally, de nuevo. ¿Qué onda con ese apodo?

—Por cierto, ¿ese de ahí no es tu amigo?

Seguí los ojos de Derek, que se habían centrado dentro del piso, y me encontré con Polo.

Estaba echado completamente recto en un sofá, boca abajo, con los brazos estirados junto a su torso y el rostro escondido en un cojín. Usualmente los borrachos se desparramaban al momento de dormir, pero Polo no era así. Había encontrado la forma de estar perfectamente derecho, 180 grados de pura tensión... Oh, Dios.

Entré al departamento nuevamente y caminé entre la gente. Me acerqué a mi amigo y me puse de cuclillas para intentar despertarlo.

—Ey, Polo —hablé sacudiendo ligeramente su hombro. Volteó la cabeza con dificultad dejando su perfil aún sobre la almohada.

—Hola, monga —me saludó con una sonrisa triste. Solté una risilla.

—No te sientes bien, ¿eh? —le pregunté al verle el rostro.

Negó lentamente con la cabeza y los ojos cerrados.

Había varios tipos de borrachos, los divertidos, como Liv, los que se ponen violentos, los que lloran, y luego estaba Polo. Se tornaba en un niño triste cada vez que se pasaba de tragos.

—Dale, te llevaré al depa de Liv. Vamos.

Agarré uno de sus brazos para levantarlo, pero fallé en el intento. Si bien no parecía ser alguien musculoso a simple vista, era tonificado y al parecer su cuerpo había decidido absorber cada gota de alcohol que había bebido, dejándome a mí, un ser que pesaba diez veces más de lo usual.

—Puedes dejarlo aquí —ofreció Derek detrás mío dándome un susto. No me había dado cuenta que había venido detrás.

¿Acaso no podía dejar de sobresaltarme? ¿Por qué era tan sigiloso?

—No sería el primero en quedarse después de una fiesta de Leo.

—Mejor no, Polo me mataría si despertara aquí —advertí intentando levantarlo nuevamente. Lo conocía, pronto empezaría a vomitar y no le gustaría que fuese rodeado de tanta gente. —Además, son tan solo unas plantas hasta el piso de Liv.

—Déjame a mí. —Dejó su vaso en la mesa de centro y se acercó al peso muerto al que llamaba amigo—. Tú ve por Liv.

Tomó a Polo por los brazos obligándolo a levantarse. Yo estiré las piernas para buscar a mi amiga, quien seguía en el billar. Apenas me vio, se inclinó con una sonrisa.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora