Tras las murallas del palacio.

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—¿Ori...? —el maestro Shimon le costaba pronunciar el japonés. Yugi empezaba a pasar más tiempo a su lado y le parecía gracioso e incluso tierno ver al viejo intentando hablar su idioma.

Origami habló Yugi naturalmente—. Es la combinación de dos palabras: ori, que significa doblar; y kami, que es papel.

—¿Papel? —el japonés no recordaba que en ese momento no se tenía idea de qué era eso. Después de todo, el papiro aún era algo utilizado.

—Sí, es como el papiro pero más resistente. Se hace de árboles. En mi tiempo es lo más común —el menor empezó a buscar encima de la mesa. Al levantar un pesado libro encontró un pedazo de papiro—. Se le dice, el arte de doblar el papel para hacer figuras.

Shimon veía intrigado los movimientos de Yugi. Aquel pedazo de papelillo era muy endeble, podía notarlo en los dedos de su alumno. El nipon débilmente consiguió hacer un cuadrado.

—No sé muchas figuras pero, está prohibido cortar el papel o usar algo para pegarlo... —siguiendo con los dobleces Yugi aprendió a moderar la fuerza en su trabajo—. Podría decirse que pierde su pureza.

—Maravilloso... —habló el hombre asombrado por cómo ese cuadrado pequeño se convertía en un rombo.

Un par de dobleces más fueron necesarios para que el menor tomara de los extremos del papel y lo jalara hacia afuera. Ahora el rombo parecía tener brazos.

—¿Puede adivinar qué es? —Shimon negó con la cabeza, aunque le daba un aire a una estrella—. Ya casi, solamente... —mientras hablaba, uno de los bracitos fue doblado en la punta. Finalmente los delgados dedos del japonés tiraron de los rombos, sin embargo, el papel al ser tan endeble se rompió de un lado.

—Oh, Yugi se ha... roto —cómo un niño desesperanzado, el maestro se quedó quieto.

—Creo que después de todo, algunas grullas no vuelan —recargando su lastimada creación la observó—. ¿Sabía que si logra hacer mil de estas, puede pedir un deseo? Al menos, eso creemos.

—¿Lo que sea? —su alumno asintió con la cabeza—. Pureza y trabajó a cambio de un anhelo

Yugi sonrió, era una bonita manera de decirlo. No tenía idea de qué tanto podrías querer algo para dedicar tus días a construir pájaros de papel. Era como si entregaras parte de tu libertad para conseguir algo, concediéndola a esas esculturas.

—No hay nada más puro que las cosas que se dan naturalmente ¿no cree, maestro?

—Bien dicho, jovencito —el japonés podía sentir un aura parecida a la que le rodeaba cuando estaba con su abuelo—. Y dime, ¿qué otra cosa puedes decirme de tu pueblo?

Yugi lo pensó. En realidad había bastantes cosas, como la comida, pero a final de cuentas él no sabía hacer mucho en la cocina. Se quedó mirando su blanco faldón. Definitivamente la ropa era bastante diferente, incluso si se comparaba con sus atuendos tradicionales.

—En mi tiempo la ropa es muy diferente, podría decirse que incluso ha llegado a ser universal. Sin embargo los países siguen conservando sus atuendos tradicionales.

—¿Países? —la brecha temporal parecía enorme entre los dos. En ese momento habían imperios, naciones, no existía la democracia como en el futuro.

—Sí, bueno, en el futuro toda la Tierra estará ocupada, reclamada por alguien —Shimon parecía algo confundido, seguramente se preguntaba qué pasaría con Egipto—. Es como... Muchos reinos que conviven, cada uno en su lugar.

El japonés sonrió, no sabía que tan seguro era decirle que aquel reino sería ruinas siglos después.

—En Japón, usamos algo llamado kimono. Tradicionalmente, son de seda, pero es muy costosa —dijo el menor haciendo hincapié en el precio—. Así que pueden hacerse de otras telas. Hay varios tipos para las mujeres, incluso cambia su nombre, pero para el hombre el montsuki es la prenda formal por naturaleza.

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