La calma antes de la tormenta

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Un par de semanas. Solamente ese lapso de tiempo había sido el necesario para que los alrededores de la capital se convirtieran en algo peligroso. La gente no se atrevía a salir de la ciudad y los fuereños fueron recibidos en los templos para ser protegidos por el ejército; los comerciantes incluso, eran escoltados esta entrar a la gran urbe, ¿el problema? bestias y criaturas habían empezado a aparecer a lo largo de los días, aumentando en número. Hasta ahora los soldados, liderados por Shada y Karim, habían logrado reprender a las fuerzas malvadas. Al igual que los días anteriores, los mencionados se hallaban en el campo de batalla, bajo un cielo de grandes nubes blancas, aquellas que fácilmente podrían tornarse de color gris, mientras que en el palacio, Atem observaba los mapas, analizando las zonas de recurrente ataque y planeando una estrategia, allí, rodeado del silencio en la sala real. Por otro lado, Yugi practicaba su tiro con arco bajo la instrucción del maestro Shimon, más tarde, pasaría a la alcoba de Mahad para instruirse en conjuros básicos. El visir se encontraba de mejor salud, ya podía ponerse de pie y no hacer muchos esfuerzos, sin embargo, Isis insistía en que no tratara de desgastar su energía como lo hizo con Bakura, por lo que empezar a ser maestro del joven Yugi parecía buena idea. Sentado, en su escritorio, viendo hacia el patio de entrenamiento, Mahad había terminado de descubrir la última pieza del rompecabezas ante la petición del faraón unos meses atrás. Durante su recuperación, había solicitado su recopilación de papiros que se relacionaban con rituales, así como también realizando sus propias hipótesis y conjuros para poder conseguir una solución. Mirando nuevamente por la ventana vio al joven extranjero, ataviado con ropas de su nación, usando un arco de forma más natural y con técnicas egipcias, obedeciendo a Shimon como si fuese su padre. Cumplir el encargo de regresarlo a su mundo le parecía dolorosa, a simple vista, innecesaria, sin embargo, no podían subyugarlo a un mundo que no era el suyo. Tomó su bolso y guardó los frutos de su investigación, invocando un bastón largo para apoyarse en el, se encaminó con calma a la sala real. Observando con cariño aquellos muros, hasta llegar a aquellas puertas decoradas, donde los guardias le abrieron sin dudar un segundo. El faraón, en cuanto escuchó el abrir del portón, dirigió su mirada para encontrarse con la figura de su visir, quién se apresuró a presentarse a su rey, porque sabía que bajaría de su trono para tenderle una mano, lo cual el mayor, negaría por orgullo.

—¿Qué sucede Mahad? —preguntó el monarca mientras se volvía a acomodar.

—Resulta que he encontrado la solución para regresar al joven Yugi a su tiempo —contestó, mientras rebuscaba para ofrecerle un rollo.

Atem se apresuró a bajar las escaleras, no dejaría que su mano derecha gastara energías en un movimiento tan absurdo. Tomando el papiro lo abrió, ansioso de ver si lo que le decían era verdad. Una punzada en el pecho, no sintió asombro, felicidad, ni alivio, solo que le estaban quitando algo. Intentó no hacerle caso a la opresión que le quitaba el aliento, enfocándose en las conclusiones de la investigación, viendo que la clave era la piedra de Ra, la cual después de unas pruebas, Mahad pudo determinar que no era la única, sino que, incrustada en su corona y el brazalete de Nejbet, había un pedazo de la misma, puesta ahí desde hace cientos de años. 

—Entonces, ¿tú e Isis pueden oficiar este ritual con ayuda de la piedra de Ra en el brazalete de mi madre? —dijo sin despegar la vista del papel, sintiendo como de repente todo parecía más real que de costumbre.

—Así es, mi señor —la voz del rey, extrañamente apagada—. Sugiero que hable primero con él para que pueda decidir.

El ojicarmín no dijo nada más, sólo volvió a enrollar el papiro e hizo un ademán para decirle a su chaty que se retirara, una vez a solas se llevó la mano derecha a la frente, mientras se frotaba el rostro. El valor no le duraría mucho así que dejó su trabajo para tomarse unos minutos y solicitar hablar con Yugi. Al cruzar las enormes puertas, quis.o hablar con una de las damas sirvientes para solicitar la presencia del japonés en sus aposentos, sin embargo, el mencionado acababa de dar vuelta en el pasillo, por lo que dejó ir a la chica y se dirigió a su compañero.

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⏰ Last updated: Jul 12, 2022 ⏰

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