-VI-

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···

El hombre de cabellos castaños admiraba la mesa donde comían; viendo como su hijo mayor se levantaba de su asiento. Tenía deberes como Anbu, por lo que debía retirarse. Mikoto y Sasuke saldrían a hacer un par de recados.

Ahora solo quedaban él, y su hija.

Era un buen momento para tener algo de tiempo de padre e hija.

—Kaede; ¿quieres entrenar?— Fugaku hablo, con algo de nerviosismo, aunque su voz no demostró ni una pizca de este.

—¿Eh? ¿Entrenar?— Ladeo levemente su cabeza. La pregunta la tomó por sorpresa. —Claro, esta bien. Me vendría muy bien tu ayuda.— No entendía muy bien las intenciones de su Padre, pero no rechazaría la ayuda de un buen maestro.

—Bien, vamos.—

···

Llevaban toda la tarde entrenando, y eso estaba dando sus frutos.

La castaña demostró pequeñas mejoras en el control de su Sharingan, y habilidades de lucha.

Fugaku se encontraba sentado en el césped, observando y corrigiendo el entrenamiento en solo de la muchacha.

—Endereza tu espalda, y flexiona un poco tu rodilla izquierda.— Analizaba los movimientos de Kaede, aconsejando pequeñas mejoras que ella podría incluir en su estilo de pelea.

Estaban entrenando en su tranquilamente en su espacioso patio, cuando derrepente escucho como alguien llamaba a su portón.

—Iré a ver quien es, tu sigue practicando.—

—Esta bien.—

Se levantó del suelo, dirigiéndose a la puerta de la bonita cerca que brindaba algo de privacidad a su hogar.

La abrió, encontrándose con un joven, en un estado nervioso.

—¿Quien eres?— Miró con severidad al chico. Su apariencia era promedio, y parecía ser un Ninja; uno de esos que solo relucían su bandana, pero que al final eran solo inútiles.

—¡H-Hola Señor!— Hizo una pequeña reverencia. —¡Y-Yo, quiero hablarle sobre Kaede. D-Desde el primer dia que la v-!—

Su diálogo se vio abruptamente interrumpido por la imponente voz de Fugaku.

—Desaparece.—

Cerró con fuerza la puerta, fastidiado. Era otro más de los admiradores de su niña. ¿Quien mierda dejaba entrar a esos montones de basura al territorio Uchiha? Luego hablaría con los guardias. ¿Ella sabría todos los problemas que le daba a su ajetreado Padre?

No pudo evitar sonreír levemente, y seguir su camino hacia el patio.

Llegó, encontrándose a Kaede descansando, tomando algo de agua.

—¿Quien era, Padre?— Tomó otro refrescante sorbo, poniendo su atención en su progenitor.

—Un perro, no te preocupes.— Respondió, secamente.

¿Los perros pueden tocar timbres? Que avanzado esta el mundo. Penso, creyéndose totalmente aquella mentira barata.

—¿Vamos adentro? Está oscureciendo...— Inquirió la chica.

—Si, vamos.— Vio como la castaña agarraba su recipiente con agua, y procedía a seguirlo. El tambien comenzo a caminar, aunque se detuvo en seco; confundiendo a la chica. —Kaede, ¿qué opinas sobre el casarse? Ya sabes, con Itachi.— Sacó el contundente tema. Tenían que hablarlo.

—Oh, es cierto, lo olvide.— Hizo una avergonzada media sonrisa, rascando su nuca.

—¿...Cómo pudiste olvidarlo? Hah, eso no importa.— Suspiro, impresionado nuevamente de lo despistada que era aquella niña. —¿Que opinas al respecto...?—

—...Hmn, supongo que fue impactante. Pero, no hay nada que hacer, ¿no?— Una melancólica sonrisa apareció en su rostro, haciendo que el hombre frente a ella sintiera un pequeño pinchazo en su duro corazón. 

La chica sabía, al pie de la letra que su opinión influirá tanto como una gota de agua en una fogata; sus palabras se evaporarian al instante. Tal vez su padre quería sentirse algo mejor consigo mismo, y no le daría aquel gusto. Un poquito de arrepentimiento no le vendría mal a Fugaku, ¿no?

Aunque parecía que se tomaba esto como una broma, era su forma de afrontar las cosas. Tampoco le parecía que su mundo se fuese a acabar por aquello; su hermano era atractivo, y su carácter era increíble. Tambien podrian crear un trato; conseguir un heredero, y luego terminar con aquella extraña relación. Podían elegir cientos de caminos distintos, todo lo depararía el futuro. Lo único que la hacía dudar, eran sus sentimientos por Shisui. Ella sabía que él nunca la miraría como algo serio. Era menor de edad, inmadura, y ni más ni menos que, su prima.

Por un momento, la idea de dar una oportunidad amorosa a Itachi cruzó su mente, aunque fugazmente la disipó. Sacudió su cabeza, volviendo a la realidad.

—Tranquilo, padre. Esta fue una decisión del Clan Uchiha; y, según recuerdo, me apodo Uchiha.— Aclaró, soltando una ladina sonrisa, mientras se adelantaba hacia su casa.





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𝕻𝖗𝖔𝖒𝖊𝖙𝖎𝖉𝖔𝖘 [Uchiha Itachi +16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora