𝐘𝐢𝐧𝐠-𝐲𝐚𝐧𝐠

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—Buen día— vi que venía hacia donde estaba, se había puesto una polera mía— anoche te quedaste dormida y no comiste nada, pensé que amanecerias con hambre, y Anita me ayudó a prepararte esto.

Sonrió y se sentó frente a mi —buen día, y gracias, anoche terminé rendida, y ante el sueño no se puede hacer mucho.

—Entiendo, tengo un panorama para hoy, te gustaría ir?

—No creo que sea posible— hizo una mueca mientras tomaba un pan y le untaba mantequilla— De verdad que me gustaría pero mi mamá me espera en casa.

—Entiendo, mañana entonces?— alcé una ceja y tomé mi vaso de jugo.

—Dale— se sirvió en un vaso leche de chocolate.

—Sabías que roncas terrible fuerte?— se me escapó una risa y vi como sus mejillas se ponían rojas.

—Bastian que vergüenza...

—Ya si te estoy molestando... roncas bajito— me reí a carcajadas y ella se río conmigo.

Cuando la miraba el parecido a nosotros era muy escaso, mientras mi piel era como el chocolate, la suya era como la vainilla, éramos un completo ying-yang, y no había dudas de que yo era la maldad.

Ambos ya habíamos terminado de desayunar y fuimos a lavarnos los dientes, había conseguido un cepillo exclusivamente para ella, así que se lo pasé.

—Qué tal te pareció tu estadía?— le puse un poco de pasta a mi cepillo y luego le eché al de ella.

—Diez estrellas, creo que estar aquí fue mejor que estar en un hotel— empezó a cepillarse y sonreí.

Hacer que estuviera cómoda me dio una gran satisfacción, pensaba en que si mi papá hubiera sido igual de preocupado con mamá tal vez ella se hubiera quedado.

—Listo, iré a buscar mis cosas para poder ir a mi casa, te parece?— me entregó el cepillo que le di y se lo devolví, ahora era suyo.

—Bueno, quieres que te vaya a dejar?

—Dale— salió del baño y fue hacia mi pieza, ya no era necesario que le mostrara donde quedaba.

—Esa polera te queda mejor a ti que a mí— la seguí por el pasillo mientras me secaba la cara con una toalla.

—Ahora es nuestra— se río y tomó sus cosas, que eran pocas en realidad.

—Anita iré a dejar a la invitada— pegué un grito antes de salir y escuché un ya como respuesta, al escucharlo salimos por completo de la casa cerrando la puerta.

—Iremos a pie?

—No, te llevaré en mi Lamborghini— abrió un poco su boca, pequeña ingenua, le saqué el candado a mi bmx y me subí— te llevaré en mi bici, que honor haz de tener.

—Por un momento realmente creí que tenías uno— se subió en los pegs, me abrazó fuerte por los hombros y partí el cleteo.

—Por qué eres tan reservado?— íbamos por la huella, agradezco que no ande tanto auto.

—Porque tengo que estar seguro que la otra persona es de fiar, estás pasando la prueba, si es lo que realmente preguntas.

—Algo así me imaginé— pasamos el resto del camino hablando sobre música, nuestros gustos eran parecidos.

—Cacha, bajemos por esa bajá— me dijo apuntando una calle.

—Si nos sacamos la chucha es tu culpa—empecé a andar en la dirección que me apuntó, pero al momento de llegar al inicio de la bajada me había arrepentido.

—Conchetumare!— gritamos ambos al notar lo rajado que íbamos, cualquier rato salíamos volando y ripeabamos de pana.

El manubrio me temblaba y sentía que en cualquier momento nos caíamos.

—Pero no cerrí los ojos weón!—gritó la Eva y me hizo abrirlos de nuevo, ya nos quedaba poco para bajar la wea, tenía el pulso a la chucha.

—Por qué te hice caso? Pudimos haber muerto— le dije frenando la bici y poniendo el pie para mantenerla parada.

—Que eri cuatico, vamos caminando lo que queda, me dolieron los pies por estar arriba de esa wea—me apuntó los pegs y yo me cague de la risa, mis amigos que se han ido arriba de ellos igual me han dicho que duele estar sobre esas weas.

Ella se puso a caminar a mi lado y yo seguía sobre la bici, andando despacito para no dejarla atrás.

—Y tienes alguna mascota?—la miré mientras iba apoyado en la bici.

—No, pero me gustaría un perrito, cuando chica tenía uno pero se arrancó y no volvió— hizo un puchero y me dio penita.

Ya estábamos por llegar a su casa.

—Cambiamos el panorama para mañana?—la mire e hice un puchero imitando el de ella.

—Dale— dijo eso y unió nuestros labios en un pequeño beso.

Sus labios eran como tocar las nubes más suaves, y me tentaban como el infierno mismo, quería probarlos más.

Eva [terminada] Where stories live. Discover now