Vas a fingir que nada pasó

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Luisa estiró el cuello para apreciar mejor el collar de esmeraldas que le había regalado Neal hacía un par de meses en cuanto le fue informado que esperaba aun hijo suyo. Casi enseguida y con la aprobación de Eliza, hicieron varias compras de vestidos para que pudiera usarlo, sino diario, varias veces a la semana, especialmente cuando las amistades de la familia Leagan se turnaban para hacer visitas, siempre acompañados de suntuosos regalos que los prepararían para la llegada del bebé.

—Se te ve muy bien, Luisa —dijo Eliza entrando a la habitación de pronto.

La joven sonrió sin molestarse siquiera por el hecho de que no había llamado antes de entrar.

—Esta tarde vendrá Arthur Hoover —señaló acercándose por detrás para acomodar una minúscula desviación en el cuello del vestido.

—Vendrá con su esposa y sus dos hijos, son mellizos y cumplirán tres años en algunos meses. Como mi querido sobrino tendrá al menos un mes, seguro el doctor le permitirá asistir a su primera fiesta, y con quien mejor que con los hijos del director de cine más famoso de nuestros tiempos y la actriz más bella de Hollywood.

—Es realmente emocionante —dijo Luisa imaginándose en más fiestas, conociendo a tantas personas de las que ya había perdido cualquier esperanza de cuando menos mirar de lejos entre filas de fanáticas.

—Es lo que merecemos, Luisa. Nada menos. Aún es temprano, tomemos un té en el jardín, el día es precioso.

Tomó de la mano a Luisa conduciéndola fuera de la habitación y hasta el jardín, donde había posicionado la mesa para el pequeño refrigerio de medio día, en el páramo ideal para permitir una vista perfecta de cualquier fotógrafo que tuviera planeado ganarse algunos billetes en las páginas de sociales del periódico.

—Despacio, Eliza —se quejó débilmente en cuanto sintió un mareo. Eliza no se disculpó, pero disminuyó la fuerza de su agarre y la velocidad del paso.

Llegaron al jardín y Luisa buscó la silla con desesperación. Repentinamente, además del mareo, una punzada subió desde la parte baja de su vientre hasta por debajo de su busto. Se sentó con urgencia, pero aquello no alivió la situación, por el contrario, lo que en un inicio fue una única punzada se volvieron varias, breves y consecutivas.

—¡Eliza! — gritó.

Hasta ese momento Eliza la miró, se había volcado porcompleto a la preparación de la escena, colocando el juego de té, las flores,los bocadillos de queso. No pudo evitar soltar la tetera al ver lo pálida quese había puesto Luisa. Su grito se escuchó por toda la villa cuando vio, através de la amplia falda verde menta, una mancha de sangre.

 Su grito se escuchó por toda la villa cuando vio, através de la amplia falda verde menta, una mancha de sangre

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Neal había abandonado una junta en cuanto el mensaje llegó en voz de uno de los mozos de cuadra. Tomo su auto y como alma que seguía el diablo llegó al hospital donde había sido ingresada Luisa, tras pocos minutos en que Eliza debatió con el doctor sobre si era realmente necesario que permaneciera en observación médica y no podría atenderla mejor en la casa.

Un buen LeaganWhere stories live. Discover now