Vas a darme un heredero

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El almuerzo con los demás miembros de la junta dio paso a una sesión de casi tres horas, lo que retrasó por cuarenta minutos dos citas que tenía en agenda y, por tanto, perdió el descanso para comer y pasó directamente a atender la firma retrasada por su luna de miel, de todos los escritos pendientes. Como parte de la familia, tenía una buena cantidad de acciones que requerían la autorización no solo de Albert y Archie, sino la suya también. Luego de sentir que el día iba acabando mal, regresaba a casa totalmente cansado, con mucha hambre y algo aturdido por el parloteo de su nuevo becario.

Pero apenas abrió la puerta, antes de anunciar su llegada, Eliza saltó sobre él con una rapidez impresionante para alguien que carga el doble de su peso en tela. Retrocedió bruscamente chocando contra la puerta cerrada, quedando acorralado entre los brazos de su hermana que golpeó fuertemente con las palmas la madera.

Furiosa no era la palabra más adecuada para describirla, era mucho más que eso y en sus ojos se revelaba un desprecio y frialdad que era como si le estuviera viendo morir por sus manos.

—¿Eliza?

—¿Por qué Luisa no está embarazada? ¡Fueron dos meses! ¡Cielo Santo! ¡Dos meses!

Dijo ella apretando mucho los dientes para que nadie más escuchara lo que pudo ser un estallido de gritos.

—¡¿Qué?! ¿Pero cómo es que...?

—¡¿Cómo es que nada?!

Neal tartamudeo un poco, parpadeó rápido como si no acabara de creer lo que sucedía, lo que le estaba ¿Reclamando? Era una acusación sin importancia, no era como si eso se pudiera a la primera, sus padres habían tardado casi dos años en lograrlo.

—¿Cómo se supone que esto va a tener sentido si no hay un heredero para el vizcondado de Stansgate?

—Eliza, Dios Santo, cálmate.

—¡No! ¡No! Si no tienen un hijo y Luisa decide dejarte ¡Vamos a perder la única oportunidad que tenemos para salir de la sombra de los Ardley!

Neal guardó silencio. No tenía palabras para defenderse de lo que aún no terminaba de asimilar como una verdadera acusación tan seria como lo hacía parecer con semejante escena, el hambre se le había ido y el parloteo de su becario se disipó entre los gritos de Eliza.

—Eliza, alguien puede escucharte.

—Date prisa Neal, es una orden.

Eliza lo dejó plantado en la puerta y marchó escaleras arriba. Pasaron unos minutos largos en completo silencio que pasó de pie frente a la puerta como si le hubiera clavado a ella, hasta que una de las sirvientas que pasaba por ahí le miró con perplejidad.

—¿Señor? preguntó logrando hacerle reaccionar.

—Quiero algo para cenar.

—¿Preparo el comedor o desea que la suba a su habitación para que esté con su esposa?

Neal tragó saliva, enrojeciéndose casi enseguida. Si iba con Luisa tendría que tomar cartas en el asunto respecto a lo que Eliza quería.

—¿Se siente bien?

—¡No es tu asunto! Olvídalo, he perdido el apetito.

Molesto con todo a su alrededor subió las escaleras desabrochándose los botones de la camisa y la corbata. Tomó aire antes de entrar al ala que le habían asignado como privada para él y su esposa.

—Luisa —llamó tan firme como pudo.

—¡Neal! ¡Regresaste!

Luisa corrió hacia él dejando de lado lo que estaba haciendo. Neal volvió a tomar aire posando sus manos sobre los hombros de ella de una manera un tanto bruta, pero no lo había hecho a propósito, fue más como una reacción de su propia determinación.

—¿Qué pasa?

—Yo...

Inhaló profundamente. Exhalo despacio, ya empezaba sentir las orejas calientes, pero luchaba contra su propia vergüenza solo porque no quería seguir interpretando el papel de inexperto en ciertas materias que conllevaban al nacimiento de los bebés, aunque no estaba completamente seguro de que estaba listo para dejarlo.

—¿Neal?

—Luisa —repitió con más seriedad. No se le ocurrió nada más para decirle, pero sí sabía qué hacer, volvió a acercarla y la besó en los labios con menos torpeza que la primera vez, despacio la condujo más al fondo, directamente a la cama.

Solo había una única forma de hacer herederos, tal vez la cuestión por la que Luisa no estaba embarazada era la poca frecuencia, lógicamente que arreglando eso, debería de solucionarse la demanda. Cerró los ojos, pero no pudo suspirar porque Luisa lo hizo primero.

Una noche demasiado corta, una semana demasiado ocupada, pero al final del siguiente mes, finalmente las demandas de Eliza se vieron exitosamente satisfechas.

—¿Se...segura? —preguntó Neal mirando a su hermana con los ojos muy abiertos.

—El médico lo confirmó. Le ha dado una lista de cuidados que, por supuesto, ya estamos siguiendo, solo lo mejor para mi sobrino. Nuestra madre también está emocionada, está organizando un viaje de compras, ha hecho una cita con un diseñador para los muebles.

—Vaya.

Neal paseaba de un lado a otro de la oficina. Eliza había llegado de improviso, pero hacerla pasar no fue necesario, ni preguntar siquiera qué hacía ahí, ya cuando lo notó, hasta había tomado asiento frente a su escritorio. Se encaminó a la puerta de su despacho tomando de paso su abrigo, el clima otoñal y sus vientos le hacían requerirlo.

—¿A dónde vas?

—A ver a Luisa.

—¡Neal! —chilló ella poniéndose de pie mientras dejaba su cartera sobre el escritorio con más fuerza de la necesaria—. Si vine a decírtelo no era para que corrieras con ella, era para que compraras un regalo, es lo más apropiado, nuestro padre le regaló a nuestra madre un prendedor de diamante y perlas cuando anunció que estaba embarazada de mi, y un collar de rubíes para ti ¿Qué le vas a dar?

—No sé, algo, pasaré al centro.

—Te acompaño —sentenció la mujer alcanzándolo y tomando su brazo con fuerza como si fuese a escaparse de su vista.

—Te acompaño —sentenció la mujer alcanzándolo y tomando su brazo con fuerza como si fuese a escaparse de su vista

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Pienso que Eliza necesita ayuda... muy seriamente.

¡Gracias por leer!

Un buen LeaganWhere stories live. Discover now