Día 15: Una situación vergonzosa

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Otro día, otra recompensa, otro enemigo. Así es como mantenía su rutina, aunque eso no le desagrada en lo absoluto, encajaba demasiado bien con su personalidad. Más aún cuando su nombre era un sinónimo de su peculiar oficio. El mismo que estaba ejerciendo en esos momentos bajo el ardiente sol imponente sobre los barrios periféricos de aquella ciudad de turno.

Él, con una sonrisa llena de seguridad y entusiasmo, exhibía el potencial de su espectacular máquina voladora al acelerar aún más con la intención de perderle el rastro al idiota que venía pisando sus talones desde hace un buen rato. Estaba dos metros del suelo, pero no por eso podía restringir su velocidad, no cuando su propia libertad estaba en riesgo; giró hacia la izquierda, en donde las pequeñas edificaciones abandonadas iban desapareciendo poco a poco hasta estar fuera de la ciudad, sus grandes lentes cuadrangulares de cristal y bordes dorados le protegían de la molesta luz de medio día y de la gran cantidad de polvo que se levantaba en el aire gracias al viento desértico de la zona; sus gruesos guantes de cuero evitaban que sus manos se lastimaran por la constante presión sobre las manillas de su preciosa máquina que, al rotarlas, liberaba ese extasiaste sonido de su motor rugir con aún más fuerza, desafiando a su competencia a unos cuantos metros de distancia tras suyo.

Cuando le había pedido a Ichimatsu crearlo, no pudo estar más complacido cuando vio el resultado, valió cada billete verde que tuvo que robar para pagar a quien llama "El trono de la leyenda carismática" por su similitud a una motocicleta con el respaldo de su asiento más vertical de lo común, quizás así el oji-amatista quiso personalizar su trabajo para decirle que incluso sus propias pertenencias debían adecuarse a su dueño perezoso, pero más que un insulto, alabó lo considerado que fue con entender algo de su personalidad, cosa que no era muy común en la gente.

¿Aunque como culparla? Él era un maldito parásito de la sociedad si se podía decirlo de una manera suave, acostumbraba a vivir a expensas de los demás tomando un pequeño impuesto cada cierto tiempo al banco de la ciudad, pero parecía ser que ese no era su día, la recolección de las tres bolsas repletas de dólares no había sido nada sencilla, el sujeto que estaba de turno ese día para la atención a clientes era menos cooperador de lo que pensaba, pues apenas dio un paso fuera del establecimiento, el sonido característico de la campana de alerta llamó a su mayor problema de subsistencia: la justicia, una muy dolorosa justicia.

Cambió de ruta con el fin de no alejarse tanto de la civilización, no quería perderse después de todo, pero tampoco podía volver a las calles tranquilamente, puesto que el otro sujeto seguía tras suyo. Este estaba vestido con pantalones marrones y una chaqueta negra de cuello alto que combinaba con un sombrero vaquero del mismo color, lucía como todo un cowboy con un aire de chico malo e imponente, justamente el estereotipo de hombre que más detestaba.

Trató de enceguecerlo elevándose en altura, sin embargo, se dio cuenta luego de tanto tiempo de ser perseguido que los ridículos lentes oscuros que el otro portaba le permitieron seguirle el paso, mientras que los propios no filtraban la luz de la misma manera, tuvo que girar hacia su derecha para encarar nuevamente el horizonte en dirección oeste para pensar cuál sería su siguiente estrategia para su intento de fuga.

Iba ahora quizás a unos treinta metros sobre el suelo, pero no importaba, su precioso trono era como una extensión de su cuerpo, solo bastaba que inclinara su cuerpo con la fuerza de su espalda y con la ayuda de los pedales para realizar maniobras a través de los picos de tierra erosionados cerca del gran acantilado, en donde se dejaba caer la cascada que conformaba el río que daba vida a la ciudad. Arriesgaba su vida con cada movimiento que hacía y solo esperaba su acosador chocara con algo en el camino para así librarse de él de una vez por todas, ya era un dolor en el culo tener que lidiar con él cada vez que hacía una de las suyas. Y no es como si este intento de galán fuese el sheriff o algo por el estilo, de hecho la persecución sería más congruente si así fuera, pero no, ese bastardo era un aclamado "casa recompensas" proveniente de otras tierras, que vino en mala hora a intervenir en su impecable vida criminal vagando de pueblo en pueblo llevando a cabo sus robos con éxito, tampoco es como si en verdad quisiera dañar a la gente, tan solo quería dinero para lo necesario; comida, agua, un techo, ropa decente, mucho alcohol y mujerzuelas de cabaret, lo normal.

Reto de los 30 días (OsoKara version)Where stories live. Discover now