—Con todo respeto, señor —comenzó Elizabeth, en un tono tan bajo que Evan apenas podía escucharla—. Yo no soy su hija, mi madre fue abandonada por un hombre cualquiera luego de dejarla embarazada y, aunque su sangre llegara a correr por mis venas —se separó de Evan, adoptando una posición firme y seria mientras sus pies la sostenían por sí solos—, yo nunca lo consideraría mi padre.

No supo exactamente qué vio en los azules ojos de Zeus, no supo si fue tristeza, decepción, rabia o todas juntas, ya que no le dio tiempo a responder, tampoco se dio cuenta de si enserio creía lo que había dicho, pero aún así, salió del lugar con la cabeza en alto y dejando atrás a Evan junto con sus miedos e inseguridades.

No sabía si se arrepentiría de haber dicho todo aquello, no sé atrevió a pensarlo ya que no podía dejar de pensar en esos ojos, tan parecidos a los propios. Aquellos que curiosamente habían estado llenos de… pesar.

Dejó de darse cuenta en el dolor que recorría cada hueso de su cuerpo y empezó a notar las saladas gotas que caían por sus mejillas, una por una, hasta llegar a su barbilla y finalmente caer al suelo.

Lloraba por frustración, después de tantos años de soledad, años de llorar por una atención que no tenía, una vida entera sufriendo con el pensamiento… “si papá no nos hubiera abandonado… ¿algo sería diferente?”.

Ahora lo sabía, todo habría sido tan diferente, lo supo cuándo vio la sonrisa orgullosa que el dios lo mostró, al menos parte de ella. Lo supo cuándo vio sus ojos tristes al recibir el rechazo de su hija. Quizás lo supo cuándo vio esos ojos azules al despertar de su desmayo.

Dio media vuelta y corrió, corrió lo más rápido que su cuerpo destrozado y adolorido le permitió.

Pero esta vez no corría para huir, corría para tomar lo que encontró después de tanta búsqueda; un cariño que podría llegar a recibir.

Zeus

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.

Zeus. 22 de agosto del 2017, el Olimpo.

Los dioses se retiraron justo después de Elizabeth, Evan también se fue, diciendo que tenía un entrenamiento que dirigir, claramente todos escapaban para pensar en aquello que habían descubierto.

Zeus se quedó sólo, pensando en el reciente momento.

No sabía que tenía una hija, había sido ignorante de ella durante tantos años. Pero no más.

Lo supo cuándo aquella ola de poder brotó de Elizabeth el día de la prueba, en ese momento supo que era su hija.

Al final reconoció esos electrizantes ojos azules, aquel rostro de alguna forma similar al de aquella mujer a la que amó durante un tiempo.

Reconoció esa magia igual o más poderosa que la suya, y justo cuando lo hizo, se arrepintió de haber seguido la sugerencia de Ares para su última prueba.

Por su culpa su hija casi había muerto aquel día, y nadie más que él, el dios del rayo, se tenía la culpa por eso. Aquello lo mortificaba.

Se levantó de su trono, permitiéndose derramar unas lágrimas de decepción de sí mismo en la soledad que lo rodeaba.

Estaba dispuesto a irse, pero unos pasos apresurados lo hicieron mirar hacia la puerta de mármol, aquella que se abrió pocos segundos antes de que un cuerpo delgado chocara con el propio.

—Lo siento… —sollozó la albina que lo abrazaba, en un murmuro. Con voz y brazos inseguros pero firmes.

Pronto notó que su hija estaba esperando su rechazo, así que la abrazó, pasó sus brazos por sus hombros y la apretó contra él, sintiendo la calidez de su hija por primera vez.

El cuerpo de Elizabeth se sacudió con fuerza gracias a los sollozos, estaba feliz, realmente feliz por recibir finalmente un abrazo, se sentía protegida en aquellos brazos que la sostenían con tanto cariño.

—No, yo lo siento.

[ EDITADO ☑️ ]

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.

[ EDITADO ☑️ ]

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt