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Zeus. 22 de agosto del 2008, el Olimpo.

En el Olimpo, los dioses discutían sobre el futuro que aquella persona tendría una vez que llegara a la imponente construcción.

Unos habían dicho que sería bueno entrenarla como a los semidioses, otros por su parte, habían dicho que lo mejor era mantenerla encerrada hasta que su momento de actuar llegara.

Ese tema también abarcaba la parte en la que aquel ser mundano, ya tenía un gran rastro de poder, su magia ya era perceptible por los dioses y más para Zeus, solo que aún no eran capaces de rastrearlo, pareciera que algo o alguien bloqueaba su ubicación consciente o inconscientemente.

—Es muy fuerte, de eso no hay dudas —expresó Atenea con desagrado.

Luego de la muerte de su hija mayor, la diosa de la sabiduría había dado un drástico giro de actitud. La mujer que solía ser amable y sonriente, ahora no era más que una cara seria y fría, llena de intranquilidad y cansancio.

A tal punto que su hija menor pasaba todo su día únicamente con su mejor amigo, provocando que la pequeña niña, sintiera aún más la pérdida de su gemela.

—Por eso digo que hay que dejarla encerrada, y aún más con la predicción del oráculo, nunca se sabe. No hay que confiar en un ser tan poderoso como él, o ella —Afrodita se miró las uñas de forma altanera.

—Es mejor que se junte con los otros semidioses, sino, podría guardarnos rencor por mantenerla prisionera en el Olimpo. En conclusión, una razón por la cual querer ponerse del lado de la sombra —punto para Hera, pensó Zeus.

—Zeus, di algo —dijo Hermes masajeando su entrecejo.

Desde que la reunión había dado comienzo, el dios del rayo no había dicho palabra alguna, aparte de decir que empezarán a dar sugerencias, claro.

Meditó un poco las palabras que iba a decir a continuación, decidiendo que no iba a escoger ni una de las opciones que habían dado. O al menos, no por completo.

—Va a mantenerse alejada de los otros semidioses, va a crecer con muchos entrenamientos de por medio, pero no va a estar encerrada. Hasta que no controle sus poderes por completo, no podrá convivir con otros que no sean los dioses. ¿De acuerdo? —observó seriamente a los dioses en espera de una oposición.

Al no haber ni una, se levantó de su asiento y, con una despedida simple, se retiró del lugar.

Al no haber ni una, se levantó de su asiento y, con una despedida simple, se retiró del lugar

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Arsen Makri. 22 de agosto del 2008, el Olimpo, campo de entrenamiento.

Arsen y Astra caminaban por el patio del Olimpo, la pequeña miraba sus pies moverse al caminar, mientras que el mayor de los dos, observaba el cielo un tanto opaco.

No habían podido superar aún el entierro de su amiga y hermana, había sido apenas diez meses atrás, ya casi se cumplía el año desde aquello, pero pasara el tiempo que pasara, sin lugar a dudas era algo que se pudiera superar como si nada.

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Kde žijí příběhy. Začni objevovat