No tuvieron que esperar mucho para encontrarse nuevamente en el centro del campo de batalla, pero esta vez frente a frente. Astra parecía una muñeca, sin expresión, un títere siendo manejado para el beneficio del Olimpo, un lugar lleno de personas a las que no les importaba lo que sucediera con sus guerreros, aquellos que habían dedicado su vida entera por él.

Elizabeth tragó saliva y giró la espada en su mano, amoldándola a su piel para un mejor agarre, se puso en posición y casi no tuvo tiempo para reaccionar cuando se dio la señal y Astra la atacó con ambas espadas gemelas en posición de cruz.

El fuerte sonido metálico fue tan repentino que algunos semidioses brincaron en sus puestos, la velocidad de Astra era mortal, su fuerza era colosal y su plan de ataque indestructible.

Elizabeth sabía que primero analizaba a su objetivo, para luego crear una maniobra que se amoldara a su oponente para destruirlo.

Pero Astra no sabía que Elizabeth había hecho aquello sin saberlo, viendo gran parte de sus entrenamientos, escondida entre las paredes, con los ojos reflejando el brillo de sus flechas y de su espada al moverse velozmente.

Había visto este ataque en sus entrenamientos, lo practicaba una innumerable cantidad de veces, con fuerza e impulso, ya sabía cómo bloquearlo.

Así que lo más rápido que pudo, convirtió su brazalete en aquella barra de metal con el extremo en punta y bloqueó el ataque de Astra cuando ella retiró una de sus dagas para apuñalarla en el abdomen.

Astra frunció el ceño de manera casi imperceptible, la única muestra de sorpresa que mostraría ya que pronto empezó a atacar con ferocidad.

El metal chocaba con el metal, provocando fuertes ruidos y chispas brillantes. Los semidioses en las gradas observaban seriamente a ambas chicas, analizando los movimientos de cada una con cierta admiración.

Astra atacó hacia el abdomen de Elizabeth, cuando lo esquivó atacó hacia las rodillas al instante, la albina también lo esquivó, pero cayó de espaldas en la tierra golpeándose la cabeza.

Su visión se volvió doble, pero alcanzó a ver cuando Astra elevaba su espada para apuñalarla así que rodó por el suelo haciendo que la espada de Astra se clavara en el piso de tierra, pero no fue lo suficiente rápida para evitar que le provocara un corte un tanto profundo en el brazo izquierdo, haciéndola gemir por el dolor.

Se levantó lo más veloz que pudo y seguidamente bloqueó un ataque de Astra, aprovechó haberse agachado y le hizo un corte en el muslo derecho que la hizo maldecir.

Ambas se mantuvieron quietas un segundo, jadeando agitadamente con la mano derecha sobre sus heridas. Sus ropas empezaban a llenarse de tierra y sangre, sus mejillas y nariz estaban rojas por el calor de sus cuerpos provocado por la actividad física y el frío contrastante del exterior.

Elizabeth iba a atacar, pero una punzada en todo su cuerpo la hizo caer se rodillas con los ojos abiertos a más no poder. Su pecho subía y bajaba con velocidad, su cuerpo había dejado de funcionar durante ese segundo, dejándola indefensa.

Astra aprovechó la oportunidad, pero el cojeo se la ponía difícil, Elizabeth alcanzó a esquivar el ataque, pero una nueva punzada se hizo presente.

Apretó su blusa a la altura del corazón, y con las fuerzas que tenía se levantó, sintiendo punzada tras punzada, cada una más dolorosa que la anterior, se centraban en su espalda y corazón haciéndola temblar, pero mantuvo su espada erguida, pese a las punzadas que habían empezado a sentirse también por detrás de sus rodillas.

Parecían latigazos.

Apretó sus dientes y el pomo de su espada, junto con el ahora látigo en su mano izquierda. Era su vida la que estaba en juego, no podía dejarse vencer.

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Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Where stories live. Discover now