Capítulo 31

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—Te estás divirtiendo, ¿verdad? —pregunta Hazel mostrando su enfado.

—¡Mucho! —responde Jon con una amplia sonrisa.

—Pues a mí no me hace ninguna gracia —protesta Hazel mientras recoge los papeles para llevarlos a su mesa—: No pienso acceder a ser analizada por ese doctor.

—Podría ser muy interesante. Quizás, hasta cambies tu opinión sobre el amor...

—¿Y qué te hace pensar que yo quiera cambiar de opinión? —pregunta Hazel en tono desafiante.

—Quizás los hechos te demuestren que estás equivocada.

—O quizás me den la razón.

—Ese es tu problema, Hazel, intentas tratar las emociones desde la razón, y por eso no te dejas sentir.

—¡Qué sabrás tú sobre lo que yo siento!

—Pues, dímelo —sugiere Jon—: ¿Qué sientes, Hazel? Cuéntamelo. Somos amigos, ¿no?

De pie, delante de su mesa, Hazel está amontonando unos papeles, detiene sus movimientos, levanta la vista hacia Jon, quien la está mirando apoyado en su mesa, con las manos también sobre ella, a ambos lados de su cuerpo.

Ella interpreta ese gesto de superioridad y recuerda la breve conversación que Jon ha mantenido con Daniel cuando ella fue a por la comida. Es obvio que la está retando, que tiene ganas de jugar y ella sabe muy bien cómo hacerlo. 

Respira hondo, levanta una ceja y se acerca lentamente hacia Jon, poniendo toda su intención en cada movimiento sugerente que realiza; se humedece los labios, se retira un mechón de pelo con suavidad y va caminando despacio hacia él. 

Cuando se para enfrente suyo, vuelve a humedecerse los labios, dirige su mirada hacia la mesa de reuniones y se acaricia el cuello con una mano. 

—Siento ganas de que me lleves en brazos hasta esa mesa, me tumbes, me desnudes y me hagas el amor sobre ella.

Jon se incorpora y la mira fijamente. Hazel puede notar cómo todos sus músculos se han tensado de repente, cómo su respiración ha empezado a agitarse y la medio sonrisa que había dibujado en su rostro se ha transformado en un gesto de asombro, mezclado con deseo.

—Siento pena por saber que no serías capaz de hacerlo —sigue hablando Hazel, acercando su boca a la de Jon, mientras va deslizando el dedo índice por su garganta, bajando hacia su pecho.

—Eres mala, Hazel —dice Jon en un susurro, cada vez más excitado.

—¿Tú crees? —pregunta Hazel mientras sigue bajando su dedo por el abdomen de Jon, y acercando ahora la boca hacia su cuello—: ¿Y tú, Jon, no lo eres?

—Hazel... —murmura Jon embriagándose de su perfume. Coge la mano de Hazel y la apoya sobre su pecho, donde ella puede sentir los rápidos y fuertes latidos de su corazón.

Hazel le mordisquea el lóbulo de la oreja y Jon cierra los ojos estremeciéndose.

—¿Es a esto a lo que te referías, cuando le decías a Daniel que sabes cómo manejarme? —le dice Hazel al oído.

Jon abre los ojos y se da cuenta del juego de Hazel. Siente una punzada de dolor, pero está tan excitado que no es capaz de pensar en otra cosa. Toma aire profundamente antes de contestar. Está claro que Hazel está jugando, y quiere continuar la partida. Quiere ver hasta dónde está dispuesta a llegar.

La aparta con un gesto enérgico y se dirige andando rápidamente hacia la puerta. Hazel se queda allí de pie, sonriendo, con los brazos cruzados, dispuesta a soltar algún comentario irónico antes de que él se marche. Pero, al ver que lo que hace Jon es cerrar la puerta del despacho con llave y darse la vuelta, mostrando una irresistible sonrisa seductora, todos sus músculos se tensan.

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